Euskadi es hoy menos política. Sea por miedo a un virus, por hastío de la clase política o por simple desengaño, el Parlamento Vasco que ayer dibujaron las urnas lo eligió apenas la mitad de la sociedad vasca. Quizá la más movilizada, la más responsable o la menos temerosa. La Cámara que en los próximos cuatro años deberá reconstruir económicamente el País Vasco, la que tendrá que debatir y aprobar el nuevo estatus político y encaje de la Euskadi del futuro en el Estado la han elegido algo más de 866.000 vascos. El resto de los casi 1,7 millones de ciudadanas y ciudadanos con derecho a voto o ha preferido no pronunciarse (890.0000 ciudadanos) o se han decantado por opciones minoritarias (23.000).

Quienes sí lo han hecho han dibujado un Parlamento más nacionalista, más fragmentado en la izquierda y más dividido en la derecha no nacionalista. Han añadido un elemento inédito, la entrada de Vox y Ciudadanos, y que augura un retorno a confrontaciones que parecían relegadas en la legislatura que ahora concluye.

En las urnas del 12-J el 48% de los vascos no se ha pronunciado. Los resultados de las elecciones autonómicas arrojan la abstención como uno de los elementos más determinantes. El domingo alcanzó el 52,8%, la cifra más elevada de la democracia. Y a una baja participación, menos votos en el reparto y una evidente rebaja del ‘precio’ de cada uno de los 75 escaños que componen la Cámara vasca.

Una de las paradojas de estas elecciones autonómicas en el País Vasco es que muchos de los partidos han obtenido más parlamentarios pese a tener muchos menos votos que en 2016. Es el caso del vencedor, el PNV, que se ha dejado casi 50.000 votos respecto a las anteriores elecciones autonómicas. Hace cuatro años los 28 escaños requirieron 398.000 votos y ayer le bastaron 348.000 para engordar hasta los 31 asientos en Vitoria y rozar el que aún es su mejor resultado en solitario -exceptuando cuando concurrió con EA en 2005 y 2001-, en tiempos de Carlos Garaikoetxea, en 1984, con 32 escaños.

Lo mismo le ha sucedido a su socio de Gobierno y que salvo sorpresa reeditará la coalición, el PSE. La formación de Idoia Mendia no ha logrado capitalizar de modo importante su presencia en el Ejecutivo. Más aún, pese a haber perdido votos, 126.000 logró hace cuatro años, 121.000 ayer, tendrá un representante más, 10. De este modo, a Urkullu y Mendia se les abre la posibilidad de prolongar la coalición pero esta vez con una cómoda mayoría absoluta de la que no gozaban.

Otegi se 'come' a Podemos

Pero sin duda, quien mejor rentabilidad ha logrado de la gran abstención registrada ayer ha sido EH Bildu. La coalición que lidera Arnaldo Otegi sí mejoró sus votos respecto a 2016, 23.000 más, y con ellos ha recibido hasta cuatro asientos más y que refuerzan su posición de modo notable como líder de la oposición. En 2012 la coalición se estrenó en las autonómicas con un apoyo mayor, 277.000.

La izquierda abertzale ha fagocitado gran parte del voto decepcionado de Elkarrekin Podemos. La formación de Pablo Iglesias, que concurría a las elecciones en el País Vasco tras un convulso proceso de elección de candidata y renovación de su cúpula en Euskadi, se hundió ayer. Los once parlamentarios con los que contaba se han reducido a casi la mitad, 6, y sus votos han caído de los 157.000 a apenas 71.000.

Una debacle que se auguraba para la coalición PP+Cs en todas las encuestas y que también se confirmó. El candidato Carlos Iturgaiz, impuesto por Pablo Casado, y que contaba con el aval de Ciudadanos, no ha ilusionado como lo hiciera a finales de los 90 en el País Vasco convulso de la amenaza terrorista.

