Opinión

Victoria Federica, símbolo de una feria desambientada

Manzanares saluda a Victoria Federica en el callejón de Las Ventas.

Manzanares saluda a Victoria Federica en el callejón de Las Ventas. EFE

La retransmisión de Telemadrid de la decimocuarta de abono dio para una tertulia del corazón y, más que eso y sin pretenderlo, para una lección de este San Isidro tan desambientado, que no termina de encontrar su puntito.

La protagonista, Victoria Federica, hija de la infanta Elena, acompañada por una amiga en un burladero del callejón de Las Ventas, siempre atendiendo como fuente de esta información a la retransmisión de Telemadrid.

Allí, Victoria Federica, según se pudo ver a ráfagas ayunas de comentario explícito al respecto, se santiguó profusamente antes de que saliera el primer toro de Andrés Roca Rey.

Esa concentración religiosa en modo alguno criticable contrastaba, al cabo, con la siguiente ráfaga sin comentario explícito: Victoria Federica y su amiga mirando -profusamente también- a sus respectivos móviles mientras el toro del Puerto -o de La Ventana, o de Valdefresno, o de Fraile, que vaya jaleo de nombres, y los Garcigrande van por el mismo camino- campaba por la arena.

Recapitulamos la dos situaciones: Victoria Federica santiguándose profusamente -ninguna broma con esto- y Victoria Federica mirando al móvil sin parar con el toro en la arena. Y su amiga.

Todo un símbolo de esta feria que no se centra. Para mí, la causa principal -y aquí quedó escrito- es el viento. Así no se puede torear como nos gusta, por mucho que le demos más vueltas. Y mucho viento y mucho frío en el tendido ha hecho. Después llegan otros factores: la hostilidad del 7, especialmente acusada como refieren las crónicas de hoy cuando torea un figurón como Roca, el King. Al que, además, escupen por un toro de menos trapío, otra de las causas fundamentales del ambiente a la contra. Gallinero revuelto, serrucho al aire, vámonos cuanto antes que vienen los malos.

Ese toro de menor trapío que tanto irritó y terminó de descomponer la obra entronca de nuevo con Victoria Federica, hilo conductor de esta metáfora de feria que no se centra. Porque algo de mucho menor trapío, no me pregunten qué, debió de colarse por la tronera y trepar por el almohadillado del burladero cubierto con el techo de chapa por el agua hasta ser descubierto por Victoria Federica y su amiga, presas del pánico como reflejó la última ráfaga de Telemadrid -sin comentario explícito- en la que ambas jóvenes intentaban espantar al animalejo -o lo que fuera- llegando a taparse la boca ante el horror de la invasión.

Otro símbolo, no me digan que no, para unos tendidos que a veces aplauden gilipolleces, se horrorizan con obviedades o piden la copa a destiempo mientras el toro -otra vez y siempre el toro-campea por la arena.

Y toros han embestido en esta feria, eh, ni viento ni leches.

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