Aunque parezca increíble, una semana más debo ocuparme de la falta de ejemplaridad de algunos personajes públicos cuya conducta debería ser mucho más que modélica. En esta ocasión, el triste protagonismo les ha correspondido a las hijas del Rey emérito y hermanas del actual jefe del Estado: las Infantas Elena y Cristina. Ambas recibieron, lo sabe ya España entera, la vacuna contra la Covid-19 durante la segunda semana de febrero, en el curso de una visita a su padre en Abu Dabi.  

Juan Carlos I se encuentra en el país árabe desde agosto de 2020, cuando tuvo que abandonar España en plena tormenta por sus presuntas irregularidades con nuestra Hacienda pública, que le han obligado ya a efectuar dos regularizaciones fiscales por un total de más de cinco millones de euros. La polémica ha estallado con una crudeza que ha vuelto a dejarme, casi, sin palabras. Definitivamente, algunos, en este país, no terminan de interiorizar ni siquiera unas mínimas nociones éticas y de ejemplaridad en lo que tiene que ver con su exigible comportamiento, ciñéndose a un mínimo canon ético, en la vida pública. Lamento que, una vez más, sea la más alta institución del Estado la que se ve salpicada por la indignación popular, pero así ha sido y así debemos explicarlo y analizarlo. 

Flaco favor le han hecho sus hermanas a Felipe VI, que ya cuenta con los suficientes frentes abiertos como para que le abran nuevos e innecesarios fuegos desde su ámbito familiar

Casi con la misma velocidad con la que corrió el escándalo y comenzaron a sucederse una catarata de críticas contra doña Elena y doña Cristina por su falta de respeto para con sus compatriotas, surgieron los "panegiristas" oficiales, tanto políticos como periodistas, en extremo “celosos” a la hora de defender a lo que entendieron, creo que erróneamente, como ataques a la institución. Se adujo que las hermanas del Rey "no le han quitado la vacuna a ningún español". Lo han sostenido así desde representantes del Partido Popular, desde VOX hasta Tamara Falcó, pasando por algunos conocidos “opinadores” de los que gustan ser clasificados, tradicionalmente, como "monárquicos".  

No hay duda de que doña Elena y doña Cristina no le han robado la vacuna a nadie. Pero ese no es el debate. El “quid” de la cuestión está, bajo mi punto de vista, en el hecho de que, si todos los españoles somos iguales ante la ley, no son de recibo este tipo de actitudes, por la indignación que -se sabe ya de antemano- van a causar en el conjunto de una ciudadanía que se siente, con todo su derecho, como "de segunda clase" ante los privilegiados y "los de siempre".  No me valen, tampoco en este caso, los tradicionales lamentos de que estos ataques siempre tienen por objeto “minar” a la Corona y preparar el terreno, social y políticamente, para un hipotético y futuro cambio en la forma de Estado… ¡no es cierto!  

Me niego, como analista y como ciudadano que paga sus impuestos en este país, y que cree firmemente que no hay españoles “de primera clase” por encima de otros de “segunda categoría”, a morderme la lengua cada vez que alguna de las personas que forman parte, ya sea de la Familia Real o de la Familia del Rey, que ya sé que son instancias diferentes, bajo pena de ser acusado de antimonárquico, “sospechoso agente republicano” o cosas peores. 

Si es de sobra previsible la reacción en contra que van a causar actitudes como la que nos ocupa... ¿por qué se persiste en el error? ¿Por qué ese desconocimiento de las más elementales y mínimas reglas de ejemplaridad exigibles a quienes son, de una forma u otra, actores relevantes de nuestra vida política, o en este caso pública? ¿Torpeza, sensación de impunidad... soberbia? Creo que un poco de todo. 

La Casa Real se apresuró a precisar, a las pocas horas de conocerse la noticia, que el Rey, Felipe VI, "no es responsable de los actos de sus hermanas" y que esta actuación de doña Elena y doña Cristina no concierne a la institución. Desde Zarzuela se insistió también en que los Reyes, Felipe y Letizia, y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, se vacunarán contra la Covid-19 "cuando les corresponda". 

