Irene Montero se está haciendo todo el circuito de hija de Julio Iglesias o algo así, que no pasa precisamente por ese Vallecas de burros muertos y barricadas de latas de sardinillas que Podemos describe y al que se siente tan cercano. Montero ha posado esta vez para Vanity Fair, una revista que les toma el pelo a todos o que nunca entendió la ironía de llamarse como la novela satírica que va de eso, de las vanidades de una sociedad de vuelillo, pose, ambición, desmayito y roña. En cualquier caso, Diez Minutos es una cosa de peluquería pero Vanity Fair ya es de clínica láser, así que Montero va ascendiendo como por una escalinata de vedete o una pirámide de Ferrero Rocher, mezclando el orgullo de barrio con gasa de diamante, al final más como Sara Montiel que como la Preysler

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