Aquí se decretó la recuperación como se decretaron las sonrisas, eso que nos dijo la ministra Carolina Darias aquella vez, desenvolviendo de verdad las sonrisas en su regazo como unos cruasanes que traía, igual que si fuera Heidi. En realidad las dos cosas son lo mismo, salir a la ruina o salir al virus con sonrisa de piruleta o sonrisa medicada, algo que al virus y a la economía les da igual y que yo no sé siquiera si es bueno para la moral, porque es como ir a estrellarse contra un muro con toda la dentadura en procesión. La recuperación es una especie de palabra sonrisa con la que Sánchez sale desde hace mucho a aguantar la crisis, la inflación, la deuda, el déficit, las sucesivas rebajas en el crecimiento, el precio de la luz y el cabreo de los productores, de los camioneros o de los palmeros. Como los dineros de Europa no terminan de llegar, lo único que queda es esa sonrisa de Sánchez, medio panecillo de Heidi en esa boca marmórea a punto de estrellarse contra la cristalera de la realidad.

La OCDE ha rebajado más de dos puntos la previsión de crecimiento de España, otra vez quiero decir. La recuperación de Sánchez mantiene la misma sonrisa, esa sonrisa que invita a ser cascada, como la de un muñeco tragabolas, y quizá por eso los números le van haciendo mellas escalonadas y juguetonas poco a poco. Ya estamos en el 4,5%, una décima menos que la cantidad que pronosticó Casado hace poco y por la que Sánchez le llamó “catastrofista”, que es una de esas palabras que usa él en el frontón del Congreso y que le suenan a madera. Es decir, que esto ya es una catástrofe según los propios baremos de Sánchez. Y eso sin considerar el 5,6% de inflación en noviembre, el mayor desde hace 29 años, o sea desde la Expo, Los Manolos y el cruce de piernas de Sharon Stone. Pero la catástrofe no cambiará su sonrisa, que Sánchez tiene puesta como se tiene puesto un collarín.

La recuperación, la sonrisa de la recuperación, sonrisa de brindis en plástico, de Pantoja hostigada, la tiene Sánchez ahí, temblona pero perenne, desde que lo recibieron sus ministros y diputados entre aplausos y chachachás, cuando vino de Europa después de haber hartado a sus colegas con exigencias y enfurruñamientos. A Sánchez no sólo hay que darle la razón, que es lo que pide siempre en el Congreso, que cómo es que la oposición es tan desleal que no le da la razón, que no le aplaude agitando gorras y sostenes... No, a Sánchez, además, hay que darle dinero por su cara bonita y su tipito de tuno. El caso es que los serios señores hiperbóreos o nibelungos que tienen el dinero se rindieron al guapo que les hacía zapateados y aquí los suyos lo recibían como un pillo triunfador. Pero el dinero tenía condiciones, requería proyectos, trabajo, ideas. Sánchez sólo tenía el tipito y la gorra, por eso aún no tenemos el dinero, sólo la sonrisa de la recuperación como la sonrisa de Manolo Escobar.

La recuperación depende de un dinero ajeno, pero resulta que ni siquiera nos molestamos en rellenar los papeles para que nos lo den

La recuperación depende de un dinero ajeno, pero resulta que ni siquiera nos molestamos en rellenar los papeles para que nos lo den. Es como si Sánchez no tuviera ganas ni de levantar la gorra. La propia Unión Europa le ha llamado la atención al Gobierno por el retraso en la tramitación de las ayudas, que a uno le parece el colmo del vago, eso de que te dé pereza ir a recoger un dinero que te dan. Yo creo que Sánchez se basta con la sonrisa de la recuperación. Supongo que a los que le preguntan dónde están esos dineros vikingos de Europa él les pone el vídeo de sus ministros y de su bancada dándole palmas por bulerías, como si hubiera triunfado en la plaza de Nimes. 

La recuperación, había que hablar de ella como había que hablar de las sonrisas, por salir con globito a la calle, por darle domingos a la gente. Pero lo que tenemos, si acaso, es alivio de luto. Es decir, que se vuelve a abrir lo que estaba cerrado, que se vuelve a mover lo que estaba quieto, que se levantan las pesadas y españolísimas cortinas de la desgracia, tan lorquianas. Pero desperezo no es lo mismo que recuperación. Claro que crecemos, cómo no se va a crecer después de estar en ese hoyo. Pero caímos más y nos levantamos más lentos. “España va mejor”, es lo más que puede decir Sánchez, con sonrisa quebrada y frase tomada a algún Aznar más enclenque que Aznar. Estamos mejor que cuando estábamos medio muertos, pero estamos peor que todos los demás.

“Afrontamos una recuperación justa con pilares sólidos”, ha dicho Sánchez hace poco. Los pilares son “datos de empleo positivos” (de nuevo, lo positivo de no estar muerto) y los “70.000 millones del fondo de recuperación” (de nuevo, contar en el haber lo que aún no tenemos por pura incompetencia). Ni el alivio de luto es recuperación, ni lo es tampoco el dinero europeo contado igual que mi madre cuenta lo que hará con la lotería de Navidad que guarda como en una canastilla para gnomos. Ni siquiera será recuperación cuando llegue ese dinero y lo distribuyan los políticos entre acreedores y favores, entre chiringuitos y churrerías de partido.

Aquí se decretó la recuperación como se decretó la sonrisa. La sonrisa la mantuvimos incluso con la ola de los botellones, cuando el virus usaba aquella sonrisa como lancha y los besos como playa. Ahí siguen las sonrisas decretadas, felices y un poco tontas, como pompas de chicle, en plena sexta ola. Quedará la sonrisa aunque suba el bicho y suba la luz, aunque la inflación nos devuelva a Curro, aunque no lleguen los fondos o se los lleven todos entre titiriteros, sindicatos y proyectos de veganismo euskaldún. Quedará aunque la catástrofe vaya sobrepasando incluso el catastrofismo de la oposición. La recuperación ya no nos la quita ni la OCDE ni nadie. Quitarnos la recuperación sería como quitarle la lotería a mi madre y quitarle la sonrisa a Sánchez. Y quitarle la sonrisa a Sánchez es como quitarle el mármol a su cara.

Aquí se decretó la recuperación como se decretaron las sonrisas, eso que nos dijo la ministra Carolina Darias aquella vez, desenvolviendo de verdad las sonrisas en su regazo como unos cruasanes que traía, igual que si fuera Heidi. En realidad las dos cosas son lo mismo, salir a la ruina o salir al virus con sonrisa de piruleta o sonrisa medicada, algo que al virus y a la economía les da igual y que yo no sé siquiera si es bueno para la moral, porque es como ir a estrellarse contra un muro con toda la dentadura en procesión. La recuperación es una especie de palabra sonrisa con la que Sánchez sale desde hace mucho a aguantar la crisis, la inflación, la deuda, el déficit, las sucesivas rebajas en el crecimiento, el precio de la luz y el cabreo de los productores, de los camioneros o de los palmeros. Como los dineros de Europa no terminan de llegar, lo único que queda es esa sonrisa de Sánchez, medio panecillo de Heidi en esa boca marmórea a punto de estrellarse contra la cristalera de la realidad.

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