Los CDR se dejan la Goma 2 por ahí tirada, como patitos de baño, y los legionarios se dejan las armas con los botellines, copiando esa marcialidad que tienen los botellines en formación. Ya conocerán lo de esos legionarios tomando cervezas por Villafranca del Penedés, con los fusiles por el suelo, como albañiles con fiambrera. Hay quien ha querido ver aquí la guerra definitiva para este 1-O, cada uno con sus armas: la dinamita hecha con la plastilina amarilla y congestionada del fracaso indepe, y el Ejército español paseando ya sus grandes fusiles de desierto, como si Cataluña fuera Afganistán. Claro que luego uno cae en que las armas de los legionarios son las cervezas, y que los fusiles son como cañas de pescar que uno se lleva al embarcadero, con la nevera.

Nuestro Ejército no va a invadir nunca nada, ni Villafranca del Penedés ni siquiera el Perejil, que se invadió solo. No va a invadir nada porque desde reclutas están acostumbrados a usar el fusil como escoba, y así lo llevan, como una escoba de barrendero cuando se toman la primera cerveza del barrendero, apenas el sol desenrolla los toldos. Hasta a nuestros legionarios, que usan de munición pelo del pecho, les cuesta olvidarse de que el fusil es la escoba o la escoba vestida de novia. Venían de maniobras, les entró la sed y se pidieron unos botellines aparcando las escobas o las novias. Es lo que pasa por tener un Ejército armado con escobas.

A pesar de estos legías con los fusiles a los pies, como rottweilers, de momento la guerra sólo está por un lado. Los que antes hacían estallar mierda en los escaparates ahora quieren hacer estallar dinamita y sueñan con piñatas de cuarteles de la Guardia Civil. Mientras, Torra, con cara de Arzalluz, cara de berza nacional e histórica, dice que no es para tanto, y que esos patriotas de mecha corta le sirven para performances en el Parlament y como recaderos entre personalidades e instituciones. Los CDR, mimados, subvencionados y alentados por la Generalitat, ya tienen explosivos con el despertador en hora. Nosotros seguimos teniendo botellines de cantina terrosa y al Tribunal Supremo con sus jueces como lentos koalas, como debe ser, por otra parte.

Los indepes no saben hacer una revolución, ni una guerra, ni siquiera un comando sin pringar ya al mismísimo Torra

Son los indepes los que tienen retórica y polvorín de guerra, pero, curiosamente, enseguida se acojonan si Inés Arrimadas les señala con un dedo de maestra, o si Marchena les explica la ley como un médico explica una lavativa. O si un legionario sale a comprar tabaco, como se ha visto, o se deja unas botas altas por ahí, como en Top secret. Yo creo que los indepes no sirven para una guerra, es decir, para un toma y daca, ya sea verbal, legal o con pólvora más o menos mojada. Ahí siguen, espantados de que no les dejen cocer su dinamita en casa, si será opresor el Estado…

Los indepes no saben hacer una revolución, ni una guerra, ni siquiera un comando sin pringar ya al mismísimo Torra. Da la impresión de que no podrían hacer explotar ni un globo con forma de caniche con todos sus comandos de mimos y cantautores. Están acabados, sólo quedan estertores y locos con una bomba de olla exprés como un reloj de patata. Por eso es fácil caer en la tentación de quitarles importancia. Pero no, los estertores son aún más peligrosos, porque no es que hayan perdido la cordura, que nunca la tuvieron, sino la esperanza.

Llega otro 1-O y ya parece que el independentismo sólo se moverá con TNT en el culo, como el Coyote. Y ahora, Casado se desmarca del 155, que siempre sonó a obús y ahora le suena a matar moscas a cañonazos, al menos ese 155 atómico que deja ya sólo para Rivera. Casado viene a decir que el Estado dispone de otras leyes y mecanismos más eficientes para los que roban el Parlament, los balcones y la libertad, e incluso para los que ponen trampas para el Correcaminos, sin llegar necesariamente al pánico nuclear.

Puede que sea lo más deseable a medio plazo, lo que ocurre es que cuando es toda la institucionalidad catalana la que apoya estos últimos espasmos, ya con la mecha de loco en la mano, el 155 podría evitar daños que el camino suave no tendría tiempo de impedir. Casado corre hacia el centro, hacia la moderación dicen, a ver si llega antes de las elecciones. Pero no sé si es moderación quedarse suspirando ante el resorte de un gatillo. Y no el gatillo de un colgado vestido de camuflaje como un cazador de patos, sino el gatillo de la Generalitat. Eso no sería moderación, sino ir a la guerra armado con botellines de cerveza.