A ver si le va a salir mal la operación a Sánchez... A ver si, después de tanto rigodón, de tanto que te quiero ver pero no te veo, de tanto yo bien quisiera pero tú no me ayudas a consumar el acto, los espectadores se van a haber dado cuenta ya del truco de La Moncloa y no hay quien les convenza de que la culpa de que a estas alturas no haya Gobierno no es única y exclusivamente del presidente en funciones, que había jugado aparentemente bien sus cartas en un principio pero la partida se le puede volver en contra en la última mano.

Porque está sucediendo un fenómeno inesperado y que, a la altura del mes de julio, inmediatamente antes de la sesión de investidura, no se vislumbraba ni de lejos. En aquellos momentos los votantes de la izquierda moderada hacían el reproche definitivo a Pablo Iglesias por exigir una y otra vez entrar en el Gobierno a cambio de dar su apoyo al candidato en la sesión de investidura. Aquel tira y afloja entre los ofrecimientos de Sánchez, hechos ente las televisiones y la terquedad de Iglesias se saldó con una condena generalizada al líder del partido morado por haber hecho descarrilar, después de un patético intento de ultimísimo minuto a cargo del líder de UP, la formación de un gobierno socialista.

La culpa de que España siguiera con un Gobierno en funciones era de Pablo Iglesias y únicamente de él, decía la opinión pública, parte de ella preocupada y la otra parte aliviada. Los votantes socialistas y buena parte de los podemitas se habían tragado como auténtica la muy arriesgada apuesta de Pedro Sánchez según la cual el único obstáculo para formalizar un gobierno de coalición era la figura del líder del partido morado. Es más, eso se lo tragó hasta el propio Iglesias que, en un gesto que le honra, ofreció en bandeja su cabeza a cambio de un acuerdo con los suyos.

Pero en ese momento Iglesias cometió un error fatal que fue recibido, sin embargo, con inmenso alivio en el palacio de La Moncloa: rechazó una vicepresidencia y tres carteras que, aunque muy vacías de contenido, no dejaban de ser cuatro sillas en el Consejo de Ministros. Pero él pensó que a tan alto sacrificio -su renuncia- debía corresponder una respuesta a la altura de lo ofrecido en el altar de la coalición.

Nunca lo hubiera hecho. Sánchez y los suyos saltaron como leopardos sobre el órdago que aún palpitaba encima de la mesa y retiraron inmediatamente sus restos de modo que no quedara ni rastro de aquella jugada insensata que había estado a punto de salirles carísima. Y partir de ahí si te he visto no me acuerdo, como cantaba el grupo Pimpinela: "¿Qué vienes a buscar?/A ti/ Ya es tarde/¿Por qué?/Porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti/ Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa/ Y pega la vuelta/ Vete, olvida mis ojos, mis manos, mis labios/ Que no te desean".

se ha visto con claridad meridiana que Pedro Sanchez jamás quiso  ni estuvo dispuesto a compartir el poder con Pablo Iglesias

Así había quedado la versión de lo ocurrido y había un acuerdo generalizado entre los partidarios y también entre los contrarios a un gobierno PSOE-Podemos sobre que la responsabilidad de lo ocurrido le correspondía en su totalidad a Pablo Iglesias. En esos momentos las perspectivas electorales de Unidas Podemos eran desastrosas porque nadie dudaba de que una buena parte de los votantes que habían apoyado a su partido, pero provenían del ámbito socialista, emprendería inmediatamente el "regreso a casa" con lo que el partido morado se iba a quedar en las raspas si había nuevas elecciones.

Pero el tiempo lo aclara casi todo y destapa muchas trampas que se creían bien amarradas. Y lo que ha sucedido durante el mes de agosto y lo que llevamos de septiembre es que se ha visto con claridad meridiana que Pedro Sanchez jamás quiso  ni estuvo dispuesto a compartir el poder con Pablo Iglesias y tampoco sin él y con cualquiera de los suyos. Para desenmascarar a Sánchez -deliberadamente o no- el líder de Podemos se ha tenido que humillar hasta el fondo de sus adentros, hasta provocar la compasión incluso de quienes no le votarían ni aunque fuera el único candidato sobre la tierra.

la inmensa mayoría considera que él es el muñidor de esta falta de Gobierno, de esta parálisis.

Pero ha obtenido algo muy importante a cambio: que la mayoría de los ciudadanos  se hayan dado cuenta de que es Pedro Sánchez el que quiere nuevas elecciones porque con 123 diputados encararía una legislatura incierta desde una posición de evidente debilidad. Para crecer  ostensiblemente en esas nuevas elecciones, era imprescindible que los votantes no le señalaran con el dedo como el culpable de esa repetición electoral. Y lo que está sucediendo es justamente lo contrario:  que, salvo los suyos, la inmensa mayoría considera que él es el muñidor de esta falta de Gobierno, de esta parálisis.

Eso tiene, o puede tener, una consecuencia importante, tanto para PSOE como para UP: que los votantes del partido morado estén pensando ahora mayoritariamente mantener su apoyo a Iglesias, que ha demostrado estar dispuesto a grandes sacrificios, a ofrecimientos en los que somete y supedita a su partido y a su persona al arbitrio de su ufano y envanecido contrincante político. Si eso sucediera finalmente así, si lo que apuntan a los sondeos se cumpliera, ni Podemos sufriría la debacle que auguraban los sondeos, ni el Partido Socialista daría el gran salto con el que Sánchez soñaba. Y volveríamos a estar en el punto preciso en que nos encontramos ahora.

Les queda una esperanza a los socialistas: que  los votantes del partido de Albert Rivera que, a tenor  del sondeo realizado por  DYM para El Independiente-Prensa Ibérica, se  inclinan muy mayoritariamente por un gobierno PSOE-Ciudadanos, le hagan llegar a su líder que por ese camino no va a ninguna parte y alguien le convenza que lo mejor para él y para su formación política sería un pacto de gobierno con Pedro Sánchez. Siempre y cuando, claro, el partido naranja logre conservar el suficiente número de escaños como para seguir sumando mayoría absoluta en el Congreso, que es lo que sucedía ahora. Pero eso no está de ninguna manera asegurado.

Al candidato a presidente no le quedan muchas más opciones donde elegir habida cuenta de que incluso entre sus propios partidarios son mayoría quienes se oponen a que el Gobierno se constituya sobre la base de un apoyo parlamentario de los partidos independentistas. No es el caso de los votantes de UP que estarían encantados con un pacto de esa naturaleza, pero ése es precisamente uno de los problemas que convierten en imposible que sus miembros formen parte del Gobierno de España.