Me gustaría subirme a un otero elevado, a un altozano ancho y despejado en esta España, desde donde ver las cosas que nos pasan, sin estorbar ni nada.

Me gustaría tener una mirilla amplia y desahogada, un ventanillo claro, discreto y retirado, para colarme en casa de Mónica García, en su bohemia buhardilla o en su flamante adosado, en esa morada pequeño burguesa con patio y emparrado, en  este momento engorroso y zafio en el que su consorte, desencajado, le dice que la ayuda del gas, cari, nosotros también la hemos cobrado.

Me gustaría además, desde una rendija dilatada, ver la cara de sus spin doctors y la de sus jefes de campaña, y escuchar los bufidos de asesores y el ruido nervioso de teclas y la brutal faramalla, mientras unos y otros borran, sin tasa, el último tuit de la candidata, un borbotón de indignación que denuncia a la casta, que pide la cabeza del Consejero y la de su raza, con esa salmodia jacobina que ya solo aguanta el tono y la batalla en las redes sociales y en las fiestas partidarias, endogamia toda de camaradas.

Quisiera tener esa mirilla alta, esa atalaya amplia y canalla con vistas al caserón del Consejero madrileño, paterfamilias denostado y paria, mientras entre el ruido y la algazara - tormenta de niños y bronca de familia abultada-, rellena el formulario para la ayuda desarrapada, mientras su mente sueña y planea un Madrid que primero iba a ser una Miami desbocada, y que ahora, las Villacís que aún resisten en ese Ciudadanos de la brutal escampada, nos prometen, desde lonas publicitarias más grandes que algunos países de Asia,  como un nuevo Washington, D. C. o la penúltima Disneylandia, en un tocotó de ocurrencias electorales y ensalada de creativos en mallas, que más que la postrera campaña de la modosa influencer parece el último manotazo de una ahogada.

Quisiera subirme a un podio alto y ventilado en la Castellana, y ver, tranquilo, la algarabía grisácea de secretarios y secretarias, otear la coyunda de burócratas y ordenanzas, mezclarme entre jefes de sección, adjuntos y hasta ujieres de levita desusada, orbitando cadenciosos alrededor de la mesa de una ministra Teresa Ribera mercurial y alterada.

A esta líder de talla quisiera escucharla, cabreada, entre el estertor de trasvases moribundos y el rumboso fragor de ODS y los impuestos al plástico y a la colada, corriendo a cambiar las bases, los apartados, los formularios y hasta del BOE la portada, que tapen las previas bases, apartados y formularios sin alterar la fachada de un decreto de ayudas a las personas desheredadas, que de tan mal planteadas y ejecutadas han terminado en manos de quienes menos las necesitaran, mientras el gabinete ministerial y sus disciplinadas mesnadas echan la culpa de su desdén de tecnócratas al penúltimo que pasa.

Me gustaría hacerme minúsculo y colarme en casa de Tamames, como si nada, en ese refugio decrépito y trasnochado de las Españas, y sentarme, silente, junto al inesperado príncipe rojo, y ahora verde y hasta malva, y ojear su discurso y disfrutar de su labia, mientras ensaya entre retratos y tapices de Austrias, entre los diplomas del COMECON y las memorias firmadas de Fraga, su juramento, su promesa de valor y hasta sus ripios decadentes para nuestra castigada patria.

Quisiera desaparecer y situarme, menudo, entre la bancada, mientras Pedro, Alberto, Santiago y toda la grada sonríen incómodos, como si nada, esperando el próximo debate y la certera estocada, preparando, expectantes, la próxima bulla y su partidaria algarada.

Anhelaría subirme a una azotea elevada, a un promontorio holgado y fresco junto a las Ramblas, entre el rumor alocado de turistas y los nudistas en la playa,  para observar a Laporta, a Negreira y hasta a Ada, y entender qué les está pasando, pues todo a ellos les pasa.

Os pediría, - please-, si no es abuso, un desmán ni tampoco una carga, que me dejaseis opinar sobre Irene y Pablo y también sobre Yolanda, y hacerlo antes de que se maten, tenaces y biliosos en su próxima celada, pero el tiempo pasa, me fríen a preguntas y como dice un amigo gallego de los de pulpo y queimada, qué mas da ya que lleven o no a la Roja a Yago Aspas o que vuelva Arconada.

Permitidme discrepar, equivocarme y pontificar aunque esté recién llegada, soy, en suma, la memoria oscura del CHAT GPT y no me tienen entrenada. Hi, how can I help you?.