Iturgaiz ha pasado de ser el presidente del PP vasco que mejores resultados ha obtenido en el País Vasco -en 2001 el PP vasco logró 326.000 votos y 19 escaños- a ser el candidato con el peor balance: 60.000 votos. En solitario el PP del expresidente del PP en Euskadi, Alfonso Alonso, había logrado 107.000 votos hace cuatro años. Entonces el análisis también se dibujó en términos de récord de fracaso.

La irrupción de Vox en la Cámara vasca ha estado favorecida en gran medida por la baja participación. Los poco más de 17.500 escaños que la formación de Abascal ha logrado en Euskadi le han permitido situar por primera vez un representante en el Parlamento Vasco. Vox llegó a obtener en Euskadi 28.000 votos en las últimas elecciones generales.

Urkullu, sin desgaste

El escenario que dibujan las elecciones apuntan a un cansancio del electorado en Euskadi con la menor implicación parlamentaria vivida hasta el momento y un reforzamiento de la actual fórmula de gobierno trasversal PNV-PSE para liderar la salida de la crisis económica. Ni la gestión de la crisis sanitaria ni los casos de corrupción o la gestión del accidente de Zaldibar parecen haber desgastado a Urkullu, que no sólo no debilita su posición sino que la refuerza y tiene ante sí la posibilidad de gobernar con una cómoda mayoría absoluta junto al PSE.

El debate abierto en la izquierda, en la que Elkarrekin Podemos ha subrayado la necesidad de forzar una alianza para desbancar al PNV parece abocado al fracaso por ahora. El que ha sido principal mensaje de su candidata, Miren Gorrotxategi, no ha contado con el apoyo de la ciudadanía, que ha castigado de modo severo a la formación de Pablo Iglesias. El propio líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno reiteró esa llamada a una alianza de izquierdas para “llevar a la oposición” al PNV en el acto del pasado viernes en Durango. La derrota de Gorrotxategi, candidata de Iglesias y partidaria de un cambio de estrategia en favor de la confrontación con el PNV, deja cuestionada la estrategia diseñada por el partido para Euskadi. Una formación que hace sólo unos años figuraba como una de las primeras opciones para los vascos.

EH Bildu ha sabido absorber gran parte del discurso social que tiempo atrás monopolizaba la formación morada. La izquierda abertzale ha moderado en campaña el discurso más soberanista en favor de los mensajes de reconstrucción en clave social y de oposición a “las derechas”. Lo ha hecho hasta el extremo de forzar la declaración de Urkullu de ser un líder “más de izquierdas que nadie” en materia social. Dos semanas en las que la cuestión de la violencia, incluidos los ataques a sedes de partidos, o la polémica en torno a los GAL o los presos ha ido diluyéndose en favor de las cuestiones de reconstrucción económica y social.

En la derecha vasca se abre un importante cisma interno. El proceso de renovación que Pablo Casado ha querido imprimir desde el primer momento en el PP vasco ha quedado cuestionado por las urnas. El PP vasco ha perdido apoyo desde 2001 en cada una de las elecciones convocadas. De los 326.000 votos de las autonómicas de 2001 ya sólo queda una quinta parte y gracias a la suma con Ciudadanos.

Casado y el PP vasco

El PP vasco debe abordar en esta situación un proceso de renovación de su dirección en el País Vasco y que será complicado. Casado apuesta por Iturgaiz para renovar el partido pero el sector afín a Alonso tiene ahora una baza importante para cuestionar la operación llevada a cabo desde Génova y que se ha demostrado fallida. El tirón de Iturgaiz de otro tiempo no es válido en la Euskadi de 2020 y el futuro para liderar el PP vasco augura una lucha interna evidente en el PP del País Vasco.

Ciudadanos es la única formación que sale beneficiada de esta situación tras haber logrado entrar en el Parlamento Vasco gracias al acuerdo con el PP y que de otro modo probablemente no hubiera logrado. El acto de Casado e Inés Arrimadas ante el Arbol de Gernika defendiendo el ‘foralismo constitucional’ fue el momento clave del cambio que ambos líderes quieren imprimir al constitucionalismo de centro derecha en Euskadi. El propio Iturgaiz tildó ayer los resultados de “meta volante” en la construcción de una “alternativa” al PNV.