En estas elecciones vascas y gallegas ha habido un claro vencedor que ha destacado sobre todos los demás y ése vencedor se llama Alberto Núñez Feijóo. El líder gallego del PP se ha alzado con nada menos que 41 escaños, los mismos que había conseguido en los últimos comicios autonómicos en 2016. Cuarta mayoría absoluta. Una auténtica proeza. Y digo que destaca sobre todos los demás porque el otro gran vencedor claro de estas elecciones, Iñigo Urkullu, incrementa su representación parlamentaria en tres diputados, lo cual es un éxito indudable, pero se queda lejos, muy lejos, de emular la hazaña del gallego.

Por lo tanto, aquí hay un gran ganador y, a una considerable distancia, quien ha logrado una muy meritoria medalla de plata. Ambos conservan la presidencia de sus respectivos gobiernos con una diferencia importante: el gallego no tiene la necesidad de pactar con ninguna otra fuerza política -no habría podido hacerlo en ningún caso si no hubiera alcanzado los 38 escaños- y el vasco tiene que repetir la fórmula de gobierno de coalición, cosa a la que el PNV está históricamente acostumbrado.

En estas dos elecciones hay, sin embargo, unos cuantos perdedores que lo han sido en ambos territorios. Uno de ellos es el Partido Socialista, con el agravante de que es el partido que está en el Gobierno y, por lo que se ha visto este domingo, es evidente que no ha sacado rédito ninguno de su gestión gubernamental. El magro diputado de más que Idoia Mendia ha conseguido aportar al parlamento vasco no dulcifica en modo alguno la constatación de que el PSOE ha fracasado en las dos pruebas electorales. Porque en Galicia no ha sido capaz de salir de los 14 diputados cuando en 2012 consiguió 18 escaños y en 2009 obtuvo 25.

No es como para estar contento, sobre todo porque el BNG ha logrado más que triplicar sus resultados de 2016, lo cual hay que atribuírselo a una excelente candidata, Ana Pontón. Una humillación en toda regla. El BNG ha dado un salto de enorme envergadura y se convierte a partir de ahora en la auténtica y real amenaza política y electoral para el candidato del PP, que no podrá seguir encadenando en el futuro sucesivas victorias absolutas por una mera cuestión de desgaste de materiales.

El magro diputado de más que Idoia Mendia ha conseguido aportar al parlamento vasco no dulcifica en modo alguno la constatación de que el PSOE ha fracasado en las dos pruebas electorales

A la candidata socialista en el País Vasco, la señora Mendia, le quedará al menos el consuelo de maquillar la pobreza de estos resultados con el pacto de gobierno que previsiblemente repetirá con el PNV. Pero nada más. El PSE sigue rampando por el subsuelo político del País Vasco, donde también ha sido espectacularmente humillado por la formación proetarra de EH Bildu, que ha obtenido un resultado muy bueno a base de hacer una campaña más centrada en las cuestiones de gestión y los asuntos sociales.

Cinco escaños han subido los bildutarras en estas elecciones, con lo que siguen aumentando su distancia respecto del PSE y ganando un peso creciente en ese territorio. Lo cual tendrá seguramente una traducción política en el Congreso de los Diputados. Bildu está dejando de ser progresivamente, elección tras elección, una opción minoritaria para convertirse en un actor determinante en la vida política del País Vasco.

De modo que, si quisiera, que no va a querer, el PNV estaría en condiciones de montar una tangana independentista del estilo de la montada en Cataluña porque contaría para ello con una amplísima mayoría absoluta en el parlamento vasco. Y eso es algo que merece ser tenido muy en cuenta por el Gobierno de Sánchez pero también por los partidos del centro derecha porque la representación de las formaciones constitucionalistas es cada vez más exigua, casi simbólica, incluso contando con el PSE. Y eso es un fracaso que no tiene consecuencias de momento porque el PNV no está por la labor. Y por nada más.

