1984. Estados Unidos es el centro del mundo civilizado. Los Juegos Olímpicos tienen lugar en Los Ángeles con un actor de western en la presidencia de un país al que pocos tosían. Ese fue el caldo de cultivo perfecto para que uno de los discos más vendidos de la Historia fuera uno en el que aparecen una bandera norteamericana y unos pantalones vaqueros.

Es innegable el liderazgo de Estados Unidos en la cultura de los 80 y más cuando los estadios empezaron a bailar al ritmo de un tema llamado Born in the USA. Una canción que viene al pelo para ser añadida a nuestra lista de temazos musicales.

Tres años antes, en 1981, Bruce Frederick Joseph Springsteen quería ser protagonista de una película sobre algo que empezaba a ser posible entonces: vivir del rock. Compuso para ello una canción que hablara de algo profundamente americano como es el retorno de los soldados de Vietnam. Finalmente la película fue protagonizada por Michael J Fox y se llamó Light of Day pero la canción se quedó en las maquetas para un disco y en la mente del Boss, que andaba con ayuda profesional, sufriendo una depresión.

Estos días se ha hablado de mucho de algo que aparece en el videoclip de ese himno norteamericano: del “cinturón de acero”, de las clases pobres norteamericanas que poco aparecen en las películas de Hollywood. Es evidente que hay un sustrato muy poco glamuroso entre las filas humildes de esa nación que en los 80 dominaba claramente el mundo.

En los “macro conciertos” seguía siendo uno de los momentos álgidos en los que todos lo cantamos, aunque hayamos nacido y crecido en cualquier pueblo de la España profunda. El pantalón vaquero fotografiado por Annie Leibovitz está relleno por el trasero del propio Bruce, que hasta entonces siempre daba la cara. “Mi culo es mejor que mi cara” llegó a decir.

La letra también habla de esa crueldad de una guerra que no es la de nadie y es la de todos. “Pusieron un rifle en mi mano, me enviaron a una tierra extranjera. Ir y matar al hombre amarillo… No hay a dónde correr, no tengo a dónde ir” canta con voz desgarrada el jefe. No es de extrañar que por mucho que le pidieran que posara junto a Reagan, ya entonces se negara en redondo a la hora de participar políticamente con los conservadores.

Prometió irse de sus queridos Estados Unidos si Trump se convertía en Presidente, prohibió expresamente a los organizadores de la campaña del magnate que utilizaran ninguna de sus canciones y no ha escondido nunca su simpatía por algunos demócratas destacados. Dicen que en las filas republicanas escuchan a Springsteen a escondidas.

Sin entrar en disquisiciones políticas, está claro que este es el momento más apropiado para escuchar con atención este momento histórico de la música, y hasta para comprobar cuánto hemos cambiado desde aquellos 80 de chándal y walkman, de poster de Madonna y videoclip de Michael Jackson. Ha llovido mucho desde que salió a la venta uno de los discos más emblemáticos del rock, que por cierto fue el primer CD fabricado, y por lo tanto nacido, en USA. No somos los mismos, y la música suele ser testigo constante de esos cambios. Subamos el volumen.