El día 10 de abril, tras llegar a casa de la universidad, me esperaba un burofax en la mesa de mi habitación. “Está a tu nombre”, me dijo mi padre. Lo abrí y era una citación para comunicarme la apertura de juicio oral en relación a la acción de Futuro Vegetal en la que escribí “1,5º” con pintura escolar en la pared entre las majas de Goya del Museo del Prado. Ha pasado más de un año desde que llamamos la atención a la ciudadanía de lo que declararía al día siguiente el Secretario General de la ONU António Guterres en la inauguración de la COP27: “Estamos en una carretera al infierno climático con el pie todavía en el acelerador”.

Sabemos cuáles son las consecuencias del incremento de 1,5ºC en la temperatura de la Tierra. El Gobierno también lo sabe, ya que el propio Gobierno recibió del  IPCC (Organismo de la Organización Meteorológica Mundial) en 2016 un informe específico sobre esas consecuencias. El informe remitido a los gobiernos solicitantes, entre ellos el nuestro, se titulaba “Calentamiento Global de 1,5 ºC”, cuya primera parte se titula Resumen para responsables de políticas. Como sabíamos, digo, si no se tomaban medidas contundentes frente al cambio climático y la Tierra superaba esa temperatura, el camino hacia un planeta inhabitable se aceleraría aún más. ¿Medidas tomadas por el gobierno? Ninguna. ¿Consecuencias? La Tierra ya ha superado o está a punto de superar esos 1,5 ° C. ¿Resultado de la acción, junto con otras más alertando de lo mismo? Acusada de pertenecer a una organización criminal. “Criminal”, esas son las palabras que nunca olvidaré cuando el pasado 1 de diciembre me presenté en la comisaría de Moratalaz en Madrid para que se me comunicase que junto con más activistas de Futuro Vegetal, el Ministerio del Interior nos acusa de pertenecer a una organización criminal. Desde ese día en el que me llamaron mientras estaba en la biblioteca, amenazándome con venir los cuerpos de seguridad del Estado a detenerme personalmente en caso de no presentarme voluntariamente en dicha comisaría, la cárcel ha estado presente en mi cabeza.

¿Criminales por defender el planeta? ¿Criminales por hacer una llamada de unión a la ciudadanía para exigir medidas ecológicas y socialmente responsables? ¿Criminales por decir la verdad que oculta el gobierno? Si no quieren que expongamos la realidad científica que ellos conocen de primera mano y que exige acciones para salvar nuestro planeta, entonces ¿para quiénes gobiernan?, ¿para un planeta B que no existe? Pues sí, el gobierno nos acusa de criminales por luchar por la vida. Las palabras “criminal” y “cárcel” me han quitado el sueño durante muchas noches y el ánimo durante muchos días. Todo esto, junto con la infiltración policial que sufrimos el año pasado y en la que llegué a pensar durante meses que tenía una amiga que resultó ser policía me ha llegado a consumir tanto que cuando “cárcel” resuena en mi cabeza pienso, “¿Qué más me pueden quitar?”

Por qué somos el grupo ecologista más perseguido por el gobierno y la policía?

Este gobierno que se define como “progresista” ya me ha quitado las cosas que de verdad importan: salud física, salud mental y muchas relaciones sociales, tanto con otros colectivos, como amigas y personas más cercanas. ¿Quién va a querer estar cerca de una “criminal”? Sin embargo, pensando en esto busqué la diferencia que para mí hay entre Futuro Vegetal y los demás colectivos climáticos: ¿Por qué somos el grupo ecologista más perseguido por el gobierno y la policía? ¿Por qué no actuamos de forma más “amable”? Y tuve claro la respuesta: las personas de Futuro Vegetal hemos perdido la esperanza en el sistema, pero no hemos perdido la esperanza en pensar que un mundo mejor todavía es posible. No solo un mundo habitable, un mundo donde haya justicia social y climática, un mundo donde podamos vivir en lugar de intentar tan solo sobrevivir. Porque en Futuro Vegetal no nos callamos y señalamos a los verdaderos responsables de vivir en este mundo tan injusto, y porque por eso realicé, entre otras, la acción del Museo del Prado: no hay arte en un planeta muerto. Se que esto es una utopía porque revertir hoy el cambio climático es científicamente imposible. Llegamos tarde, hace dos décadas no lo era. Además, un planeta inhabitable provoca desplazamientos masivos de personas y tensiones geopolíticas que derivan en guerras.

Por eso, en la última acción que hicimos exigimos que se terminase el genocidio en Palestina subiéndonos a la cornisa del McDonald’s de Gran Vía en Madrid. Allí, en lo alto y gritando por la paz, rodeada de dos activistas a las que quiero y admiro, y abajo la gente con el puño en alto, me hizo volver a ver la luz tras meses de oscuridad, de tener esperanza en que un mundo justo es posible, y que ese mundo solo se puede hacer realidad con la unión del pueblo. Por eso y por todo lo construido, no puedo rendirme, no podemos rendirnos. Y es que cuando lucho por un futuro y planeta habitable, también lucho en nombre de muchas personas: de aquellas que más están sufriendo las consecuencias del cambio climático y que son las menos responsables de ello, de las explotadas por el sistema y que no pueden permitirse actuar, de las activistas que están luchando conmigo y las de otros colectivos que luchan a distancia pero que de algún modo estamos conectadas, de activistas al que les pudo la dura represión pero cuyo recuerdo permanecerá siempre en nuestra memoria, de las que apoyan a Futuro Vegetal, de las que se quieren unir, de las que aún no son conscientes de la gravedad del problema, y por supuesto, de las que me quieren y se han quedado a mi lado a pesar de todo y de las que por cualquier circunstancia quieren pero no pueden. Lucho por la Alba del pasado que no podía y que sé que ahora estaría orgullosa.

Creo en la desobediencia civil no violenta como manera de actuar porque vivimos rodeados de mentiras fabricadas por el gobierno y las grandes corporaciones a las que subvencionan. Pero entre todas esas mentiras hay una única verdad: la lucha de Futuro Vegetal y sus activistas, eso si que es de verdad. Cuando pienso todo esto veo una cosa clara: Futuro Vegetal seguirá latiendo, y seguiremos soñando, exponiendo la verdad y haciendo lo posible por exigir soluciones reales, porque me niego a vivir en esta realidad. Siempre Futuro Vegetal, y siempre en lucha.

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Alba del Río es activista de Futuro Vegetal y tiene causas abiertas por sus acciones.