De manera que estamos en ese sentido en manos de lo que decidan hacer los de Urkullu y Ortúzar que, afortunadamente, no están inclinados a seguir los pasos de JxCat y ERC en Cataluña aunque numéricamente podrían hacerlo. La lamentable experiencia independentista de Juan José Ibarretexe les bastó para escarmentar y no repetir la jugada y la contemplación de la deriva catalana, que tantas veces roza lo grotesco, les habrá convencido de lo acertado de su posición. Pero, insisto, podría, porque tendría un socio más que dispuesto a recorrer ese camino.

Capítulo aparte merece Podemos que sigue imparable su descenso a los abismos en todas las elecciones que se convocan. Una tras otra. No consta en los anales parlamentarios el caso de un partido político que pase de una legislatura a otra de 14 diputados a cero pelotero. Impresionante. Una derrota que se acompaña con la pérdida en el País Vasco de casi la mitad de los escaños obtenidos en 2016.

A Pablo Iglesias deberían bajarle de inmediato los humos en el Consejo de Ministros. Sus socios socialistas deben ser conscientes de que sientan a su mesa a un menesteroso político que es verdad que sostiene el Gobierno, pero que está ahí porque se le necesita pero no porque se lo haya ganado en las urnas. Y menos que se lo sigue ganando. Por lo tanto, menos pretensiones y menos espectáculos. Podemos se despeña, es una constatación.

Vox ha conseguido un escaño en Álava, la tierra de Santiago Abascal. Es una buena inyección de ánimo que consolará al partido del fracaso absoluto de su intento de conseguir representación en tierras gallegas.

Por lo que se refiere al PP probablemente intentará refugiarse tras el presidente gallego y envolverse en su victoria. Pero eso es una trampa. No se puede decir que Feijóo no tenga nada que ver con el Partido Popular porque ése es su partido, pero su campaña y su apuesta política están construidas en torno a su persona y han sido decididas al margen, no en contra pero sí al margen, de la dirección del PP en Madrid.

A Pablo Iglesias deberían bajarle de inmediato los humos en el Consejo de Ministros. Sus socios socialistas deben ser conscientes de que sientan a su mesa a un menesteroso político

Lo que sí que hay que anotar en la cuenta política particular de Pablo Casado y de Teodoro García-Egea es el resultado de los comicios vascos porque fue suya la iniciativa de cortarle la apuesta a Alfonso Alonso -una apuesta que era mucho más próxima a la del líder gallego- para imponer al PP del País Vasco un candidato, unas condiciones de coalición con Ciudadanos y un mensaje que se ha demostrado pésimo en sus resultados. La coalición PP-Cs ha perdido cuatro diputados de los escuálidos nueve que tenía. Casi la mitad.

Indudablemente la figura de Núñez Feijóo crece extraordinariamente dentro de su partido y en toda España. La dirección nacional tendrá a partir de hoy que escucharle y, sobre todo, que atender sus recomendaciones mucho más de lo que lo han hecho hasta ahora y llevarlas a la práctica. Es verdad que en la victoria del gallego hay un importante componente personal pero de ninguna manera es el elemento determinante en su victoria.

Es su mensaje de moderación, de voluntad de inclusión, de su negativa a la confrontación como método de acción política, de determinación de acercamiento y diálogo con el adversario, lo que le ha dado la victoria. Pero ese resultado va mucho más allá de Galicia y se va a extender por el ámbito de ese centro derecha y ese centro izquierda que añora una parte importantísima de los españoles.

Las direcciones nacionales de los grandes partidos intentarán explicar, por la cuenta que les tiene, que estamos sólo ante unas elecciones autonómicas sin especial relevancia en la política de ámbito nacional. No es verdad. En España están cambiando las cosas.

En estas elecciones vascas y gallegas ha habido un claro vencedor que ha destacado sobre todos los demás y ése vencedor se llama Alberto Núñez Feijóo. El líder gallego del PP se ha alzado con nada menos que 41 escaños, los mismos que había conseguido en los últimos comicios autonómicos en 2016. Cuarta mayoría absoluta. Una auténtica proeza. Y digo que destaca sobre todos los demás porque el otro gran vencedor claro de estas elecciones, Iñigo Urkullu, incrementa su representación parlamentaria en tres diputados, lo cual es un éxito indudable, pero se queda lejos, muy lejos, de emular la hazaña del gallego.

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