A Perpiñán fue mucho la gente a ver a Marlon Brando untar la mantequilla, o sea, a hacerse la pajilla de la libertad, o a creerse que la libertad era como una pajilla. Una vez que el independentismo catalán se ha instalado en el autoerotismo de soga y fusta, ir a Perpiñán no significaba volver al antifranquismo de estación, ni a las estribaciones de la patria del pastor que regresa de la mili o del médico, sino al templo melancólico del alivio solitario. Brando parecía en aquella película más un pervertido de muñecas que de jovencitas, y la verdad es que Puigdemont tiene ya algo de señor que se ha encerrado a vivir con muñecas, como López Vázquez en aquella inquietante frikada que hizo una vez, No es bueno que el hombre esté solo.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Interior se persona en la causa contra el teniente coronel de OCON
- 2 ¿Cual es el mejor Treonato de Magnesio? Estas son las 7 mejores del mercado
- 3 Corinna y el principio del fin. Por Casimiro García-Abadillo
- 4 Escenarios tras la histórica sentencia sobre el Sáhara Occidental
- 5 Zambudio, el empresario murciano de los mil negocios
- 6 Hernán Cortés, el "más genial" de los conquistadores que no fue un héroe ni un villano
- 7 Cuando la princesa almorzó con los cocineros del Club Financiero
- 8 Esto es lo que Hacienda nunca podrá embargarte
- 9 El sanchismo mediático ha quedado retratado