Con el ruido de la negociación entre el PSOE y ERC, y la presión de Moncloa para que Pedro Sánchez sea investido antes de que nos comamos las doce uvas, ha pasado casi desapercibido el acuerdo entre los partidos que componen el gobierno de la Generalitat (ERC y JxC) y los Comunes para subir los impuestos a los catalanes.

El objetivo es recaudar el año que viene 543 millones más, que saldrán de subir el IRPF (dos puntos más a rentas superiores de 90.000 euros brutos) y el impuesto de sucesiones (que afectará sobre todo a los herederos con patrimonios superiores a 500.000 euros, que es lo que cuesta un piso medio en Barcelona).

Si finalmente hay investidura de Sánchez con apoyo de ERC, ese es el futuro que nos espera a todos los españoles: más impuestos.

La subida de la presión fiscal es una de las señas de identidad de Unidas Podemos (que contará con, al menos, un vicepresidente y varios ministros en el próximo gobierno), al margen de la mayor presencia del Estado en la economía, que el partido de Pablo Iglesias e Irene Montero concreta en la creación de un banco y una eléctrica públicos, entre otras ocurrencias.

Como siempre, las subidas de impuestos se esconden tras argumentos demagógicos, como hacer que los ricos contribuyan más o que suponen la garantía del mantenimiento del Estado de bienestar. Pero, como vemos también en Cataluña, los que más sufren la carga fiscal son las clases medias, que no son tan pobres como para no tener que pagar ni tienen posibilidades de buscar mecanismos de elusión fiscal. Las clases medias y las empresas. Porque no olvidemos que en el laboratorio de ideas de UP se barajan nuevos impuestos ecológicos, a grandes bancos y a empresas tecnológicas.

Subir la carga fiscal no sólo está en el ADN de Podemos, sino que forma parte del acervo de ERC y es, por tanto, un argumento esencial para seducir a los independentistas republicanos y que apoyen con sus votos el gobierno de coalición.

Uno de los caramelos que Sánchez y Podemos ofrecen a ERC para que apoye la investidura es "hacer pagar más a los ricos": el viejo truco para exprimir a la clase media

La subida de impuestos que nos espera y que valoraremos en su día cuando se concrete en los nuevos presupuestos, va a tener lugar en un contexto económico de ralentización, que se agudizará con un aumento de la presión fiscal. En lugar de compensar el menor crecimiento que se espera para 2020 reduciendo la carga a los contribuyentes (lo que se entendería como una política fiscal anticíclica) se les van a apretar las tuercas un poquito más, lo que tendrá su repercusión en el consumo y en la inversión. De hecho, las familias ya están comenzando a ahorrar en previsión de una nueva crisis: según los datos del INE los hogares elevaron su tasa de ahorro sobre la renta disponible un 8,7% durante el segundo trimestre de este año. Por no mencionar el frenazo en el mercado de la vivienda y las dudas que ya empiezan a mostrar los inversores extranjeros.

¿Cómo va a ser la evolución económica en 2020? Veamos primero los aspectos positivos: han desaparecido los nubarrones de la incertidumbre, ante la posibilidad de un Brexit duro y, al mismo tiempo, se ha rebajado la tensión en la guerra comercial entre EEUU y China. Eso va a ayudar a que las cosas no vayan a peor. Lo que significa que en Europa nos encaminamos hacia una estabilización, pero con crecimiento muy modesto, cercano al 1%. España crecerá más que la media de la UE, pero no tanto como espera el gobierno. Si miramos el crecimiento del tercer trimestre de este año (o,4%), que probablemente se mantendrá en el último cuarto, y lo proyectamos a 2020, el crecimiento del PIB en el año entrante se situaría más cerca del 1,5% que del 2%. Aunque esos datos al común de los ciudadanos le suenan a cosas de economistas, su traducción a la economía real es clara: España pasará de crear 500.000 empleos en 2018 a crear sólo 200.000 en 2020. Es decir, que la reducción del paro se ralentizará y será difícil de recortar la tasa por debajo del 14%.

Por no hablar del déficit público, que no se va a reducir este año por primera vez desde 2012, y que será complicado recortar en 2020, como ya han avisado tanto desde el Banco de España como desde Bruselas.

Ralentización y subida de impuestos son una mala combinación para las clases medias. Eso sin contar con la inestabilidad política, que será una constante en los próximos meses, como ya se demostró con la primera edición del gobierno Frankenstein, modelo al que se ha apuntado Sánchez con inexplicable entusiasmo.

No les quiero amargar las fiestas, pero tampoco quiero que nadie se llame a engaño y piense que este país echará a andar como si nada cuando haya nuevo gobierno. No quiero ser agorero, pero lo peor está por llegar.

Con el ruido de la negociación entre el PSOE y ERC, y la presión de Moncloa para que Pedro Sánchez sea investido antes de que nos comamos las doce uvas, ha pasado casi desapercibido el acuerdo entre los partidos que componen el gobierno de la Generalitat (ERC y JxC) y los Comunes para subir los impuestos a los catalanes.

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