Quizá nos hemos perdido un Camp Nou asaltado por tropas de la Estrella de la Muerte al mando de Puigdemont, que tiene ya hecho medio casco de Darth Vader de puro cráneo autóctono. El mayor logro de Tsunami Democràtic fue hacernos esperar un gran sabotaje en un Barça – Real Madrid que luego sólo fue un juego de tragabolas o de minigolf con pelotas de plástico. Les fallaron unos drones que tenían que desplegar una gran pancarta arácnida y apabullante, o quizá gas de la risa, o quién sabe. Pero es una pena que hayan detenido ahora a sus cabecillas, cuando Putin está dispuesto a ofrecer soldados y la Generalitat va a poner en marcha su propia Nasa y quién sabe si su Imperio Galáctico.

Tsunami Democràtic sonaba a indepes furiosos saliendo de todos los desagües pero sólo eran tres señores, tres empresarios encastados, de ésos que da la propia ganadería de la patria, dedicados a ir del partido a la Generalitat haciendo dinero y país por igual. Tanto fueron que ahora los han detenido por malversación, blanqueo, tráfico de influencias y otros delitos de mucha tradición patriótica. Estos próceres del Tsunami ya planificaron el 1-O con toda su logística de urnas y señoras desmontables. También parece que sostenían la frágil aparatosidad de Puigdemont en Waterloo y por ahí, costosa y difícil porque había que colocarlo pensativo en altas almenas, peinándose la tristeza como trenzas de Rapunzel, y tenerle preparada siempre a su alrededor una pequeña pero completa república de escritorio, con plumín, chófer y sable arrastradizo.

Sonaba a marabunta saliendo por el grifo y el Tsunami eran tres señores, empresarios de toda la vida en el negocio de toda la vida que es la catalanidad

Lo de las masas que apenas atinaban a parar un tren que ya salía con sueño de un solo ojo, o a hacer temblar el Camp Nou como una calesita, sí que ha sido un pequeño fracaso. Pero uno está seguro de que con un poco más de tiempo y de dinero distraído, más los soldados rusos y la nueva Nasa catalana, que ya lleva mucha ventaja porque no sólo Cervantes era catalán sino también Gagarin y Armstrong y la perrita Laika, hubiéramos visto pronto a la Estrella de la Muerte amaneciendo sobre Montjuic o sobre la Cibeles como la misma mollera planetaria de Puigdemont.

Los indepes van ya a por su Estrella de la Muerte, algo que no podría ser ignorado ni en Madrid ni en Bruselas. Puigdemont llegando allí con respiración de cafetera y toda la fuerza del universo en la manopla no es lo mismo que el Puigdemont de la última fila del Parlamento Europeo ni el que se tiene que subir a un cajón de naranjas para dar un mitin. Además, se han dado cuenta de que nadie ha definido aún qué es “democratizar el espacio”, y eso es lo que ha dicho el consejero Puigneró que hay que hacer. Ellos siempre hacen suyas las cosas, incluso las tiranías, diciendo que las democratizan. Por qué no el espacio, desde el que podrán iniciar la reconquista. Sí, en el espacio pueden poner ellos todo el plástico que quieran, y también a Puigdemont como un Principito con bufanda amarilla sobre su planeta enano.

En el espacio, que es la última frontera, se pueden poner en realidad todas las fronteras que se quieran porque no hay vecinos. Los Països Catalans podrían llegar hasta el confin de la galaxia, es cuestión de proponérselo y de pintar más estrellas en la bandera. En el espacio florecerá la verdadera república, libre de las leyes de este mundo, y hasta Anna Gabriel volvería sin flequillo, con moños de ensaimada, para encender la chispa de la rebelión. Y no es que Cataluña, al borde del confinamiento y del colapso, se olvide del virus. En el espacio no hay virus, allí está la esperanza de un comienzo nuevo para la humanidad, comienzo del que Cataluña será, una vez más, líder y faro universal.

De momento, a la rebelión no le funcionan ni unos drones para dejar caer pancartas o confeti, así que quizá una Estrella de la Muerte para el próximo Clásico puede ser algo precipitado. Pero nadie dice que esto tenga que ser inmediato. Ahí llevan ellos desde 1359, según sus crónicas, esperando el advenimiento. Hay tiempo de desarrollar en Cataluña motores de curvatura y de antigravedad, y hasta auténtico espíritu democrático, antes de que les alcance el desaliento. Incluso diría uno que un Imperio Galáctico Catalán es más probable que su república aquí en la Tierra. Ahora, empezarán a lanzar satélites pequeños, que den la hora o la posición o el teletexto sólo en Cataluña. O quizá sólo lanzarán las pelotas de plástico que sobraron de aquel partido, formando la primera constelación exclusivamente catalana, que hará como de ancla en el cielo. No es mucho, pero es un comienzo para que el mundo les mire, otra vez, entre el asombro y el ridículo.

Una pena que el amanecer de la Nasa catalana, que uno se imagina con valses y con amarillos y rojos jupiterianos, como de Kubrick, haya coincidido con la detención de los empresarios del Tsunami. Ellos podrían haber hecho su magia también con el dinero europeo, sin duda. Fíjense que sonaba a marabunta saliendo por el grifo y el Tsunami eran tres señores, empresarios de toda la vida en el negocio de toda la vida que es la catalanidad. Y es que sólo hace falta un poco de dinero y la determinación del mando para que la gente se crea ya luego cualquier marcianada. Primero, tomarán el espacio. Luego, tomarán Madrid.

Quizá nos hemos perdido un Camp Nou asaltado por tropas de la Estrella de la Muerte al mando de Puigdemont, que tiene ya hecho medio casco de Darth Vader de puro cráneo autóctono. El mayor logro de Tsunami Democràtic fue hacernos esperar un gran sabotaje en un Barça – Real Madrid que luego sólo fue un juego de tragabolas o de minigolf con pelotas de plástico. Les fallaron unos drones que tenían que desplegar una gran pancarta arácnida y apabullante, o quizá gas de la risa, o quién sabe. Pero es una pena que hayan detenido ahora a sus cabecillas, cuando Putin está dispuesto a ofrecer soldados y la Generalitat va a poner en marcha su propia Nasa y quién sabe si su Imperio Galáctico.

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