Como en aquella película de Leo Dicaprio, no voy a poder desvelar en qué paradisíaco lugar me refugio, o sí, pero, como en una de Bond, después tendría que matar a los que leyeran esto. Y es que el desconocimiento público preserva bastante bien uno de esos rincones naturales de los alrededores de Madrid en los que todavía no hay demasiado desperdicio plástico y un día festivo hasta es posible encontrar sitio bajo un gran árbol sin estar pegado a nadie. Ha llegado el buen tiempo y una de las escenas más repetidas es la de grupos y familias en esa y otras tantas praderas, con sus neveras portátiles azules y sus tupper traslúcidos.

Al mirar alrededor, descubrí también grupos de jóvenes que preferían divertirse tostándose al sol sobre la hierba, a juntarse serios y en silencio en cualquier acera de la ciudad a mirar cada uno su móvil. Y eso siempre es motivo de alegría. En seguida apareció en mi memoria uno de esos iconos musicales juveniles y bucólicos de juventud y buen rollo en grupo bajo el sol: Hair.

El tema que trascendió más allá de cinco décadas es el que tuvo su “di-versión” en la voz de Raphael, con acento de Linares

Muchos todavía creen que el musical fue consecuencia de la película, y no al revés. Pues la ola hippie que inundó la capital cultural del siglo XX tuvo muchas consecuencias, y una fue este musical casi tan transgresor como Jesucristo Superstar, pero más beligerante. Los momentos en los que todo el elenco se desnuda, el menosprecio a la bandera de las barras y estrellas, y la apología de la objeción de conciencia hicieron que la obra fuese de lo más polémico de aquel 1968 en el que se estrenó en Broadway. Paradójicamente, a pocos metros, en el centro del Universo del espectáculo, se halla el centro de reclutamiento de las Fuerzas Armadas norteamericanas de Times Square. El atrevido musical aguantó en New York sus casi 1.500 representaciones, y en Londres tuvo que caerse el techo del Shaftesbury Theatre para que parase su racha de casi dos mil. La cosa acabó en la película de Miloš Forman que está en el recuerdo de casi todos.

El argumento, claramente lisérgico, es casi tan enrevesado como un guión de cualquier capítulo de Pipi Calzaslargas. Pero, por entender un poco la obra, la negativa de Woof Daschund (“Perro salchicha”) a cortarse el pelo por imperativo legal da origen al nombre. Y es que, si no recordamos mal, eran todos unos “melenudos”, según el No-Do. Incluidos Beatles.

El tema que trascendió más allá de cinco décadas es el que tuvo su “di-versión” en la voz de Raphael, con acento de Linares.

Hoy introduciremos en nuestra lista este pequeño homenaje a la raza joven, siempre lógicamente incomprendida (como debe ser) y motor de cambio. Siempre ha sido así, y lo peor que nos puede pasar es que los productos que les damos les dejen en un limbo interactivo de indolencia y descrédito sobre el mañana. Eso sí, buscando el “like”.

Los cimientos del teletrabajo, el instinto de reducir lo innecesario y, sobre todo, la toma de conciencia de nuestra propia debilidad como sociedad ante lo inevitable, ya nos han cambiado

Se percibe una nueva era. La maltrecha economía global, que sigue golpeada por la pandemia, parece que va a tener ahora un punto de apoyo desde el que crecer. Los cimientos del teletrabajo, el instinto de reducir lo innecesario y, sobre todo, la toma de conciencia de nuestra propia debilidad como sociedad ante lo inevitable, ya nos han cambiado. A unos más que a otros, pero ahí está el cambio de conciencia.

Según los verdaderos expertos, la famosa “Era de Acuario” aún no ha llegado. La precesión de los equinoccios, cuyo eje parece ser lo que indica el signo zodiacal en el que podemos encontrar paralelismos con la Historia Colectiva, aún tiene que darnos alguna sorpresa más antes de llegar a ese supuesto momento de paz, amor, y buen rollo que simbolizó en su momento el malogrado movimiento hippie. Mientras, estos chicos de mi bosque secreto siguen riendo bajo el sol en este planeta que heredarán muy pronto, si no lo han hecho ya.