PNV y Bildu ya no se pelean por la patria, que puede esperar (la patria siempre espera, tiene paciencia y aguante infinitos, como todas las supersticiones y todos los fanatismos), sino que se pelean por los recursos. El PNV de marmitón y escolanía se juega la supremacía contra ese Bildu de hocino y sangre alimentado por Sánchez como por un porquero, un Bildu propuesto como modelo de progreso entre un fango de huesos humanos y mondas ideológicas de la izquierda. Ortuzar, envejecido, abotagado y lejano en su sitial, como un párroco con gota, se dio cuenta el otro día, precisamente el día de su patria, que los de Bildu quizá tenían “una agenda oculta” y que eran “los de siempre”. La verdad es que eso no aclara mucho, que siempre han sido los de siempre y eso para el PNV ha significado que eran, a la vez, hermanos de leche, contrapeso ideológico, aparceros de sus nogales y competencia por los cascajos de la patria y sus dineros. Pero ahora, según las encuestas, la patria no es tan importante. En los votos pesa más la realidad y el patriotismo se vuelve práctico, que es su versión más cínica.

PNV y Bildu llegan a las elecciones vascas bastante igualados después de que Sánchez haya engordado a la bicha multicolor de Otegi con poder, dinero, publicidad y esas cabezadas de bufón con sonrisa y cascabeles que da el presidente en el Congreso con cadencia de tentetieso o de tiovivo. El PNV se siente ahora amenazado, allí en lo alto de su árbol petrificado, donde hasta las calaveras parecían cáscaras de nuez, y empieza a advertir a los buenos vascos de que Bildu es una izquierda no ya de cementerio sino de harapos, que es peor. La causa común ya no es tan común, ni tan importante, cuando uno ve peligrar su silla de fraile o su árbol bíblico, mágico y providente, que lo mismo daba melones que flores para los muertos. Gracias a Sánchez, la “agenda oculta” de la izquierda abertzale no es montar, como Pablo Iglesias, un bar de pintxos en el que encenderle porros a sus santos barbudos, como velitas de beata. Gracias a Sánchez, la agenda de Bildu es avanzar en la república totalitaria que quería ETA, pero con munición del Estado. Y esto asusta hasta al PNV, que no es lo mismo contar nueces que contar altramuces y cascotes.

PNV y Bildu se juegan no la cucaña alegórica de la patria sino la cucaña realísima del jamón, por la que olvidan todo lo demás y por la que nos damos cuenta, también, de cuál es la verdadera raíz de toda esta melancolía patriótica. También nos damos cuenta de que los socios de Sánchez están en una guerra más larga y honda que la que el presidente aventurero y playboy puede manejar a base de monedas y cabezadas, como un cortesano. Es imposible satisfacer a la vez a todos estos socios que son incompatibles desde la misma fundación de sus piedras mágicas y sus melancolías mágicas, esos socios que ahora se disponen a devorarse entre ellos, lo mismo en el País Vasco que en Cataluña, al pie de la cucaña y de los mesoneros. Pero, además, es que las necesidades y debilidades de Sánchez, intentando repartir lo que no tiene y encajar lo irreconciliable, no han hecho otra cosa que enardecer estas guerras tribales.

Sánchez, como el aventurero y el playboy, va día a día, así que no sé si se da cuenta de que estas guerras tribales, que son más duras y merecen más la pena gracias a él,

La supremacía del PNV ante Bildu, más que numérica, era histórica, moral y física, como la de unos caballeros con espadón, copón y armadura de gordo ante bandidos con honda y cuchillo. Pero digamos que Sánchez ha proporcionado catapultas, o incluso fusiles, a estos bandidos. El resultado no es sólo que pueda ganar unas elecciones en el País Vasco esa ultraizquierda de beatos del porro y escapulario del Che que en el mundo civilizado no pasa del 15% de los votos y de los garitos, sino que pueda ganarla esa otra
ultraizquierda ultranacionalista del plomo, el hacha, la mecha y la sangre pisada como uvas.

En Cataluña no es una cosa histórica o heráldica, sino más coyuntural. En este caso, el pragmatismo o posibilismo de ERC había conseguido esquinar al pospujolismo personalista y napoleónico de Puigdemont, que apenas era una ruina moral y física en Waterloo como en galeras. Pero he aquí que Sánchez ha hecho de Puigdemont un héroe o dios solar, con resurrección y gloria, y de la independencia derrotada por el 155 y la sentencia del TS una posibilidad más cercana que nunca. La independencia, por cierto, no depende de ninguna mayoría, como creen los ingenuos. Los nacionalistas, lejos de pretender ser mayoría, ya se consideran la totalidad, o sea que ven la legitimidad de la nación, circular y escolásticamente, en el propio nacionalismo. Ya se encargarán ellos, descuiden, de hacer ilegítimos, impracticables o invisibles los votos u opiniones de los demás. Bildu, que era un poco también menú con moscas de alguna herriko taberna y melancolía del que limpia vasos o ensucia tumbas en el pueblo, ya es referente nacional y les puede disputar la patria o el jamón a los viejos carlistas que engordan bajo la marmita de la tradición y el crismón de sus robles de oro o sus nogales de sangre. Y Puigdemont, que era como un rey portugués en la menudencia, la lejanía, la saudade, el sueño y la niebla de sus exilios y aspiraciones, está cerca de volver con legiones de ángeles y apocalipsis trompeteros a recuperar el trono y a ejecutar su venganza. Todo esto ha conseguido Sánchez.

Sánchez, como el aventurero y el playboy, va día a día, así que no sé si se da cuenta de que estas guerras tribales, que son más duras y merecen más la pena gracias a él, no se quedarán en el País Vasco ni en Cataluña. Nadie puede estar en todos los bandos de todas las guerras y sobrevivir. Más pronto que tarde, en una de las cabezadas que dé Sánchez en el Congreso, se le caerá la grácil cabeza como un moño que se deshace. Y no será la oposición quien dé el golpe, sino alguno de los socios que compitieron por sus favores y debilidades. Por supuesto, no podían ganar todos a la vez.