Hoy voy a cambiar el foco y les voy a hablar de política americana. No se extrañen, a fin de cuentas ya lo que hemos visto en decenas de series y películas. De hecho la campaña de Obama de 2008 lo llevó al paraíso del logro y, desde entonces, para muchos es un aspiracional.

Arranquemos con una máxima: no hay reglas escritas en las campañas electorales. Creemos que las hay, pero no las hay. A ver, sí… está el funcionamiento de la democracia en sí, hay cuestiones como la financiación y, en España, tenemos reglas como el periodo de precampaña, dos semanas de campaña, la jornada de reflexión o que hay un límite para publicar encuestas.

Desde mi punto de vista son innecesarias y ralentizan una actividad que, en despliegue, sería mucho más interesante, pero… bueno, es lo que nos ha venido dado y aún no se ha cambiado. Es ley y, como tal, hay que respetarla.

Pero en Estados Unidos la historia es distinta. La campaña comienza en el momento en el que el candidato decide presentarse y esa decisión es la que abre el calendario.

Pongamos en antecedentes: hasta la fecha todos sabemos que hay unas elecciones a la presidencia de los EE.UU. el próximo año. Como cada 4 años, las elecciones tendrán lugar el primer martes después del primer lunes de noviembre y esto fija la fecha el 5 de ese mes. Para rematarlo les diré que el presidente electo toma posesión el 20 de enero. Esto es así desde 1937.

Momento para el Trivial: antes las inauguraciones eran el 4 de marzo, pero la 20ª enmienda mueve la fecha al actual 20 de enero, porque 4 meses con un legislativo y un ejecutivo a cambiar… era demasiado tiempo de no tener un gobierno plenamente funcional.

Así que volvamos al candidato. El 26 de noviembre del año pasado Donald Trump anuncia que se presenta a la reelección. Esto implica que Trump pretende una campaña larga, de prácticamente dos años. Por supuesto supone mucho dinero que recaudar, muchos sueldos, muchos desplazamientos y, por supuesto, mucho desgaste. Vamos, que no todo el mundo va a ser capaz de aguantar.

En ese momento el campo republicano se pone alerta y empiezan a saltar candidaturas como pueda ser la de Nikki Healy, Asa Hutchinson o Larry Elder. Es el anuncio de Trump lo que activa la campaña y Trump es un elemento importante como para considerar los tiempos que otros aspirantes deben manejar para no perder comba.

¿Por qué? Porque Trump puede ya empezar a recaudar dinero para su campaña y el dinero, como bien limitado que es, si va a un candidato, deja de ir a otro.

Hoy esto es una carrera contra Donald Trump y parece complicado que la orientación cambie

¿Hay excepciones a entrar en la dinámica? Sí, siempre que la fortaleza del potencial aspirante sea real. De hecho hoy tenemos dos candidatos que aún no han presentado oficialmente su candidatura, pero a los que todo el mundo está mirando. Uno es el Vicepresidente de Trump, Mike Pence; el otro es el Gobernador de Florida, Ron de Santis. Candidatos con potencia suficiente como para atraer mucha atención, pero… no nos engañemos: hoy esto es una carrera contra Donald Trump y parece complicado que la orientación cambie.

De no cambiar… de Santis y Pence podrían estar ahí anulándose el uno al otro hasta que uno de los dos fuera el rival del expresidente. No sería la primera vez.

Así que, como la primaria está en marcha, pues ya se ha puesto todo en la correa de transmisión. De hecho se han anunciado ya dos debates entre los aspirantes, así que no les extrañará que llamara mucho la atención la noticia de que Donald Trump podría saltarse esos dos primeros debates.

Es un hecho que Trump lleva más de 18 millones de dólares recaudados y, en casi todas las encuestas, está algún punto por encima o algún punto por debajo del 50% en intención de voto para las primarias.

Es más, las encuestas también preguntan por Pence y De Santis, aunque no se hayan presentado y, aun así, dan a Trump una ventaja descomunal.

Así que la campaña de Trump, pese a encausamientos, fichas judiciales y causas pendientes, ha debido pensar… ¿debates? ¿ahora? ¿para qué?

Les insisto: no hay reglas. Bueno, las hay para poder participar en los debates. Normalmente hay que dar ciertos números en las encuestas y en la recaudación de fondos pero, desde luego, no hay reglas para declinar asistencia.

Para Donald Trump podría tener sentido pasar de ir a los debates, porque ninguno de sus actuales rivales tiene tanto reconocimiento ni aparente respaldo y los pesos pesados que se esperan aún no han dado el paso (Ron de Santis o Mike Pence).

Así que, desde el punto de vista Trump… ¿para qué arriesgarse a debatir con rivales menores si los grandes competidores no han entrado aún en liza y también parece que tiene ventaja sobre ellos?

¿Qué no hace bien a la elección, ni al partido? Bueno, es Donald Trump, su personaje lo aguanta casi todo y no creo que sea la mayor extravagancia que le hemos visto hacer… ni que le veremos.