Moreno Bonilla se ha reencontrado con su vaca como si fuera Heidi o algo así, que ahora no recuerdo si Heidi tenía vaca. Pero la vaca de Moreno Bonilla no es una vaca poni ni una vaca de peluche ni una vaca de vaquero, es una vaca oráculo, una vaca santa, una vaca gurú, una vaca como el dios elefante hindú, y que el presidente andaluz cree que le da buena suerte. En la campaña de 2018 el encuentro y la conversación con la vaca fueron casuales, como el encuentro de un pastor con un ángel, pero esta vez ha ido a buscarla, allí al santuario de la vaca (el milagro de Moreno convirtió a la vaca en milagrosa), a la montaña china donde vive la vaca, al manantial de sabiduría ignorante de sus ojos de tristeza y moscas. Moreno Bonilla va a que la vaca lo bendiga o lo adopte con un lametón, que así lo que parece él es un ternerito, o va a que lo ilumine con la indiferencia de los sabios. Parece una tontería de después de muchos quesos y pacharanes, pero aún puede ser peor, porque Juan Espadas hasta le ha puesto voz a la vaca como a una marioneta de calcetín.

En 2018, Moreno Bonilla le pidió el voto a la vaca, que parecía una cosa más desesperada que tierna, como si buscando votantes para aquel cambio suyo hubiera tenido que llegar ya hasta el arca de Noé. Moreno Bonilla, pescador de hombres y acechador de vacas, terminaba pidiéndole el voto al animalillo como el que termina hablando con su caniche porque no tiene suerte con las personas. Moreno Bonilla parecía el candidato de las vacas, un poco como si fuera el candidato de los Fruitis o algo igual de absurdo y ridículo. Pero el caso es que terminó presidiendo la Junta de Andalucía, aunque fuera de carambola, cosa impensable o imposible hasta el encuentro con la vaca. El encuentro con la vaca fue, para Moreno, ese encuentro con la diosa en el viaje del héroe, como el de Ulises con Atenea o el de Piqué con Shakira. Es una pena que uno no pueda explicar esto del viaje del héroe con más detenimiento, ocupado con la vaca, pero Moreno tampoco puede explicar mucho su programa, ocupado con la vaca.

El encuentro con la vaca fue, para Moreno, ese encuentro con la diosa en el viaje del héroe, como el de Ulises con Atenea o el de Piqué con Shakira

La vaca, diosa madre tranquila y regurgitante, ubre y calostros primigenios, no fue un ser casual que, simplemente, inspiró una improvisación pastoril de Moreno Bonilla, que terminó pidiéndole el voto o una señal, como a una paloma desplegada. En aquella campaña de la Andalucía aún socialista, orogénicamente socialista, Moreno se podría haber encontrado igual con un perrillo mojado, así como el compañero paciente de un vagabundo, y hubiera sido una conversación de tú a tú, filosófica, existencial y lamentosa, pero sin magia. La vaca, animal con gran cabeza de diosa egipcia, sí fue el ser mágico que, desde ese momento, guio a Moreno Bonilla hacia una política contemplativa, blandita, lenta, estática, remoledora, y proporcionó un presidente más de felpa que de ideología, más de manteca que de verbo y más de sueño que de mordisco.

Todos los políticos posan con animalitos tiernos, que son como niños anestesiados que les proporciona la naturaleza, mucho más seguros. Pero no todos los políticos se encuentran con una vaca mentora, con una vaca inspiradora, con una vaca tibetana que te ofrece de repente una explicación de todo el mundo y de toda la política a través de margaritas olisqueadas y de nubes que parecen otras vacas. Todos los políticos posan con animalitos tiernos, por si se les pega la ternura como un algodón de azúcar de sus lanas o pieles, y algunos posan incluso con otras cosas, como Feijóo, al que he visto en una foto mirando un melón de Covirán como si fuera una calavera de Hamlet (igual que el animal te regala ternura por ósmosis, el objeto atentamente mirado te regala agudeza y concentración y quizá visión de rayos x). Pero la vaca de Moreno Bonilla no es una mascota, la vaca de Moreno Bonilla es una guía.

Juan Espadas no entiende lo de la vaca, no ve la diosa del héroe, sino que ve una vaca que habla y una vaca que ríe, una vaca que entiende de la PAC y de desarrollo rural, como si fuera un ingeniero agrónomo, y por eso él se inventa una conversación de la vaca con Moreno que parece como cuando los niños ponen a pelear a un indio contra un dinosaurio. Espadas lo que ve es una vaca lechera y un Moreno lechero, ahí los dos como en Barrio Sésamo. Espadas, claro, yo creo que todavía no se ha encontrado a una diosa, ni a una vaca, ni a un perrillo hermano que acariciar, ni nada. Espadas sólo se encontró a Sánchez, que le ungió no como héroe sino como hombre de paja o como pimpampún. El PSOE de Sánchez es Sánchez, sólo importa quién está en el colchón de nata de la Moncloa, no en Sevilla. Sánchez es el que manda, el que gana, el que seduce, el que marea como el babilonio de la zarzuela, y daba igual poner a Espadas o poner una escoba, que es lo que Alfonso Guerra decía, ay, del PP. La consecuencia es que Moreno Bonilla ahora gana sin más que hablar a las vacas, claro. Moreno Bonilla se ha ido a ver a la vaca como a buscar el amor pastoril a una villa francesa de pacas y boñigas impresionistas. La vaca, que se llama Fadie, como un cómico de cine mudo, tiene a la vez algo de mamá gansa y de pata de conejo gigante, de vaca del Ganges y de vaca de Top secret. Pero el equipo de Moreno Bonilla se ha dado cuenta de que no es una vaca de despiece, ni un peluche antiestrés, ni el oso de Putin de Moreno, ni el pulpo Paul. No, la vaca es su diosa de héroe tranquilo, de Ulises soso, de presidente molinero. Eso, o es una tontería de después de muchos quesos y pacharanes. O que Moreno Bonilla ya piensa que podría hablar con su calcetín y ganar igual.

Moreno Bonilla se ha reencontrado con su vaca como si fuera Heidi o algo así, que ahora no recuerdo si Heidi tenía vaca. Pero la vaca de Moreno Bonilla no es una vaca poni ni una vaca de peluche ni una vaca de vaquero, es una vaca oráculo, una vaca santa, una vaca gurú, una vaca como el dios elefante hindú, y que el presidente andaluz cree que le da buena suerte. En la campaña de 2018 el encuentro y la conversación con la vaca fueron casuales, como el encuentro de un pastor con un ángel, pero esta vez ha ido a buscarla, allí al santuario de la vaca (el milagro de Moreno convirtió a la vaca en milagrosa), a la montaña china donde vive la vaca, al manantial de sabiduría ignorante de sus ojos de tristeza y moscas. Moreno Bonilla va a que la vaca lo bendiga o lo adopte con un lametón, que así lo que parece él es un ternerito, o va a que lo ilumine con la indiferencia de los sabios. Parece una tontería de después de muchos quesos y pacharanes, pero aún puede ser peor, porque Juan Espadas hasta le ha puesto voz a la vaca como a una marioneta de calcetín.

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