Entre la lluvia como una ceremonia de cenizas y bajo la bandera de negro y hueso, bandera pirata diseñada para el procés y que significa “lucha hasta el final”, los presos recién indultados parecían acercarse a la concordia sanchista como a un abordaje. “No hay indulto que pueda callar al pueblo catalán”, decía Cuixart confundiendo, como hace siempre esta gente, a toda Cataluña con su tripulación bucanera. “Hemos perdido el miedo”, “no habrá un paso atrás”, “seguiremos luchando para conseguir la independencia y la conseguiremos”, “hoy no se acaba nada, salimos a trabajar por la república, que nadie se equivoque”, “la independencia no es una opción sino una necesidad”. Eso decían, uno tras otro, los llamados a la concordia, hablando como contra una galerna. Junqueras, que salió lento y el último, como un divo rodante y esponjado del bel canto, se comprometió a seguir trabajando “hasta la victoria”. Pues ahí está la concordia, al abordaje.
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