Al asesino de 39 gais le habían preparado no sólo discursos de solidaridad y admiración, sino pinchadiscos, bailarines, cantautores concienciados con su guitarra como un tótem indio. También una barra con costillas y chistorra, como la zafia charcutería simbólica de una despedida de soltera. Incluso juegos infantiles en su honor, entre la memoria y la pedagogía, como si fuera Félix Rodríguez de la Fuente.

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