A Sánchez, que está casado con todos, tendrían que ir haciéndole bodas a su paso, bodas como en moto o en piragua, mientras va ensartando con hocico de delfín flores, anillos, amores y socios. Con esto del acuerdo para el Consejo de RTVE, Vox les ha cantado “que se besen” a PSOE y PP, o a PSOE, PP y todas las esposas de Sánchez, que son como esposas balinesas, con los pies descalzos y piñata de oro en la cabeza. Vox, que es un partido de mesón, lo que le hace a Sánchez es una boda de mesón, con mendrugo de mesón, coro de mesón y charco de recena de mesón. En realidad Vox está en todas las bodas de Sánchez, es un poco como su cortador de jamón, alguien altivo y coreográfico, entre torero y samurái, pero que sólo está al nivel de sus camareros. Yo creo que quien tendría que besarse con Sánchez, con un beso en la boca como de Brezhnev, sería Abascal

Sánchez está casado con todos y sí, también se casa un poco con el PP. El PP es ahora un partido como solterón, con el arroz pasado o con la tristeza de una moza picadita de viruelas que ve que la vida se le va a ir en pretendientes opositores, mudanzas de piano y calabazas tras la reja. Para el PP, renovar el Consejo de RTVE, o el CGPJ, es como un alivio de luto o un guateque con las tías abuelas, o sea siquiera un respiro con el que al menos entra en sociedad. La cosa es así, RTVE va a pachas como va el CGPJ, que no es lo ideal pero es lo establecido, como las reglas de los guateques con carabina o de la misma ceremonia nupcial, sea con cura gregoriano o con concejal de feria de la tapa.

Para el PP, renovar el Consejo de RTVE, o el CGPJ, es como un alivio de luto o un guateque con las tías abuelas, o sea siquiera un respiro con el que al menos entra en sociedad

El CGPJ lo tendrían que elegir los jueces y los juristas, sin más manaza golosa, pero nadie quiere renunciar a poner un juez como un muñequito de tarta. En cuanto a la RTVE, sigo pensando que una radiotelevisión pública es tan necesaria como un periódico público, o sea innecesaria. Salvo que emitan sólo música, cine y documentales, o que nos volvamos repentinamente británicos, aquí sólo sirven para alimentar la tradición del periodista de partido o, casi peor, la tradición del periodista nacionalizado que mencionaba yo ayer, el que se cree un parador o un conservador del Prado, a veces incluso siendo sólo un periodista de partido. (Sepan que hay periodistas de la cosa pública que desconocen el concepto de jefe, porque el periodismo de patrimonio nacional que ellos hacen les parece de temario y no necesitan que nadie les indique las coberturas).

De momento, los jueces son como otras cortinas del ajuar y los medios públicos son un desayuno en el crujiente lecho nupcial. Ni siquiera Podemos, con ese afán nervioso suyo por la “normalidad democrática”, ha protestado por esto. Al revés, Iglesias se pedía los telediarios como el ramo de la novia y aún pretendían reformar la ley para que la mayoría del CGPJ la pudiera elegir el Gobierno con sus socios, como se elige a los padrinos del bodorrio. Esto, ya ven, es una cama redonda, difícil de manejar como las de agua, donde rozan rasurados contra moños y barbas contra encajes, así que eso de que se besen yo diría que es algo como del juego del Twister, complicado, azaroso, ambiguo y acrobático.

En el sanchismo la gente se besa por turnos, se besa por cercanía, se besa por despecho, se besa por interés, se besa por comodidad o por vanidad (como se decía en Così fan tutte del amor), se besa con asco, se besa con desesperación, se besa hasta con puñal. Vox, desde su mesón, decía eso de que se besaran sin especificar, y un poco con la envidia y el culillo de vino del primo solterón, que todavía ha visto pocas cachas del poder. Y, sin embargo, Vox está entre ese cortador de jamón que decíamos y dama de honor del sanchismo, sosteniendo su lencería y sus colas. Las novias de Sánchez, novias pastoriles y cerriles como Dulcineas payesas, novias mediterráneas y adánicas como mascarones de proa de una raza, novias de flequillo de hacha con hacha, novias de pubis lila, novias de moño chino y novias de vagón de tren (por ahí también puede estar el PP, un poco mirón y un poco criadita francesa)... A todas esas novias o fantasías, Vox las une, les ata los lazos, les peina las trenzas y les sostiene el espejo de luna de miel.

Vox es como esa dama de honor fea que hace que la novia reluzca y el novio parezca inalcanzable, y que además luego puede coger el cuchillo o la Tizona y hacer tonadillas con el jamón y posturitas de Cantinflas heroicas, para diversión y autoafirmación de todos. Sin Vox no habría boda, ni fiesta, ni cuñado, ni cama redonda, ni besos promiscuos. Ni Sánchez. Yo creo que Abascal se tendría que besar con Sánchez con un beso de Brezhnev o de Pocahontas, por algo más grande que la política o el amor, que es el destino. Que se besen, que se besen todos, también Vox. Aunque Abascal sólo se lleve un calentón y un bigote de gamba, y no llegue ni a avistar el colchón salado y legendario de la Moncloa.

A Sánchez, que está casado con todos, tendrían que ir haciéndole bodas a su paso, bodas como en moto o en piragua, mientras va ensartando con hocico de delfín flores, anillos, amores y socios. Con esto del acuerdo para el Consejo de RTVE, Vox les ha cantado “que se besen” a PSOE y PP, o a PSOE, PP y todas las esposas de Sánchez, que son como esposas balinesas, con los pies descalzos y piñata de oro en la cabeza. Vox, que es un partido de mesón, lo que le hace a Sánchez es una boda de mesón, con mendrugo de mesón, coro de mesón y charco de recena de mesón. En realidad Vox está en todas las bodas de Sánchez, es un poco como su cortador de jamón, alguien altivo y coreográfico, entre torero y samurái, pero que sólo está al nivel de sus camareros. Yo creo que quien tendría que besarse con Sánchez, con un beso en la boca como de Brezhnev, sería Abascal

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