Todo ello es cierto. Pero es también evidente que flaco favor le han hecho sus hermanas a Felipe VI, que ya cuenta con los suficientes frentes abiertos como para que le abran nuevos e innecesarios fuegos desde su ámbito familiar. La respuesta oficial me ha recordado, por lo demás, milimétricamente al tipo de reacción que se dio en un pasado no lejano en casos de otra naturaleza y sobre cuestiones que afectaban, en aquel caso, a las hermanas del Rey Emérito, las Infantas Pilar y Margarita, durante los últimos años de reinado de don Juan Carlos I. Todos recordamos el escándalo producido cuando se conoció, en la primavera de 2016, que doña Pilar de Borbón dirigió durante años una empresa radicada en Panamá y gestionada por el tristemente famoso bufete Mossack Fonseca, especialista en crear sociedades en paraísos fiscales.  

Con anterioridad, los escándalos financieros ya habían dado de lleno en el núcleo real con mucha mayor gravedad; no es necesario recordar el “Caso Noos” y la condena al yerno del entonces Rey Juan Carlos, Iñaki Urdangarín y cuñado del actual monarca. Al lado de este escándalo, el divorcio de la hija mayor de don Juan Carlos, Elena de Borbón y de Jaime de Marichalar se había convertido en una anécdota. 

Fueron aquellos los días, parafraseando la vieja canción de Mary Hopkins, en los que se estableció una diferenciación que hasta entonces no había existido en España: la 'Familia Real', constituida entonces por el Rey Juan Carlos, doña Sofía y sus hijos y el resto de la ‘Familia del Rey’, en la que se incluían sus hermanas -justamente como ahora- y sus sobrinas y sobrinos políticos. Un cordón sanitario que pudo ser eficaz… durante algún tiempo. 

Dicho todo esto, lo que es innegable es que las infantas Elena y Cristina no entran todavía en los grupos de población para inocular la vacuna contra la Covid-19, siguiendo la estrategia de vacunación del Ministerio de Sanidad en España. Entiendo las justificaciones dadas de que cuando se viaja a otro país hay que someterse a lo establecido en ese país, por las lógicas cuestiones de evitar contagios a la población local -o a su propio padre, en este caso- y algunas otras… puede. Pero entiendo también, y es mi posición, las críticas desde España puesto que las hermanas de don Felipe, de 55 y 57 años de edad, no residen en Abu Dabi. El asunto se endemonia más si tenemos en cuenta que doña Cristina tiene fijada su residencia en Suiza. Junto a ellas, por cierto, recibió también una dosis el exresponsable del CNI, el General Félix Sanz Roldán, de 76 años.  

En España, los usuarios de residencias y mayores de 80 años, además del personal sanitario calificado de "alto riesgo", ha recibido ya la vacuna de Pfizer y Moderna, siguiendo el protocolo aprobado por el Ministerio de Sanidad junto al marcado por las diferentes comunidades autónomas. El asunto, como se ve, es más vidrioso de lo que parece. Más aún si añadimos que existen ya numerosas agencias, sobre todo en Londres, que ofrecen viajes a la zona, con billetes de ida y vuelta y estancias en lujosos hoteles, a europeos adinerados que quieran saltarse el trámite establecido en cada uno de sus respectivos países. Todo muy “edificante” y muy “ético”, como se ve.  

Lo cierto y verdad es que ahora, y no pretendo hacer un mal chiste, aunque pueda parecerlo, este país se empieza a dividir entre los “Covijetas” que se saltan el turno para vacunarse y los que se niegan -y les asiste un derecho legal para ello- a hacer lo propio. Mientras remato esta pieza escucho en un informativo de televisión que en Sevilla casi un 30 por ciento de ancianos a los que correspondería su dosis no han sido localizados aún por los servicios de la sanidad andaluza. ¡Qué paradojas tiene la vida! Paradojas estúpidas y absurdas, amén de crueles y lacerantes, cuando repasamos las cifras y recordamos con horror que en España… ¡¡han muerto ya casi cien mil personas!! Y ello, mientras algunos y algunas, hacen turismo de lujo. 

Por cierto y para acabar, es verdad que las infantas se han pagado de sus bolsillos los viajes en avión a Abu Dabi pero sus servicios de escolta, las dietas, han costado 33.000 euros a los contribuyentes, es decir que no han ‘robado’ las vacunas a nadie pero tampoco nos ha salido gratis el viaje.

Aunque parezca increíble, una semana más debo ocuparme de la falta de ejemplaridad de algunos personajes públicos cuya conducta debería ser mucho más que modélica. En esta ocasión, el triste protagonismo les ha correspondido a las hijas del Rey emérito y hermanas del actual jefe del Estado: las Infantas Elena y Cristina. Ambas recibieron, lo sabe ya España entera, la vacuna contra la Covid-19 durante la segunda semana de febrero, en el curso de una visita a su padre en Abu Dabi.  

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