Se habla mucho de “la magia de la radio”, pero hay ocasiones en las que es innegable. No son muchas. En esa ocasión, la pude sentir en todos los poros de mi piel.

Venía ya esa famosa canadiense, que hoy cumple 47 años, de pelo largo y negro llamada Alanis Morrisette siendo noticia en el mundo a juzgar por las portadas de los grandes magazines musicales de la época. Se trataba de una pequeña revolución, en la que se hizo hueco a una mujer que claramente se notaba que no estaba dispuesta a ser “un producto discográfico normal”. Desbordaba personalidad. Las letras hablaban de una cierta tortura autoinflingida, de una rebeldía callada ante lo inevitable, y de darle vueltas a las cosas una y otra vez, rozando la obsesión. Canta fuerte, casi en el grito, expresando lo que quizá no puede contar con frases ordenadas en una conversación.

En la pura perfección de la intención de expresar, ahora para todos, sus pequeñas grandes obsesiones

Y en medio de todo esto, un plan promocional por España la sienta frente a mí en el estudio, a las 12 del mediodía, un día cualquiera de 1996. Me cuenta lo de su trauma infantil, su mundo de pastillas (de ahí el nombre aquel disco Jagged Little Pill) y reflexiona casi en el susurro con la mirada perdida en las preciosas vistas de los tejados de Madrid. Luego calló, y se mantuvo en silencio, durante unos largos segundos. Seguramente permitiendo respetuosamente que acabara el disco anterior. Porque aún no habíamos empezado. Abro el micro. Nada de lo dicho salió al aire. Una vez ya en los millones de escenarios que suponen que cada oyente nos haga sitio, pensó que lo mejor no era volver a apabullar con historias que ya se saben y para colmo, las acababa de volver a contar “a micrófono cerrado”. Prefirió cantar. Sí señores.

  • Buenos días, good morning, Alanis Morrisette.
  • Hi. I’m gonna sing.

Y acapella, divina, perfecta, sin matices, se puso a cantar. En la pura perfección de la intención de expresar, ahora para todos, sus pequeñas grandes obsesiones. En instantes como ese uno se hace deliberadamente pequeño para que la magia ocurra. Eligió lanzar, antes de su promoción y para sorpresa de la discográfica, la que más tarde sería la canción más conocida de su carrera. Ironic.

En esos más de tres minutos tuvo más sentido que nunca que hubiese todos aquellos aparatos captando el sonido, que la cadena de radio musical más exitosa de la Historia de España tuviese en ese momento un enlace vía satélite con el que enviar las vibraciones de su voz a todo aquel enorme listado de emisoras de toda España, y que a su vez esas antenas llevasen hiciesen vibrar centenares de miles de altavoces, auriculares, y corazones con lo que quería transmitir una mujer torturada por las ironías del Destino, que de eso va la canción.

Un anciano cumplió 98 años

Ganó la lotería y murió al día siguiente.

Es un perdón del corredor de la muerte

dos minutos tarde.

Te caen 10.000 cucharas

Cuando lo que quieres es un cuchillo.

Esa señal de No Fumar

en tu pausa para el cigarrillo.

Es conocer al hombre de mis sueños

Y luego conocer a su hermosa esposa.

¿Y no es irónico, no crees?

No, no creo. Puede ser paradójico, pero ironía sería decir que tu vida ha sido un camino de rosas, querida Alanis. También lo es que esta canción no le gustara cuando la grabó, y que fuera el genio Glen Ballard quien le pidió que no la quitara del álbum. Menos mal.

Hace unos días ha vuelto a ser noticia porque saca nuevo disco, inspirado en la frágil salud mental que, por muy fuertes que seamos, todos haríamos bien en cuidar. Lanzó una canción titulada Rest escrita para todos los que luchan por vivir con la depresión y la ansiedad, el aislamiento, las ideas suicidas y la desesperación en la que una frágil salud mental puede sumirnos. Se lo dedicó a Chester Bennington, el genio tras Linkin Park, que nos dejó en 2017 tras una vida que podía haber sido mucho más hermosa que su final.

Alanis Morrisette, gracias por aquel momento mágico... y feliz cumpleaños.