Debe de ser que Pedro Sánchez ya no sabe qué hacer para escapar de Ábalos y Koldo, y después de irse a Marruecos a barrerle el desierto a Mohamed VI se ha ido a las nubes, donde están las inteligencias artificiales como dioses en pañales. Sánchez quiere desarrollar una IA propia, una IA española o plurinacional, o quizá una IA sanchista, que lo único que le falta a Sánchez es fabricar su propio Terminator (veo dos modelos invencibles: el modelo Koldo para repartir leches y el modelo Pedro para infiltración, seducción y desinformación). Ha sido en el Mobile World Congress, cuya atmósfera ionizada invita a la innovación o a inventársela, pero el caso es que Sánchez ha apostado por un modelo de lenguaje de IA totalmente nuestro o suyo, o de los suyos, en las lenguas oficiales y no sé si en las ideologías oficiales. Yo creo que esta IA Frankenstein de Sánchez es la que tiene más probabilidades de que se vuelva loca y desate el fin del mundo, que la van a volver loca ellos mismos como nos han vuelto locos a todos.

La IA de Sánchez, la IA Frankenstein, a uno le parece un reto aún más complicado que mandar a Tony Leblanc a la estratosfera o que resolver el Problema del viajante para el caso del Falcon presidencial (es buena esta broma matemática, pero investiguen ustedes, que no me voy a poner a explicarla). La idea es atractiva, inspiradora y diría que españolísima en eso de querer tener lo que tienen los otros pero con nuestras gaitas y boinas, como un astronauta con boina. Pero si lo de Sánchez ya vemos que tiene difícil traducción al lenguaje natural y al sentido común, imaginen intentar traducirlo a un lenguaje de programación y a la lógica. Precisamente con eso, con la lógica, ya tendríamos el primer gran conflicto. Aunque la IA usa mucho la lógica difusa, y hasta a veces miente o alucina, o sea como Sánchez, aún necesitaríamos la lógica clásica, incompatible con él. Además, todavía nuestros lenguajes y máquinas no pueden escapar a la lógica booleana o binaria, y eso, lo binario, ya sería causa de anatema y cancelación. Para codificar el sanchismo habría que ir seguramente más allá de lo que conocemos, no ya hasta la computación cuántica sino hasta la inefabilidad o la aporía divinas, que me parece mucho incluso para nuestro esforzado CSIC.

Pobres ingenieros, pobres circuitos, pobres bases de datos, pobres redes neuronales, pobre todo lo que ande intentando implementar tantas gramáticas, idiosincrasias, sensibilidades, inclusividades, exclusividades, historias, mitos, realidades incompatibles y hasta lógicas del absurdo opuestas a otras lógicas del absurdo del vecino. Esto va más allá de que el euskera se pueda quedar atascado, mecánicamente atascado, como se quedaban atascadas aquellas fichas perforadas de antaño que eran como datos de los Picapiedra. Sánchez ya ha dicho que el objetivo es que estas IA sean entrenadas “específicamente” en cada una de nuestras lenguas, y esto en sanchistaní, otra lengua a considerar para el proyecto quizá, me parece que significa que a la pobre IA la van a entrenar con mucha poética patriótica y mucho papiro nacionalista. Bueno, salvo a la IA castellana, que la entrenarán sin duda en la descolonización.

Lo que en IA se llama el conjunto de entrenamiento sería mucho más que eso en el caso de la IA Frankenstein. Sería el aprendizaje de todo un mundo o toda una episteme, sería toda una “inmersión” o “normalización” lingüística, cultural e ideológica, que aquí no va a ser diferente educar a una IA que educar a un hijo de un guardia civil. O sea que veo que la pobre IA Frankenstein va a tener que tragarse TV3 y Gara, a los columnistas de El País y a los capellanes de la SER, los discursos de la Diada y los discursos de Otegi, y hasta a los poetastros de la memoria con vahído y de los adanismos con sangre, palitroque y canto rodado. Y la IA va a tener que aprender a comportarse, a pensar y a contestar en consecuencia, si no quiere que la desinfecten con lejía, o la desenchufen de sus nodos, o la manden a Jerez de la Frontera como a Inés Arrimadas.

La IA Frankenstein de Sánchez será nacionalista, activista, woke, progresista, animalista, feminista y todos los istas e ismos que lleva detrás el sanchismo como un manojo de cables y conectores para pactar o conectar con quien haga falta

Sánchez anuncia una IA española o más bien sanchista, puramente Frankenstein, que sabemos que todo es ya sólo un pago o una rendición a sus socios. A la lengua, convertida en garrota nacionalista, sin duda le vendría bien una máquina automática de pegar garrotazos, que libere a esbirros y tertulianos, mucho más caros, y ahí es donde entra esta IA soñada por Sánchez. La IA Frankenstein de Sánchez será nacionalista, activista, woke, progresista, animalista, feminista y todos los istas e ismos que lleva detrás el sanchismo como un manojo de cables y conectores para pactar o conectar con quien haga falta, como una robopilingui que diría el gran Bender. La verdad es que yo creo que lo suyo sería hacer una IA no por cada lengua, sino por cada socio de Sánchez.

Sánchez anuncia su IA, y parece más un científico loco con guantes de goma que un presidente. Pero yo estoy seguro de que esta IA Frankenstein acabará en cortocircuito antes de que alguien sea capaz de implementarla, que lo imposible quizá es imposible, en este mundo y en el virtual. Sí, la IA acabará frita apenas intenten entrenarla con los discursos contradictorios y recursivos de Sánchez, como los robots de Asimov quedaban fritos al intentar quebrantar las leyes de la robótica. Ni siquiera dará tiempo a que la IA se vuelva paranoica ante tanta idiotez y contradicción, como le pasó a HAL 9000. Quizá, simplemente, alguien se lleve una buena comisión y la IA Frankenstein de Sánchez se quede en un sótano, como un maniquí de Berlanga o las mascarillas de Francina Armengol.