En el último año de instituto una de mis amigas se quedó embarazada. La reacción de sus padres no fue tanto de susto por la situación en sí sino por lo que la había provocado. ¿Su hija de 17 años mantenía relaciones sexuales? En su casa jamás se había hablado de eso. En aquel lugar no mencionaron nunca un preservativo, ni una enfermedad de trasmisión sexual, ni se alertó de una situación de acoso. Mi amiga, como todas, sabía lo que sabía por lo que escuchaba de las demás y, sobre todo, por lo que no escuchaba en casa.

La reacción fue tremenda. "¿Te ha obligado?", le dijeron. Como si no concibiesen que su hija de 17 años tuviera aun autoridad para haber tomado la decisión de acostarse o no con alguien. Estuvo peor, quizá, el deseo que las consecuencias que había traído el mismo. Mi amiga no sabía que lo de contar los días no servía de anticonceptivo. Otra de nosotras, no fue capaz de decir que era lesbiana hasta entrar en la universidad, porque para qué pasar por el rumor y el cotilleo, para que ser señalada y ridiculizada por niños a los que no les habían enseñado nada.

Por eso, ahora en la época de no enseñar a los adolescentes educación sexual, en la de temer que por saber todo saldrá mal, veo Sex education, una serie que nos habría venido genial a los 16, y me emociono al pensar que, ante tanto intento de pin parental, cada uno de estos capítulos son una magnifica lección de normalización y, sobre todo, una clase de sexualidad que les vendría bien a incluso a personas de 40.

Aquí no hay sexo descarnado, no hay humillación, no hay dominio

Porque en una sociedad en la que los niños ven porno desde los 11 años, mejor enseñarles otro modelo. Aquí no hay sexo descarnado, no hay humillación, no hay dominio. Aquí, hay miedos, descubrimientos, hay chavales que no saben cómo hacer lo que desean hacer, que aprenden a ser cuidadosos. Hay homosexuales agredidos que muestran el dolor, la angustia y la injusticia de su situación. Hay chicas empoderadas que se sienten igual de libres sexualmente que sus compañeros. Hay lesbianas con temores, con miedo a los prejuicios. Hay embarazos, hay abortos. Está la vida, el mundo.

Todo con un protagonista tímido, asilado, que convive con una madre que se dedica a la terapia sexual y que le genera la empatía de entender la sensiblidad de cada uno. Es ella la que en una serie divertida y que engancha enseña a quien la ve, casi sin que este se de cuenta, como se utilizan los métodos anticonceptivos, que el sexo es natural y no una aberración, que no pasa nada si te sientes distinto, si te ves en un cuerpo que no te corresponde.

El otro día hablando con una madre de un niño de 16 años me dijo que su hijo veía la serie. Hablaba de chicos normales que tienen sexo, porque "los jóvenes lo practican a todas horas", pero que era "canalizado y sano". "Le ayuda a ver que el sexo no es algo perfecto ni mecánico ni algo que hay que estigmatizar. Hablan de problemas sexuales, erecciones nocturnas, disfunción, falta de orgasmo, vaginismo, masturbación, sexo entre el mismo sexo, atracción…cosas que les puede pasar a ellos, que son corrientes y que son parte del sexo".

Porque no hay nada más tranquilizador que la información. Porque si seguimos diciéndoles a los adolescentes que está mal, que no, que más tarde. Que todo mal. Todo saldrá peor. Porque mi amiga ya sabe que quiere que vea su hijo.

En el último año de instituto una de mis amigas se quedó embarazada. La reacción de sus padres no fue tanto de susto por la situación en sí sino por lo que la había provocado. ¿Su hija de 17 años mantenía relaciones sexuales? En su casa jamás se había hablado de eso. En aquel lugar no mencionaron nunca un preservativo, ni una enfermedad de trasmisión sexual, ni se alertó de una situación de acoso. Mi amiga, como todas, sabía lo que sabía por lo que escuchaba de las demás y, sobre todo, por lo que no escuchaba en casa.

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