La pobre Greta Thunberg es una víctima de la codicia de sus padres. Hay algo siniestro en quienes utilizan a sus vástagos para enjuagar sus fracasos y engrosar su ego y su bolsillo. Ocurre en esta familia, que sólo puede ser admirada desde el más profundo papanatismo, pues no es un ejemplo de nada.

Sería injusto dudar de la candidez de esta muchacha y de su juvenil afán de mejorar el mundo. Pero tiene un problema, pues se ha convertido en el instrumento de quienes acostumbran a acercar el púlpito a la picota. Esto podría convertirle en un juguete roto más pronto que tarde. Por eso, a sus padres se les podría definir como irresponsables.

Será que los avaros no heredarán el reino de Dios, pero hay unos cuantos en estos pagos a los que no les va nada mal. Greta sirve de cara para el movimiento de lucha contra el cambio climático en un momento en el que muchos gobiernos persiguen ‘descarbonizar’ el tejido productivo y algunas grandes empresas han visto la oportunidad de hacer su agosto en este ámbito. Pero esta chica es vulnerable, pues padece el síndrome de Asperger, entre otros trastornos, y la enorme exposición mediática -de alcance mundial- no le ayudará. A nadie parece importarle lo más mínimo.

El problema de la activista

A Greta no habría que convertirla en abanderada de nada, sino ayudarla a apaciguar su sufrimiento. El que se observa en su rostro y en sus palabras iracundas en discursos como el que pronunció en Nueva York hace unas semanas.

No hay que engañarse: es la nueva herramienta de los lobbies más poderosos para justificar su nueva 'vía verde' de negocio, la que compran los medios con una sorprendente facilidad, sin hacer excesivas preguntas; y a la que se unen los gobiernos y las grandes empresas por una cuestión de imagen, dado que, a la hora de la verdad, nadie está dispuesto a jugar con desventaja frente a sus competidores. Sería una excepción antropológica que, en este caso, tampoco se va a producir.

La maquinaria mediática configura símbolos a la misma velocidad con la que los destruye. Al mínimo desliz, Greta será historia. No así su sufrimiento.

No se pretende aquí hacer un alegato contra el cambio climático, pero sí contra la impostura de tantos y tantos, que no dudan en aplaudir los discursos de una muchacha que seguramente acabará mal, pues la maquinaria mediática configura símbolos a la misma velocidad con la que los destruye. Al mínimo desliz, Greta será historia. No así su sufrimiento.

La generación cinematográfica se pirra por historias como la de Greta. La niña concienciada y responsable que se propone mejorar su entorno. Viaja en catamarán por el Atlántico Norte -allí donde habitaba el leviatán- porque el avión contamina, es vegetariana porque la ganadería emite abundante CO2 y es de uno de esos paraísos del norte de Europa tan alejados del imperfecto Mediterráneo, el mar de los pobres, que diría el gran Luis Escobar.

En Lisboa ha entrado este martes rodeada de medios de comunicación, con un set de prensa preparado para que se pronunciara y honores de jefe de Estado. Es el mesías de la nueva causa que ha sido elevada a la categoría de religión por el establishment. Greta podrá lograr que unas cuantas empresas y parlamentos hagan el paripé y tomen algunas medidas de 'emergencia climática'. Pero no podrá frenar la razón que se esconde detrás de los daños que el ser humano ocasiona en su entorno, que es su propia voracidad. Entre otras cosas, porque es la propia voracidad humana la que explica su fama. Hay quien está dispuesto a hacer mucho dinero con ella.

Viaje a Madrid

El viernes está previsto que participe en la Cumbre del Clima, en Madrid, y en la manifestación contra el cambio climático que se celebrará posteriormente. Mientras tanto, su padre, que ha dejado su trabajo como actor para acompañar a su mujer y a sus hijas, prepara a Beata, la hermana de Greta, para ser uno de los adalides de la causa feminista. Es decir, de otro de los puntos subrayados en rojo en la agenda de la izquierda internacional.

La matriarca, de paso, ha escrito un libro Nuestra casa está ardiendo. Una familia y un planeta en crisis para ganar algo de dinero con todo esto (no todo va a ser desinteresado, vaya usted a pensar). Allí –según El País- cuenta episodios tan llamativos como que su hija cayó enferma tras ver un documental sobre el cambio climático. Cualquier madre responsable que detecte que su hijo sufre por algo, no le impulsaría a mantener contacto con ello varias horas al día.

Quizá habría que vacunarse de una vez contra las sospechosas heroicidades adscritas a las causas que –pese a ser justas- son aprovechadas por los lobbies para aumentar su facturación. Quizá los medios que con tanta rotundidad se proclaman como ‘el antídoto contra la posverdad’ debieran detallar los puntos oscuros de los profetas de las causas indiscutibles. Y de su entorno.

Greta es una muchacha comprometida, pero que sufre en exceso como consecuencia de sus trastornos. El resto son vampiros. Incluidos los medios, los que, tarde o temprano, dejarán de interesarse por lo que dice. Cuando no dé ni audiencia ni beneficios.

Cruel mundo es éste, Greta, y horrible la condición humana. Más aún que el calentamiento global.

La pobre Greta Thunberg es una víctima de la codicia de sus padres. Hay algo siniestro en quienes utilizan a sus vástagos para enjuagar sus fracasos y engrosar su ego y su bolsillo. Ocurre en esta familia, que sólo puede ser admirada desde el más profundo papanatismo, pues no es un ejemplo de nada.

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