Ahora son las orquídeas y los cormoranes los que impiden la mesa de negociación, la independencia de Cataluña o la paz en el mundo. Suena a perifollo o a vajilla que colocara Sánchez entre él y Aragonès para no verse, al contrario que con Torra, cuando ponía en las mesitas plantas simbólicas abrazándose igual que gnomos arborizados.

En la laguna de La Ricarda, lugar proyectado para la tercera pista de El Prat, hay 23 clases de orquídeas esperando ser pisoteadas por el Estado opresor o por el capitalismo cortador de margaritas, o bien servir de refugio a la perdiz mareada de Sánchez con Cataluña. En realidad, es todo eso a la vez. Por La Ricarda, Aragonès ha hablado de chantaje, Yolanda Díaz ha exhibido su chaleco ecologista prendido de anillas y reclamos, y Sánchez ha retirado su favor, todo mientras Colau supongo que lloraba mirando nidos de polluelo. La tensión Sánchez-Podemos, como la tensión Sánchez-indepes, hay que mantenerla incluso tomando rehenes florales o de plumón.

Sánchez, los ministros y los indepes se enfrentan porque sólo pueden sobrevivir en el conflicto

El Prat se amplía, que suena a cesión; El Prat se paraliza, que suena a desafío; El Prat se convierte en coto franquista, que suena a gimoteo como todo lo nacionalista; El Prat se convierte de repente en un desahucio de ardillitas, que suena a Bambi (Colau lloraría otra vez)... Ni los ministros ni los indepes ni Sánchez se están enfrentando entre sí por el aeropuerto ni por la ecología palmípeda ni por cestillos de pastorcita, sino porque sólo pueden sobrevivir en el conflicto. La factura de la luz o los presos han dado paso ahora a un humedal de gorgoritos y besitos de pájaro, con lo que no sé si ya están estirando el conflicto hasta el absurdo o poetizándolo hasta la ñoñería.

Se diría que el conflicto funcionaba pero se había vuelto feo, con esas lavadoras de madrugada como camiones de la basura o esos fantasmas de torreón de los presos como emparedados en pena. Ahora hay ministros entre cañaverales y hay trinos sobreponiéndose a los motores, o hay desarrollismo con buena voluntad contra indigenismo paleto, que también vale para el otro lado. Ahora, en la mesa de negociación ya no habrá sólo dinero sucio y caprichos sentimentales, sino una lágrima del planeta gorda, llamativa y esmeraldada como un frutero de duralex. Ahora, en el Gobierno de coalición se pasará de las batallas dogmáticas irresolubles a matices ecologistas como matices feministas (ahí echaremos de menos a Carmen Calvo, que era como la abejita polinizadora de los matices de la izquierda). El caso es que así la cosa parece menos doctrinal y más práctica, como si se tratara de elegir entre playa o montaña para la merendola. Pero sigue siendo igual de político e incluso más mentiroso.

Esta ecología de pecera que se han buscado ahora es algo que gusta y cansa rápido, como el diábolo o la guitarrita del hippie

No sé si el conflicto se había vuelto feo o sólo se está agotando. No sé cuánto durará esta pajarería política como vivificadora y romantizadora de los conflictos de una gente que sólo vive de conflictos. Supongo que poco, porque esta ecología de pecera que se han buscado ahora es algo que gusta y cansa rápido, como el diábolo o la guitarrita del hippie. Pronto encontrarán otra manera de enfrentarse sin resolver nada y de resolver algo sin dejar de enfrentarse, que ése es el juego. La pregunta empieza a ser no si el conflicto vendrá por la independencia en seco o por la tierra húmeda, por el posmarxismo de prologuista o por los gráciles matices progresistas, sino si es posible sostener indefinidamente esa tensión artificial y artificiosa, sea por lo salvaje o por lo ñoño.

La independencia resulta imposible pero el diálogo es irrenunciable, un Gobierno conjuntado resulta imposible pero la coalición es irrenunciable... Y a lo mejor todo esto parece insostenible pero no deja de resultar provechoso.

Viven en el conflicto y del conflicto, pero la excusa y el escenario cada vez son más forzados. Montar una guerra naval en una charca es demasiado forzado. Una mesa con la independencia y la amnistía imposibles ahí haciendo de otro frutero de duralex es demasiado forzado. Un Gobierno que decide hacerse la oposición él mismo como estrategia ganadora segura es demasiado forzado. Que Sánchez lo confíe todo a que pase el tiempo y la perdiz se maree entre 23 clases de orquídeas o en un laberinto de negociaciones es demasiado forzado.

Uno diría que esto se tiene que desinflar, como se desinfla la Diada, que además de toda la tensión política con el Estado y la tensión enfermiza con la realidad tiene que sostener esa otra tensión que aún no habíamos mencionado, la tensión indepe-indepe. Sí, esta burbuja del conflicto artificial y lastimero tiene que explotar pronto, o eso quiere uno pensar viendo el bebedero de patos y flores trompetilleras que se han buscado ahora para mantener esa tensión. Luego, uno cae en que los cuentitos siguen ganando a los hechos, en que la venganza motiva más que el bien y en que la melancolía engancha más que la prosperidad. Hasta Iglesias cree que puede empezar de nuevo el ciclo opinador-salvador-fracasado sin que importe nada de lo que ha ocurrido. Y es cuando uno concluye que hay quienes llevan toda la vida en una charca y no van a dejarla. Y ni siquiera tienen allí 23 clases de orquídeas, sólo una manera apatatada de pensar.

Ahora son las orquídeas y los cormoranes los que impiden la mesa de negociación, la independencia de Cataluña o la paz en el mundo. Suena a perifollo o a vajilla que colocara Sánchez entre él y Aragonès para no verse, al contrario que con Torra, cuando ponía en las mesitas plantas simbólicas abrazándose igual que gnomos arborizados.

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