Me siento muy orgulloso de la universidad española, de su misión docente e investigadora, de su labor vertebradora y de mejora social, de su lucha por la libertad y la igualdad, de su vertiente transformadora. Tengo el privilegio de vivir todo ello en directo. Por eso no me resulta extraño que un grupo de estudiantes de las universidades de Cataluña se estén rebelando frente al totalitarismo independentista de ultraizquierda. Tan satisfecho estoy de ellos como asqueado por el comportamiento de las doctas autoridades que ultrajan la toga y la muceta. El cambio de los atributos académicos por la capucha y el cóctel molotov que los indignos rectores de las universidades catalanas han realizado, resulta absolutamente deshonroso para la universidad y la sociedad española y catalana.
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