Aquí está la guerra, y nosotros con nuestras flotillas de anchoeros y nuestro Gobierno de paz de pipa de la paz. Sánchez, líder internacional del prêt-à-porter, salió otra vez al balcón cohetero de los telediarios para decirnos que España “se desvivirá” por el restablecimiento de la paz. Yo me imagino a Sánchez desvelado en la mecedora, de madrugada, o preparando muchos bocadillos, que es lo que me viene a la cabeza con esta palabra, desvivirse, palabra de madre que se abrocha la rebeca ya abrochada, cosas que hacen las madres que se desviven y quizá los presidentes que se desviven. Al otro lado del Consejo de Ministros, o desde su pecera o torre de control mediática, Pablo Iglesias ya advirtió de que la mano dura con Rusia podría romper la coalición de gobierno. Putin puede estar tranquilo, con Sánchez desviviéndose en pantuflas y Podemos vigilando que el cruel militarismo occidental no tronche las margaritas ni estorbe a las bombas rusas.

Putin, a quien no le importa tronchar las margaritas, ni estropear los mapas y almanaques de la UE, ni tampoco perfumarte con polonio si hace falta, ha invadido Ucrania, como se esperaba y como negaba. Mientras Sánchez se desvive por la paz como por una sobrina o por una novieta, Putin se pone vacilón con su arsenal nuclear, amenaza con “consecuencias nunca vistas en la historia” para quien se le oponga, y luego se va de chupitos con cazadores de osos o con los mismos osos, que eso me lo imagino yo pero es que veo a Putin muy de ositos. Mientras Sánchez asegura que España “defenderá la legalidad internacional”, Putin está a las puertas de Kiev, que suena a que llega con toda la caballería musical de Mussorgsky (el final de Cuadros de una exposición), o de la música rusa en general, que hasta el melancólico Chaikovski metió cañones en la Obertura 1812. Tenemos, pues, la fiambrera de madre y la legalidad internacional contra los cañones atrompetados y el magnificente desprecio por cualquier cosa que no sea la fuerza de oso o de osito. Como para no ganar.

En realidad, lo que hace Sánchez es lo que hace Europa, pero con menos fuerza aún. Hay que recordar que Borrell amenazó a los rusos con dejarlos sin fiestas en Saint Tropez y sin compras en Milán, en un tuit tan cachondo como el resto de la política exterior de la UE. Sánchez intenta ser europeo, o sea tener esa firmeza en la debilidad y esa tenacidad en la insignificancia, lo que pasa es que aquí lo hacemos sin dinero, que todo viene de Bruselas, y sin ejército, que lo tenemos haciendo de barrendero. Quizá sea más práctico lo de Podemos, o sea dejar hacer a Putin por no estropear la nieve con más hierro, y recibirlo ya aquí con sentadas, grafitis o tertulianos. O convertirnos directamente al nuevo Imperio Ruso, mezcla perfecta de sovietismo y botellón, cosa que arrasaría por el campus de Somosaguas.

Putin invade Ucrania por dos razones: porque quiere y porque puede. A Putin no le da miedo la UE, cuya burocracia se despierta y se mueve con la lentitud de un girasol

Putin invade Ucrania por dos razones: porque quiere y porque puede. A Putin no le da miedo la UE, cuya burocracia se despierta y se mueve con la lentitud de un girasol sólo para volver a dormirse enseguida; ni le da miedo Biden, que se cae sobre los mapas; ni le da miedo la OTAN, que es un club de yates. Menos aún le va a dar miedo Sánchez desviviéndose, sobre todo si Podemos le chantajea para que cambie lo que tenga pensado, poco o mucho, por una pegatina sobre Rota y una chapita con champiñón nuclear tachado como el emblema de los cazafantasmas. Está la cosa chunga, porque de alguna manera Occidente se ha quedado indefenso. No se puede ganar una guerra cuando se niegan las guerras, cuando se ha renunciado a la fealdad y a la necesidad de la guerra. Uno no puede pretender enfrentarse a Putin, endurecido de vivir en cabañas de trampero con su amigo trampero, sin más que enarbolar la concordia, la paz y una barquita en Saint Tropez. Pero, a la vez, claro, ¿qué se hace contra alguien tan loco que te farolea con el holocausto nuclear de los machos?

Se cuenta que Rubens, enviado por Felipe IV, intentó convencer a Carlos I de Inglaterra para que hiciera las paces con España regalándole su cuadro Alegoría de las bendiciones de la paz, que tenía mucho goce de oros, uvas y tetas frente a los anublados de la ira y la muerte. Occidente está un poco así, sacando sus musas, sus alegorías y sus óleos de iglesia contra la pura fuerza bruta. Lo mismo Sánchez es nuestro cuadro, lo único que podemos aportar para la paz, como si fuera el Guernica, aunque se parezca más a una menina o a un señoritingo de Van Dyck.

España pintará poco en la guerra, más o menos lo mismo que en la paz, pero quizá, si no nos volatilizan, no sea tan diferente a cualquier otra plaga sanchista. Quiero decir que aquí ya aguantamos las subidas de precios, la inflación, el paro y la ruina, y sin guerra mundial ni nada. En todo caso, seguro que aprovechamos esta guerra que reconformará Europa o el sistema solar para nuestras batallas particulares, como si fuera Eurovisión. Ahora que caigo, a Putin podríamos mandarle las Tanxugueiras, por hacer guerra psicológica. O a Teo García Egea con gabardina, por si se carga el Kremlin igual que Génova. En cuanto a Podemos, lo suyo sería enviar a Pablo Iglesias, para que Putin perfeccione su técnica de hacerse pacifista de la bomba incendiaria y demócrata de pasarse la ley por los bigotes de osito.

Aquí está la guerra, y nosotros con nuestras flotillas de anchoeros y nuestro Gobierno de paz de pipa de la paz. Sánchez, líder internacional del prêt-à-porter, salió otra vez al balcón cohetero de los telediarios para decirnos que España “se desvivirá” por el restablecimiento de la paz. Yo me imagino a Sánchez desvelado en la mecedora, de madrugada, o preparando muchos bocadillos, que es lo que me viene a la cabeza con esta palabra, desvivirse, palabra de madre que se abrocha la rebeca ya abrochada, cosas que hacen las madres que se desviven y quizá los presidentes que se desviven. Al otro lado del Consejo de Ministros, o desde su pecera o torre de control mediática, Pablo Iglesias ya advirtió de que la mano dura con Rusia podría romper la coalición de gobierno. Putin puede estar tranquilo, con Sánchez desviviéndose en pantuflas y Podemos vigilando que el cruel militarismo occidental no tronche las margaritas ni estorbe a las bombas rusas.

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