La democracia española de 1978 mostró desde su inicio haber aprendido muchas cosas de los errores cometidos durante la II República, y también dispuso en la nueva Constitución de mecanismos defensivos contra los eventuales golpes de Estado de origen militar o terrorista, pero no se blindó bien contra los posibles golpes que se podían dar desde las propias instituciones democráticas. Y sin embargo y desde el mismo sitio esa experiencia golpista ya se había dado contra la República, concretamente el 6 de octubre de 1934, cuando Luis Companys, que había sido ministro del Gobierno de España desde diciembre de 1932 hasta septiembre de 1933, aprovechando la huelga general que se había convocado salió al balcón de la Generalidad para declarar la independencia de Cataluña.

Poco después de aquella asonada, en la cual murieron 46 personas, Companys se rendía ante el general Batet, un buen militar, católico y republicano, que sería después fusilado por los franquistas. Companys y su Gobierno fueron juzgados y condenados a treinta años de cárcel por rebelión militar y la Autonomía catalana fue suspendida sine die.

Uno se pregunta si no hay nadie en el entorno de Pedro Sánchez capaz de mostrarle algún libro de Historia

Cuando el Frente Popular ganó las elecciones en febrero de 1936 no sólo indultó al Gobierno de la Generalitat y restauró la vigencia del Estatuto, también incorporó a seis ministros de ERC, introduciendo el caballo de Troya contra la República, a la que, a pesar de haberles perdonado e incorporado al gobierno de España, traicionaron (la palabra traición es de Azaña) durante la guerra civil, como denunció el presidente del Gobierno, Juan Negrín.

Manuel Azaña describe en sus memorias a una Generalidad que en plena guerra estaba “en franca rebelión e insubordinación y si no ha tomado las armas para hacer la guerra al Estado será o porque no las tiene o por falta de decisión o por ambas cosas, pero no por falta de ganas”.

Y es ese mismo Luis Companys, convertido en “héroe nacional”, al que adora y enaltece Oriol Junqueras. Y uno se pregunta si no hay nadie en el entorno de Pedro Sánchez capaz de mostrarle algún libro de Historia. ¿Tampoco hay alguien capaz de indicarle los gravísimos riesgos que tiene el camino político que él ha escogido? Y lo escogió sin consultar a nadie, sin que hubiera dentro de su partido la menor discusión y sin que los diputados recién elegidos tuvieran nada que opinar, abrazándose a Podemos antes de que pasaran 48 horas del recuento electoral, en el que entre los dos, PSOE y Podemos, habían perdido casi dos millones de votos respecto a las elecciones de abril. Es decir, en menos de siete meses.

Y es que ese abrazo, al echar del baile al centro derecha, obligaba a un pacto con separatistas, pues PSOE+UPodemos no llega ni de lejos a los 176 diputados de la mayoría de la cámara. Lo cual implicaba otra necesidad: la de que al menos ERC se abstuviera en la votación de investidura o que C’s y PP le regalaran la investidura a un Gobierno de coalición que va a tener dentro a un partido izquierdista, antimonárquico y amigo de separatistas de variada condición. Y, desde luego, reclamar la abstención con el argumento de que el PSOE ya lo hizo para que Rajoy pudiera ser investido es una prueba –una más- de cinismo mentiroso. Entre otras razones porque Sánchez nunca quiso ni votó aquella abstención.

El camino elegido puede llevar al PSOE al desastre, pero también puede resultar nefasto para la Democracia española

Desde luego, el camino elegido puede llevar al PSOE al desastre, pero también puede resultar nefasto para la Democracia española. Un Gobierno que probablemente estará asesorado por esa pandilla de leguleyos que rodean y ayudan al separatismo catalán en su afán de torcerle la mano a la justicia española.

Y qué decir de esa “mesa de Gobiernos” que, al parecer, se pretende crear no se sabe sobre qué base legal.

Y todo este maremágnum se pretende obviar a base dos palabras, “diálogo” y “política”, como si el diálogo fuera viable con interlocutores que maldicen a la Constitución y a instituciones como la Monarquía (“el discurso del Rey en Nochebuena me pareció un mitin de Vox”, ha dicho ese “dialogante negociador” que se apellida Rufián). En cuanto a que “esto es un conflicto político y no judicial", ¿qué pretende?, ¿dejar impunes delitos como el de sedición?

La democracia española de 1978 mostró desde su inicio haber aprendido muchas cosas de los errores cometidos durante la II República, y también dispuso en la nueva Constitución de mecanismos defensivos contra los eventuales golpes de Estado de origen militar o terrorista, pero no se blindó bien contra los posibles golpes que se podían dar desde las propias instituciones democráticas. Y sin embargo y desde el mismo sitio esa experiencia golpista ya se había dado contra la República, concretamente el 6 de octubre de 1934, cuando Luis Companys, que había sido ministro del Gobierno de España desde diciembre de 1932 hasta septiembre de 1933, aprovechando la huelga general que se había convocado salió al balcón de la Generalidad para declarar la independencia de Cataluña.

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