Acaba de venir Aznar a cobrarme la luz, que la verdad es que él siempre pareció un cobrador de la luz. Ahí estaba, en mi puerta, con su bigote de frenazo, con su libreta de ditero antiguo, gruesa y sucia como una biblia de albañil, como un Quijote barato de maestroescuela. “La luz, mire usted”. Y me ha dado la factura, que parecía la factura de una corsetería o de una boda medieval, entre el lujo, el vicio y la arqueología, con sus letras antiguas de antigua compañía minera o de ferrocarriles o de camisería de cinco generaciones. A mí me pareció raro, porque ya no hay cobradores de la luz. Pero la ministra María Jesús Montero había dicho que todo esto era por Aznar, y efectivamente allí estaba, exigiéndome la factura récord, con autoridad y premura, como un revisor. “Mucha ola de calor, pero mire usted cómo tiene la casa, que parece una discoteca”. Pagué y Aznar se fue haciendo por los descansillos su ruido de monedas como un guardia de prisiones hace su ruido de porra y barrotes.

Así está la cosa, Sánchez en unas vacaciones como espeleológicas, o sea que parece que se ha perdido buceando en una cueva, y Aznar teniendo que venir a cobrarnos la luz, a darnos ese susto de timbrazo que dan los cobradores, el casero o el vecino, y que es casi peor que la factura. Aznar no sólo tiene la culpa de lo de la luz, sino el cargo de cobrarla con su pinta de cazarrecompensas, que yo no sé si eso es ya responsabilidad, esmero o saña. Uno creía que Zapatero hizo florecer la campiña de energías renovables, de una hermosa electricidad de molinera, de esas bombillas de invernadero como orquídeas de invernadero. Uno creía que ya con Zapatero nos venía una luz limpia y a pedales, como una barca a pedales, y que eso no sólo salvaba el planeta sino que nos hacía ahorrar como ahorraban en La casa de la pradera tejiéndose la ropa y haciendo compotas. Sin duda Rajoy lo estropeó, pero por lo visto ya Aznar tenía como esas praderas envenenadas de algo, de la brea del petróleo capitalista o así, algo que ha emergido ahora del pasado y del subsuelo y nos trae estos facturones de puro chapapote que hasta han dejado mi descansillo lleno de chapapote.

Por lo visto ya Aznar tenía como esas praderas envenenadas de algo (...) que ha emergido ahora y nos trae estos facturones de puro chapapote

LUIS MIGUEL FUENTES

Sánchez está cazando cangrejos como si fuera Orzowei cazando guepardos, Podemos está en el consejo de ministros haciendo justicia únicamente con sufijos, así que tiene que ser Aznar el que venga a cobrarme la factura, que parece una deuda mefistofélica, una deuda bíblica, que atraviesa legislaturas, gobiernos y generaciones. En realidad lo de las renovables sigue siendo una burbuja o un cuento, o sea que la gente plantaba aerogeneradores como la duquesa de Alba plantaba girasoles, para cobrar la subvención, y luego todo se quedaba en paisaje y tipismo.

Las renovables han seguido de moda, han seguido creciendo y subiendo, pero crecían como aquellos tulipanes holandeses que también terminaron en crack. Yo creo que es porque todo esto empezó con la misma idea de ser tulipanes en el campo, de hacer negocio estético, pastoril y fácil antes que resultar útiles y rentables por sí mismas. Pero debe de tener razón la ministra, al final, cuando ha estado aquí Aznar y hasta me ha mirado los plomos, que uno creía que ya no había pero ahí seguían, como tazas viejas en un armario.

            La luz, la luz de Aznar quiero decir, porque a este gobierno le llega la factura de la luz o le llega una pandemia y no puede ser cosa suya; la luz de Aznar, decía, sube y nos deja sin nada aunque tengamos la lavadora con cinturón de castidad y con reloj de arena de alegoría de la muerte. Yo creo que sube por la propia maldad neoliberal, esa maldad plantada ya desde que González cayó como la gran secuoya que era, y que los gobiernos de progreso no son capaces de vencer. Sánchez se pone la florecilla de la Agenda 2030 (o 2050, ya no sé) como el que se pone un nardo en el ojal, Podemos se encara con las eléctricas y se citan a un duelo de Monopoly, pero ni aún con esta determinación se soluciona esto, cosa que uno no entiende.

Las nucleares podrían salvar la situación, pero lo nuclear es caca y tabú ideológicos, como el chuletón o el Fary

LUIS MIGUEL FUENTES

Las nucleares podrían salvar la situación, pero lo nuclear es caca y tabú ideológicos, como el chuletón o el Fary. No me refiero a repellar centrales de los 60, sino a invertir con tecnología y seguridad de 2021, o incluso con las nuevas ideas de Bill Gates. Pero no, nuestro Gobierno de Progreso no puede hacer nada más. Tiene en contra la maldición de Aznar, poderosa, imbatible, como la de un fantasma shakesperiano, como la de El Holandés Errante, y el obstáculo sentimental de no poder usar la energía nuclear sin traicionar a las comunas de barbudos de sobaco y picha y a toda la teoría de los apocalipsis de zombis y mutantes de los 80. Tampoco pueden usar magia socialcomunista, más que nada para que no les llamen socialcomunistas, que yo creo que es lo que más les frena.

            La ministra María Jesús Montero tiene razón. No hay nada que hacer, al menos ahora. Otra cosa será en 2050, cuando se desentierre la agenda de Sánchez, cuando se abra su cápsula con niebla de hielo seco, como el carro del heladero de la playa donde estará. De momento, gana Aznar, que sigue ahí con su negocio de cobrar la luz por los pisos, entre costurera de arreglos y don siciliano del liberalismo salvaje. Sí, la ministra debe de tener razón, porque acaba de venir Aznar a cobrarme la luz, con su monedero giratorio o apistonado en la cintura, como un Colt, y su uniforme de lechero inverso, de lechero ladrón. “Es que mire usted cómo tiene la casa, que parece una discoteca”. O sea que pagué el facturón, que era como el de un convite, y ya se fue Aznar por las escaleras, haciendo su ruidito de monedas o de llavines o de entre dientes.

Acaba de venir Aznar a cobrarme la luz, que la verdad es que él siempre pareció un cobrador de la luz. Ahí estaba, en mi puerta, con su bigote de frenazo, con su libreta de ditero antiguo, gruesa y sucia como una biblia de albañil, como un Quijote barato de maestroescuela. “La luz, mire usted”. Y me ha dado la factura, que parecía la factura de una corsetería o de una boda medieval, entre el lujo, el vicio y la arqueología, con sus letras antiguas de antigua compañía minera o de ferrocarriles o de camisería de cinco generaciones. A mí me pareció raro, porque ya no hay cobradores de la luz. Pero la ministra María Jesús Montero había dicho que todo esto era por Aznar, y efectivamente allí estaba, exigiéndome la factura récord, con autoridad y premura, como un revisor. “Mucha ola de calor, pero mire usted cómo tiene la casa, que parece una discoteca”. Pagué y Aznar se fue haciendo por los descansillos su ruido de monedas como un guardia de prisiones hace su ruido de porra y barrotes.

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