En el ano muere el heteropatriarcado y comienzan el conocimiento y la verdad. El ano, como no podía ser de otra forma, es el Tercer ojo, el ojo u ojete de Horus, la Piedra Filosofal que hay que pasar por la piedra. Por ahí entra la iluminación con forma de gusiluz peniano; ahí se manifiesta el ser completo cuando se tapa, cuando se complementa, como un yin y un yang lanudos. Con la penetración anal, que quizá habría que llamar completitud anal, llega la igualdad, llega la gnosis, llega la unión universal manifestada en la fusión de lo cóncavo y lo convexo, de lo anterior y lo posterior, de lo primero y lo último (alfa y omega, claro). Prepárese usted, pues, para la era de la penetración anal.

La nueva directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, lleva como guía un catecismo (ella lo llama agenda) del sexo bueno, del sexo sabio, del sexo “natural”

Es justo en ese momento cuando uno saldría huyendo, por supuesto, del líder de la secta que te está diciendo eso para darte por retambufa. El líder de la secta, con dientes de un amarillo vela, con túnica campanario para el badajo, con misticismo menorero, que ya tiene el ovni de puticlub para la venida y los cojines de ganchillo para la orgía; el líder de la secta, decía, seguramente es un sabio y un santo que se ha desprendido de los yugos de la convencionalidad y de la falsa moral de esclavo, esa “moral como contranaturaleza” (él citaría a Nietzsche, que sonaría sulfuroso y wagneriano entre sus dientes amarillos como cuevas nibelungas). Y uno, que no quiere dejarse dar por el culo para alcanzar ninguna verdad, más que nada porque no hay ninguna verdad ahí, a lo mejor es un retrógrado. Pero mi ano aún es mío, no de ningún gurú de ruló, ni de la directora del Instituto de la Mujer, que a lo mejor se le parece.

Todo este pequeño cuentito iba por eso, porque por el ano va comenzando la guerra cultural de la izquierda, de la nueva política, del Gobierno de progreso y de toda esa comuna atufada. La nueva directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, lleva como guía un catecismo (ella lo llama agenda) del sexo bueno, del sexo sabio, del sexo “natural”. También lleva, como cayado de profeta, una máquina penetradora de anos. La gente es que folla por follar, a lo loco, sin tener en cuenta ni lo simbólico ni lo político, así como si lo hiciera por vicio. Ciegos de extravío y perversión, no somos capaces de ver la necesidad, como explica ella, de que los hombres sean penetrados analmente para que sea posible la verdadera igualdad. Tampoco vemos que “la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad”. Ni natural ni moral. Supongo que cuando un hombre eyacula sin haber sido penetrado analmente, San Luis llora, como le decía el cura fascista de Amarcord al niño que se tocaba. O llora Gloria Fuertes, por actualizarlo un poco, no sé.

Esos vientos de sotana en los bajos, en el sexo y en la mente, esa oscuridad del sexo iluminado sólo por el ojo censor que te miraba y te condenaba, cuánto costó quitarnos eso de encima. Lo que es natural y lo que no, lo que es deseable para la sociedad y lo que no, lo que nos deja santos o nos deja ciegos… Ese Dios omnipotente, bueno y sabio preocupándose de lo que hacemos con los genitales, de la repercusión moral de los genitales, de la dimensión política de los genitales (“no es por vicio ni por fornicio, sino por dar un hijo a tu servicio”, que se disculpaban en Como agua para chocolate). Curas castrantes, inquisiciones de las pichitas, rebuscadores de los bajos, santos huelebraguetas, sórdidos paritorios de la Patria… Y siempre, contra la libertad. Porque lo mandaba Dios o lo demandaba el Estado (en Cuba no perseguían a los homosexuales porque su conducta fuera pecado). Y ahí están todavía, ahí nos siguen tocando muy igualitariamente los cojones y el coño los que todavía nos dicen qué hacer en el sexo, y cómo hacerlo, y con quién hacerlo, y para qué hacerlo. Todavía los hay, curitas del sexo o del antisexo. Pero casi todos están ahora en la izquierda santurrona, beatilla, puritana, mandona, mirona, que nos dice lo que tenemos que hacernos en el ano para que ella sienta que su revolución avanza. Parece mentira que el gran producto moral de la modernidad sea tan antiguo y esté tan olvidado, eso que dijo Kant, que el hombre es un fin en sí mismo y no un medio para otros individuos. Ni para sus causas, sus ideologías o sus paraísos. El hombre y su culo, claro.

Podemos va colocando a sus curitas del sexo y su ortodoxia, que nos quieren librar de la esclavitud diciéndonos exactamente lo que tenemos que hacer, que es lo que pasa siempre con esta gente

Por ahí ha empezado la guerra ideológica Podemos, por el culo. Desde luego, es mucho más impactante que ver a Iglesias repetir ese anuncio de los 70 con el niño, el dónut y la cartera. A lo mejor él, aunque lo intente, no va a poder hacer mucho más que eso, estrenar la caja de lápices Alpino, recién talados. Pero ya vemos que van colocando al menos a sus curitas del sexo y su ortodoxia, que nos quieren librar de la esclavitud diciéndonos exactamente lo que tenemos que hacer, que es lo que pasa siempre con esta gente. No sé si sería mejor para la sociedad en general que nos folláramos todos por el culo (tampoco es fácil convencer de esto a una feminista, no se crean), o que todos los anos estén llenos y todas las vaginas vacías (ahí puede haber cierto interés de parte), o que nos fecundáramos en granjas, con unos pocos machos sementales y muchas hembras de nalga vacuna. El caso es que el amor, la ética y la libertad, nuestro aprecio al menos momentáneo por la libertad, impiden que nuestras opiniones sobre lo que es mejor o peor para los demás les obliguen a obedecernos. Que mi ano entre en un gran esquema para el dominio cultural o para la Revolución no hace que deje de ser mi ano. De momento, no se lo voy a entregar yo a esa señora con dildo, a su partido de catecismo ni a su secta de oler culos, así me viniera con el primer empujón el luminoso nirvana o el frío orgasmo, de próstata o de matadero, del proctólogo.

En el ano muere el heteropatriarcado y comienzan el conocimiento y la verdad. El ano, como no podía ser de otra forma, es el Tercer ojo, el ojo u ojete de Horus, la Piedra Filosofal que hay que pasar por la piedra. Por ahí entra la iluminación con forma de gusiluz peniano; ahí se manifiesta el ser completo cuando se tapa, cuando se complementa, como un yin y un yang lanudos. Con la penetración anal, que quizá habría que llamar completitud anal, llega la igualdad, llega la gnosis, llega la unión universal manifestada en la fusión de lo cóncavo y lo convexo, de lo anterior y lo posterior, de lo primero y lo último (alfa y omega, claro). Prepárese usted, pues, para la era de la penetración anal.

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