Rita Maestre ha pasado de la verbena de Más Madrid, con humo gordo y esa música concienciada y trompetera que hace que los curritos y las cabras se suban a los taburetes, a la verbena de la regeneración democrática, con frescuras y nazis. Claro que esto no hubiera sido posible sin el intermezzo de la verbena reflexiva de Sánchez (reflexiva de mirarse en el espejo o en el río de las pastorcillas de madrigal, donde se les caen como pañuelitos los suspiros y los bucles). En el segundo día del Punto y Aparte, la avidez de regeneración de la vida pública llevó a que la portavoz de Más Madrid en el Ayuntamiento de la capital fuera expulsada por haber llamado “nazis” a los de Vox. Vamos viendo que la agenda del presidente, si bien todavía no está concretada, ya inspira a sus socios, a la progresía, al batallón de limpieza. Podrán decir ustedes, al menos si creemos a Macarena Olona, que en Vox hay más de un nazi. Pero si vamos a llamar nazis a los nazis, comunistas a los comunistas, fachas a los fachas, bolivarianos a los bolivarianos y dictadorzuelos a los dictadorzuelos, con la parca y maciza autoridad castellana del diccionario, a ver qué clase de nuevo orden o etiqueta nos pide Sánchez.

Yo creo que todo esto es folclore, que las ideologías hacen verbenas ideológicas porque son verbena antes que ideología. Más Madrid montó hace poco una cosa que llamó verbena La Madrileña, como una casa de comidas, porque antes que hacer pedagogía o revolución hay que hacer tribu o proselitismo y la fiesta o la merendola es algo que siempre ayuda. Hasta las monjitas te llevaban de pícnic, cómo no te va a llevar la izquierda, que es un circo de carromato, o el sanchismo, que ya es una romería. La cosa tuvo charangas botijeras, música de pegar botes, muchas camisetas con insinuaciones (el eslogan muy relavado se convierte en insinuación), y hasta garbanzadas y paellas veganas, anunciadas en el cartel con cierta cosa de comida santificada, de un kosher perrofláutico (el cartel tenía algo de carta de bocatería con los alérgenos de colores, o de menú catequizante de la taberna de Iglesias). Así, con tipismo, menú y playlists, funciona más fácil la política. Quizá eso es lo que ha hecho Sánchez, un tipismo de mesías chandalero, un menú cerrado y castizo, todo tocino derechón, para los suyos, y una playlist de estribillos entre Sabina y José Luis Perales.

A la verbena de Más Madrid se fueron a pegar botes Mónica García, Rita Maestre y Manuela Bergerot, portavoz en la Asamblea de Madrid, condenada a interpelar a Ayuso un poco como Sísifo estaba condenado a subir aquella piedra que tenía más guasa que gravedad. Igual, a la verbena de Sánchez se fueron a pegar botes ministros bakalaeros y militantes con táper que parecían todos cojos comulgantes de Lourdes. A veces, a la política le dejas sólo el porro, o le dejas sólo la cursilería, y se alcanzan estos éxtasis con ministros con ojos en blanco y el personal tirando las muletas o el sostén. Ya digo que a mí me parece que es el poder del folclore, un folclore inefable que vemos en la feria de Sevilla, en el Vaticano, en la izquierda con goticismo de la mugre o en el sanchismo con exaltación morbosa de los hematomas.

Lo que ha hecho Sánchez me parece la imposición de un folclore oficial, como el folclore de joteros y cruzados que nos imponía Franco. Y en ese folclore hay nazis de estantería como botijos de estantería, de ahí la sorpresa de Rita Maestre, que parece la sorpresa de una maja a la que no le permiten coger el abanico. En el folclore de Sánchez, que tiene verbenas, suvenires, cocos y chulapos, está la derechona y la ultraderechona como están los gigantes y cabezudos, están los bulos que nacen de la fachosfera como de huevos de gallina pintada, están los jueces como hombres del saco en un saco, y están los pseudomedios como viejas del visillo. Y hay “carcundia”, “fascismo puro y duro”, “matones de toda la vida” y “gente que apesta la tierra”, que así definía el ministro más manolo, Óscar Puente, al periodista Bieito Rubido por atreverse a vaticinar que alguien que ha llegado al extremismo de Sánchez no puede acabar muy bien. Hasta Sánchez se puede inventar frases que ha dicho “textualmente” Feijóo aunque no las haya dicho. Pero eso, por lo visto, no es un bulo, ni calumnia, ni fango, sólo es como el que se inventa una letrilla para la rondalla o para la moza. Todo esto de Sánchez debe de ser una letrilla para la moza, Begoña Gómez.

La política ya tenía mucho de folclore, pero el otro día nos salió Sánchez vestido de mariachi llorón, con hombreras y pistolas plateadas, para imponernos el corrido de su vida y de sus machos

Ya ven que en el folclore sanchista entra el follonero progre, digno soldado de la fe, algo canallita y algo mentiroso pero que lucha por la democracia. Igual que entra el militante que vale eufónicamente por mil, o sea esos que venían como en autobús de Lourdes pero a Ferraz, unos miles que son millones, unos fieles que ya son toda la España y todo el apoyo que Sánchez necesitaba (Sánchez se supone que decidió quedarse cuando se dio cuenta de que tenía el apoyo de los que ya sabía que lo apoyaban, por si podía ser más ridículo y absurdo el numerito). También entra el cultureta de la izquierda folclórica, que son como las monjitas o las señoras con zorro o con galgo que te saca la derecha a veces. Lo que no entra en el folclore sanchista son los negocietes de la señora ni de Koldo, ni un presidente que acepte someterse a la ley.

La política ya tenía mucho de folclore, pero el otro día nos salió Sánchez vestido de mariachi llorón, con hombreras y pistolas plateadas, para imponernos el corrido de su vida y de sus machos (tienen que escuchar ese corrido compuesto por la IA usando la carta de Sánchez). La verdad es que el nuevo canon de la “regeneración” y la “limpieza” no tiene nada que ver con la literalidad, ni con la semántica, ni con el epíteto (alguno se está ganando eso de dictadorzuelo como un inseparable epíteto homérico, como los pies ligeros de Aquiles). No tiene nada que ver con la verdad, ni con la moral, ni con la cortesía, ni con la crudeza abulense del diccionario, sólo con que el personaje o el concepto esté en el lado correcto en el bestiario folclórico de Sánchez. No es que nos sorprenda la ley del embudo, tan vieja como la pandereta. Otra cosa es que el embudo venga con leyes que te puedan emplumar o cerrar la boca por la mera disidencia, o que pretendan convertir a la casta sanchista en inmune e impune. Porque eso ya viene de otro folclore y tiene otra definición.