Según una encuesta de GAD-3, patrocinada por Amazon Prime, el 60% de los menores de 34 años no saben quiénes son Miguel Ángel Blanco y José Antonio Ortega Lara. Tanto la liberación del funcionario de prisiones, que permaneció secuestrado en un minúsculo zulo durante 532 días, como el asesinato del joven concejal del PP de Ermua, que se produjo doce días después, conmocionaron a la opinión pública en aquel dramático mes de julio de 1997. De aquella oleada de indignación ciudadana contra el terrorismo de ETA que provocaron esos dos sucesos encadenados hoy apenas queda nada.

En la noche de ayer ETB-1 emitió el documental Euskal Herria y Libertad, dirigido por Thomas Lacoste, ya difundido en Francia, en el que se presenta a José Antonio Urritoetxea, Josu Ternera -a la espera de extradición- como un héroe, el hombre clave para que ETA dejara de matar mediante una decisión "unilateral".

El citado documental comienza con las imágenes del golpe de Franco contra la República. ETA no es más que una organización antifranquista que recurrió a la violencia pero como respuesta a la violencia del Estado.

La eurodiputada Mayte Pagazaurtundua, cuyo hermano fue asesinado por ETA en 2003, denunció ayer el citado documental como "propaganda pura y dura de ETA". Pero la televisión pública vasca decidió emitirlo porque lo considera como una visión original del llamado conflicto vasco.

Mostrar la verdadera cara de ETA como una organización criminal, que fue derrotada por el Estado de Derecho, también es "memoria democrática"

Mientras que el Gobierno ha puesto en marcha una ley de Memoria Democrática (que no añade gran cosa a la ley de Memoria Histórica promulgada en 2007 por el Gobierno de Rodríguez Zapatero), se suprimen las calles con nombres generales franquistas y se propone la anulación de los juicios y condenas por motivos políticos por tribunales especiales durante la dictadura, la memoria más reciente sobre una banda que provocó 837 asesinatos, miles de heridos y que creó un clima de terror irrespirable en el País Vasco hasta hace nueve años, ha quedado difuminada.

La memoria debe servir para recordar los crímenes más execrables, no para regodearnos con su recuerdo, sino para que no se vuelvan a repetir. Si eso vale para la dictadura de Franco, también debería servir para la dictadura de ETA.

Sin embargo, parece que ahora no interesa demasiado recordar lo que ocurrió durante casi cincuenta años: el drama que vivieron miles de familias de policías, guardias civiles, militares, jueces, fiscales, políticos, empresarios, periodistas... Es decir, de todos aquellos que no comulgaban con el ideario nacionalista y que resistían a arrodillarse por miedo.

Se acercan etarras a las cárceles vascas sin haber mostrado el menor signo de arrepentimiento; se blanquea la imagen de Josu Ternera; el gobierno pacta con Bildu como si fuera un partido más, cuando su líder, Arnaldo Otegi, ex etarra, aún no ha condenado los crímenes de la banda.

La "operación olvido" ha tenido un éxito incuestionable a la vista de los datos de la encuesta de GAD-3. De aquí a presentar a los etarras como valientes gudaris que sólo pretendían la defensa de la identidad vasca hay sólo un paso.

Me niego a aceptar esa falsificación de la realidad. ETA asesinó a sangre fría; sus líderes sólo pueden considerarse como matones sin escrúpulos. ETA no abandonó las armas porque tomara esa decisión de forma unilateral. Fue derrotada por las fuerzas de la seguridad y por la fortaleza del Estado de Derecho. Durante muchos años la Guardia Civil y la Policía fueron los verdaderos garantes de la democracia en el País Vasco. Muchos de ellos fueron liquidados sin piedad y luego tuvieron que ser enterrados casi en secreto para no provocar las iras del brazo político de ETA, que hoy se sienta en el Congreso de los Diputados y da lecciones al resto de la Cámara.

Sin duda, El Desafío de ETA, que se estrenará el próximo día 30, ayudará un poco -como ha hecho Patria- a que los jóvenes conozcan de verdad qué representó la organización terrorista y cuáles fueron sus principales hazañas.

Pero eso no basta. Si no hay una acción decidida de los principales partidos para reestablecer esa memoria democrática, dentro de no muchos años veremos en el País Vasco estatuas de Ternera o de De Juana Chaos y en los libros de texto ETA tendrá un lugar de honor como una organización de liberación cuyos militantes dieron su vida por llevar la libertad a Euskadi.

Según una encuesta de GAD-3, patrocinada por Amazon Prime, el 60% de los menores de 34 años no saben quiénes son Miguel Ángel Blanco y José Antonio Ortega Lara. Tanto la liberación del funcionario de prisiones, que permaneció secuestrado en un minúsculo zulo durante 532 días, como el asesinato del joven concejal del PP de Ermua, que se produjo doce días después, conmocionaron a la opinión pública en aquel dramático mes de julio de 1997. De aquella oleada de indignación ciudadana contra el terrorismo de ETA que provocaron esos dos sucesos encadenados hoy apenas queda nada.

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