Superman Sánchez vuela alto, mantiene el crecimiento previsto, eleva el techo de gasto, quiere subir el salario mínimo y no baja de su cielo que está entre el de Krypton y el de una sopera decorada, que así es nuestro firmamento, más de loza que de ciencia (Sánchez siempre remitía a la ciencia pero al final el que salía era un cartujo a dar misa y fideos contra la epidemia, o sea Simón). Superman Sánchez vuela alto con su capa de hule, superhombre con botas de agua y calzón de portero de futbito, mientras a ras de suelo pasan otras cosas. Por ejemplo, la quinta ola (ya le han cogido cinco olas haciendo visera con la mano ante un sol de banderas y explosiones), el desguace del turismo o el desguace del Estado, que desde arriba parecen hormiguitas. Así que Sánchez sólo saluda desde lo alto, como un turista en globo, hace posturitas de la abeja Maya en el aire y nos dedica el guiño doble de su ojo y de su mechón de Superman o de Estrellita Castro, mechón para el relicario o mechón para sacarle clones o hijos.

Sánchez, Superman con peine en el bolsillo, el Superman perfecto que hubiera hecho Travolta, ha vuelto de Estados Unidos sin haber sido recibido por nadie salvo quizá por el vaquero en calzoncillos y botas de Times Square, que a lo mejor le dio la idea para su nuevo personaje en el nuevo Gobierno, un personaje entre superhéroe y miembro de los Village People. Sánchez no ha podido traerse nada de Estados Unidos, ni un compromiso, ni una inversión, ni otro medio minuto con Biden como ese medio minuto de los enamoramientos de ascensor, ni un saludo del alcalde de Nueva York como si saludara a un bombero. Sánchez sólo ha podido traerse a él mismo convertido en americano como los Morancos y convertido en héroe por calentón.

Aquí lo que necesitábamos no era un nuevo Gobierno ni un nuevo rumbo sino un nuevo Sánchez. Sánchez cambia ministros como sofás (ese sofá de escay que era Ábalos) pero nadie va a creerse el giro de Sánchez sin un nuevo personaje para el propio Sánchez. Ahora es Superman, o eso se han inventado cuentas de Twitter sospechosas, y no vamos a poderle ver ya sino como Superman. Ya nadie se va a acordar de Frankenstein, ni de Susana, ni de Puigdemont, ni del bicho, que ahora parecen de otra saga, de otra productora. Ahora Sánchez es Superman, ha venido de Estados Unidos siendo Superman como una vez vino Antonio Banderas siendo El Zorro. Ahora su legislatura puede hacer lo que se llama un reboot, como hizo Christopher Nolan con Batman y el propio Superman.

Sánchez podría haber vuelto Superman o podría haber vuelto animadora, así que tampoco ha terminado mal la cosa

Sánchez podría haber vuelto Superman o podría haber vuelto animadora, así que tampoco ha terminado mal la cosa, creo yo. Sánchez no hace ni política ni economía por Estados Unidos ni por las Españas de la matria, pero podría hacer porno de parodia, que es lo que parece su Superman buenorro, latino y asalchichonado.

Nuestro presidente es hot, parece Superman con albornocillo y su única herramienta es su propio cuerpo enfundado, y eso a mí me parece carne de porno paródico. A lo mejor toda su política es porno paródico, todo lo que ha ido haciendo ha sido cambiar de personaje porno, o sea el becario de Susana, el mecánico de Peugeot, el nuevo jefe, el rico con jacuzzi y colchón con bola de discoteca encima, el Frankenstein doblemente monstruoso, una especie de poli bueno y poli malo con Iglesias, y así hasta llegar al nivel estelar, que es el porno de Star Trek y de superhéroe.

A Sánchez le faltaba el personaje, ha ido a Estados Unidos buscando un personaje, como si fuera Elsa Pataky. Por eso no ha intentado reunirse con Biden ni con Kamala ni con casi nadie, apenas unos frikis con camiseta de Big Bang y unos inversores que no van a poner ni un dólar de cowboy después de oír a su vicepresidenta comunista y matriarcal hablar de impuestos como de una dote medida en camellos.

Seguramente fueron sus propios fontaneros los que se dedicaron a llamarlo Superman y hot por las redes, pero eso es lo de menos. Sánchez intentaba hacerse el personaje aquí, pero aquí todos los tiene Resines. O como mucho le salía un Narciso de Alfredo Landa, una road movie con su Peugeot que recordaba a Sor Citröen, un James Bond de Anacleto y un Charlie que no era de Los ángeles de Charlie sino de Arturo Fernández. No, aquí no sale nada a menos que Almodóvar te haga icono como un Corazón de Jesús, hay que irse a Hollywood aunque te pongan de mexicano o de chacha, hay que irse a Hollywood aunque uno se invente Hollywood, y eso ha hecho Sánchez.

Sánchez, Superman de gasolinera como un Superman de Los Chichos, Superman españolísimo de Superlópez, Superman hot de despedida de soltera, como el Capitán Salami… Sánchez no es que se trajera ese personaje, que no digo que no le haga falta después de parecer sólo el Pato Nícol de Iván Redondo, sino que sólo pudo traerse esa noticia. Pero a él le sirve, y es lo que importa.

Ahora vuela alto, está por las estrellas de la Unión Europea más como por unas estrellas de Virgen de Murillo que otra cosa, está por el 2050 como en su planeta, está por el CIS como en su helada fortaleza de la soledad. No se trajo nada nuevo de Estados Unidos, en realidad, sólo mirar desde arriba, como siempre, y abrillantarse los zapatos con el rayo láser de sus ojos, como hace en el Congreso, pero todo esto ya con permiso y logo de una franquicia, y menuda franquicia. Superman Sánchez vuela alto, mira abajo y ve, a media altura, las sonrisas de Darias como globos con forma de corazón que lleva la gente, enredados igual que tendederos. Ya, a ras de suelo, están el bicho, la ruina y el Estado asaltado por todos sus enemigos y caníbales. Parecen hormiguitas.

Superman Sánchez vuela alto, mantiene el crecimiento previsto, eleva el techo de gasto, quiere subir el salario mínimo y no baja de su cielo que está entre el de Krypton y el de una sopera decorada, que así es nuestro firmamento, más de loza que de ciencia (Sánchez siempre remitía a la ciencia pero al final el que salía era un cartujo a dar misa y fideos contra la epidemia, o sea Simón). Superman Sánchez vuela alto con su capa de hule, superhombre con botas de agua y calzón de portero de futbito, mientras a ras de suelo pasan otras cosas. Por ejemplo, la quinta ola (ya le han cogido cinco olas haciendo visera con la mano ante un sol de banderas y explosiones), el desguace del turismo o el desguace del Estado, que desde arriba parecen hormiguitas. Así que Sánchez sólo saluda desde lo alto, como un turista en globo, hace posturitas de la abeja Maya en el aire y nos dedica el guiño doble de su ojo y de su mechón de Superman o de Estrellita Castro, mechón para el relicario o mechón para sacarle clones o hijos.

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