Más allá de ponerle el artículo determinado femenino singular delante, la música es claramente una mujer. Podría de hecho ser la madre de todas las artes, con permiso de los historiadores. Nos hemos enamorado de ella prácticamente todos los seres humanos, y su riqueza está en su enorme variedad.

Hoy, 8 de marzo, quiero ir más allá del eterno homenaje al consabido papel que algunas mujeres han tenido en ese Universo de siete notas, y que, por lo general, no ha sido del todo reconocido. Voy a hacer un intento por compartir algunos de los instantes concretos que han tenido que vivir algunas de las más conocidas mujeres de la música en su papel de hijas, madres, esposas, y seres extraordinarios.

Debería sonar más y sonarnos el momento en el que una niña de doce años llamada Nina Simone, negra, y en los años 40 norteamericanos, dejó de tocar el piano hasta que devolvieran a primera fila a sus padres, que fueron desplazados para sentar en su sitio a unos blancos.

También tenía doce años una niña que dio a luz por primera vez el 28 de enero de 1955. Volvió a ser madre a los catorce. Estaba destinada a ser una de las mujeres más importantes de la historia de la música. Aretha Franklin.

El 26 de noviembre de 1962, una pareja cruza la frontera entre Estados Unidos y México para casarse en Tijuana. Podría haber sido una escapada romántica, si no llega a ser por el pequeño detalle de que Ike Turner obligó aquella noche a su nueva esposa Tina a meterse con él en un burdel. Tampoco fueron pequeñas las palizas que recibió la estrella después.

Un total ejemplo de mujer consagrada a la música es, sin duda, Mari Trini. Siendo una niña pasó seis años en cama, y ahí nació su pasión. El tratamiento de corticoides que recibió desde pequeñita le deformó la cara y marcó su personalidad. Está considerada como una de las primeras feministas del mundo de la cultura contemporánea. Tantos eran los comentarios sobre su físico o su feminidad que tuvo que desmentirlos con un desnudo en Interviú.

Annetta Maillard, sin ayuda, no tuvo tiempo de llegar a un hospital para dar a luz a la pequeña Edith Piaf. Una de las voces femeninas más singulares de la Historia tuvo que venir al mundo en una calle de París. Literal. Alimentada con vino por una de sus abuelas y viviendo más tarde en un prostíbulo con la otra, tuvo que vivir recién cumplida la mayoría de edad, la muerte de su propia hija de apenas dos años.

Hoy es un buen día para reflexionar sobre las presiones que pueden llevar a mujeres como Madonna a no denunciar en aquel momento que fue violada a sus 19 años. O darnos cuenta de cómo es el “show business” para que Janet Jackson perdiera prácticamente todos sus contratos por culpa del “nipplegate” mientras que el autor, Justin Timberlake, salió indemne o incluso reforzado. Podríamos llenar libros enteros de casos de injusticias contra el sexo discriminado. ¿Cuánto más hace falta para que cambien las cosas de verdad?.

La música, que no deja de ser un reflejo de la sociedad, también contiene historias de heroínas de las que se debería hablar todo el año.