Bueno, cada uno vende lo que tiene. Es tiempo de arriar velas, sobre todo si se debe a Hacienda, y eso se deja sentir en todos los negocios.

Una vez, una de esas conversaciones de asiento de avión en la época en la que volábamos sin problema y hasta podíamos mantener conversaciones con aerosoles, me dió una visión que no esperaba de Shakira Isabel Mebarak Ripoll. “Allá todos los saben, vendió su alma al diablo”, me dijo una vecina suya barranquillera. Mi sonrisa tuvo una respuesta aún más seria, en una situación más propia de alguna película o serie de Alex de la Iglesia. Casi me pareció que le cambiaba la voz a la mujer cuando repitió, sombría y en un tono mucho más grave: “Ustedes se lo toman a risa, pero es cierto”. Y continuó después, como si tal cosa, comentando lo mucho que le gustaba el típico zumo de tomate que solo pides en un avión.

Ese comentario de la currambera no se me olvidó jamás. Sobre todo porque “Shaki” no era ni mucho menos todavía la estrella que es ahora. Lo lógico era pensar que se trataba de supercherías costeñas, pero se demostró que la señora tenía un don para prever los acontecimientos.

Hablamos de ella porque es noticia una venta millonaria de uno de los catálogos más valiosos de la música popular en español de todos los tiempos. Casi ciento cincuenta canciones que compuso esa muchacha que desde luego no parecía poseída por ningún diablo cuando compuso sus primeros temas con tan solo 8 años de edad, para darle sentido a su mundo. Vender ochenta millones de discos es algo que, salvo Gloria Estefan, ninguna artista latina ha conseguido hasta ahora. Sin dejarnos monopolizar por las cifras y volviendo a la niña libanesa-colombiana, ella siempre dijo ser compositora antes que cantante. Así que esta venta es mucho más que una simple transacción. Entrega lo más querido, con permiso del futbolista y sus vástagos.

Es curioso ver como el personal, aunque hablemos de lumbreras con un alto nivel de estudios, está desorientado con respecto al titular de estos días: “Shakira vende sus canciones”. Es normal, si no se trabaja en el intrincado (muy intrincado) mundo de los derechos editoriales, cosa que no recomendaría. Resulta difícil de creer que una persona deje de ser propietaria de sus propias creaciones. Pues si las vende, gana dinero pero pierde su propiedad. Y eso va más allá de dejar de percibir esos céntimos cada vez que dicen las sociedades de gestión de derechos que ha sonado un tema concreto en alguna parte. Es perder todo salvo el honor de haberlo creado, que no es poco.

Quizá sirva un ejemplo práctico ilustrativo: quise usar como nombre para un programa de radio cierta frase de una de las canciones más conocidas del pop español, ya que el propio autor me la cedía encantado. No pude hacerlo. Mis asesores rápidamente me indicaron que aquella frase, y los derechos sobre ella, ya no pertenecían a quién la creó aunque me diera permiso de buen grado. “Hable usted con este otro señor, que ya no es tan amigo suyo y querrá hablarle de dinero” fue la indicación. Pusimos otro nombre, que tampoco era para tanto.

Nos dará igual a la hora de escuchar sus canciones a quién pertenezcan, porque seguirá siendo interesante para quien las posea que cada uno de nosotros genere esos céntimos, y nos las pondrá en bandeja. Propongo que al estilo Lola Flores, cuando pidió una peseta a cada español para saldar su deuda, contribuyamos humildemente a la causa de la colombiana eligiendo uno de sus temas para nuestra lista. Con permiso, voy a huir de los consabidos y machacones indispensables en toda sesión fiestera. Vámonos a sus tiernos 17 años para admirarla un poco más, y con el tema que la lanzó al mundo. Un indispensable en sus conciertos: “Pies descalzos, sueños blancos”. Perdonemos que rime “destino” con “pepino”. Cosas de la edad.

Que nadie se asuste pensando que esto es un “sálvese quien pueda” tipo ¡hasta Shakira necesita cash! Hay varios factores que contribuyen a que haya ocurrido ahora. El primero y más urgente es su deuda con el fisco español, que habernos dejado de pagar a todos 14 millones en seis delitos distintos tiene que agobiar un poco. También es cierto que el cambio de Presidente en Estados Unidos añadirá seguramente algunos impuestos a las ganancias de capital y hay que aprovechar los últimos días antes del cambio, como quien se compró el coche en diciembre. Pero lo más importante es que el camino para que se viera con buenos ojos este tipo de ventas lo abrió nada menos que un Premio Nobel como Dylan, cuando hizo lo mismo hace semanas. De hecho más vale que nos acostumbremos, que es cuestión de tiempo que los grandes artistas del mundo prefieran líquido ahora que ganancias futuras por sus canciones.

Tampoco es vender su alma al diablo. ¿O quizá sí?