La historia no empezó bien, para qué engañarse. Digamos que antes del inicio del partido entre España e Italia, las cámaras enfocaron a Robin Le Normand y Juan Carlos Rivero lo confundió con Laporte. Poco a poco, el narrador de los grandes partidos de La 1 se ha ganado cierta fama de equivocarse de vez en cuando. El otro día, citó el nombre de Dembelé cuando conducía la pelota Kanté. Los dos son negros y juegan para Francia, pero uno mide 30 centímetros más que el otro, más o menos.

Errar es humano y tampoco conviene hacer mucha sangre. Son anécdotas amplificadas dentro de esos vertederos de odio que son las redes sociales. Lo que sucede es que los españoles han tenido siempre cierta tendencia a despotricar contra el seleccionador de fútbol y contra el narrador de los partidos. Sucedía con Manu Carreño y con José Antonio Luque hasta hace no mucho... y ahora con Juan Carlos Rivero. También con el periodista que en el descanso del partido del jueves entrevistó a Felipe VI. "Muy buenas, majestad", comenzó.

Lo que más llama la atención de Rivero es que no se calla ante sus detractores, sino que responde... a su manera. El otro día, expresó en El Mundo: “Todos los que estamos ahí tenemos asumido que a los de la tele pública se nos exige mucho más y se nos consiente bastante menos que a los compañeros de los medios privados”. En febrero, subrayó que le pusieron en la diana por haber confundido a un jugador con otro. Su compañera de narración Alicia Arévalo concedió el otro día una entrevista en la que lamentó las críticas machistas que recibía por su trabajo.

La gran revelación del equipo de deportes ha sido Paco Caro, quien ya destacó en deportes de mayor intensidad, como el balonmano. Paco Grande -que siempre prepara al milímetro las retransmisiones- también ha destacado. El más desconcertante quizás ha sido Albert Font por su particular estilo, que en algunos momentos roza lo inverosímil, por decirlo de algún modo.

Es cierto que el nivel de RTVE no es brillante. Ni el cristal del estudio esta impoluto, como advirtió el otro día una persona de la alta dirección de RTVE al observar el set situado en Berlín, epicentro de la programación deportiva. Estas cosas pasan... pero en este caso la mancha en el cristal tiene algo de simbólico. Hay aspectos que no se han cuidado como era necesario. Al menos, como requería una elevada inversión de 40 millones de euros.

La polémica del contrato

Digamos que la cobertura de la Eurocopa ha generado algunos quebraderos de cabeza dentro de Prado del Rey. El primero se produjo hace medio año, cuando la corporación se vio obligada a romper el contrato que había rubricado con Mediapro para repartirse los partidos del torneo. La televisión pública había reservado una partida de 23 millones de euros para la cita futbolística, mientras que la productora audiovisual catalana pensaba destinar 17 millones.

El acuerdo permitiría a RTVE ofrecer 22 partidos en abierto, mientras que el resto serían de pago y los retransmitirían Mediapro en sus plataformas o Movistar+, con la que, a su vez, estaba negociando la venta de un paquete de 29 encuentros.

Lo que sucedió es que la UEFA advirtió a la corporación de que estaba prohibida la reventa de los derechos audiovisuales del torneo a intermediarios como Mediapro, algo que figuraba en el contrato rubricado entre las partes... pero de lo que nadie cayó en la cuenta en Prado del Rey. Ante esta situación, se rompió el acuerdo con la productora y se decidió emitir todo el torneo en la televisión pública.

Ninguna cadena privada demostró un especial interés en el campeonato porque, en el contexto actual, resulta imposible extraer rentabilidad al campeonato, que cuesta 40 millones, pero dura tan sólo un mes. La pregunta es: ¿y a RTVE le compensa? El partido contra Italia obtuvo una audiencia espectacular. Lo vieron 8,5 millones de espectadores (56,4%), lo cual recuerda a la televisión de otra época, cuando existían menos canales, internet era sólo un proyecto y la audiencia estaba mucho menos fragmentada.

El torneo ha aupado la audiencia diaria de La 1. El pasado viernes se encontraba a tan sólo 9 décimas de la de Antena 3, por lo que no es imposible, en absoluto, que TVE termine el mes como líder de los canales generalistas tras más de una década de share hundido.

Ahora bien, la mayor parte de la audiencia que llega para ver el fútbol... se marcha cuando termina. De hecho, tras el partido del jueves, Telecinco superó con Supervivientes a la película que ofreció 'la pública'. Así ocurre siempre. ¿Se puede decir entonces que esos derechos son rentables? ¿O más bien que producen un resultado positivo que es flor de un día?

Marcos López... lejano

La producción del campeonato tampoco es brillante e incluso personas que han viajado a Alemania lo reconocen en conversaciones privadas. Marcos López se encuentra junto a la Puerta de Brandeburgo todo el tiempo y eso genera ciertas dudas en una parte del equipo, dado que no ayuda a contagiar a la audiencia el 'fervor futbolero'. Tampoco RTVE tiene un set con la selección, al contrario que en otros torneos, lo cual ha distanciado a sus periodistas de los jugadores del equipo nacional, reconocen.

Existen varios equipos que se mueven por Alemania y ese esfuerzo siempre es digno de mención y elogio. Ahora bien, hay quien dentro de la corporación se hace una pregunta: ¿Esto es lo mejor que se podía hacer tras invertir 40 millones de euros?

La propia elección de Juan Carlos Rivero ha generado malestar en una parte del área de Deportes, dirigida hoy por Rosana Romero. Su predecesor, Arsenio Cañada, abandonó el puesto hace alrededor de un año. Lo hizo después de que se organizara una enorme polémica interna -con una denuncia en la Fiscalía incluso- por la utilización de prendas de la marca Ganso en el Mundial de Qatar, lo cual puso a Cañada y a su número 2, Javier Grima, entre la espada y la pared. ¿Dónde estaba el contrato con la marca? Nadie lo sabía. Nadie lo ha aclarado a estas alturas, de hecho.

Antes de su salida, se había decidido que Juan Carlos Rivero dejara de narrar los partidos de la selección. La idea era potenciar la figura como narrador de David Figueroa (siempre a un muy buen nivel), además de incluir en lo sucesivo a Alicia Arévalo en algunos encuentros para que no sólo fueran hombres los responsables de comentar los grandes acontecimientos futbolísticos masculinos.

Lo que sucede es que Rosana Romero 'resucitó' a Rivero, algo que sorprendió a unos cuantos en RTVE, dado que ya se le consideraba 'en retirada'. Donde más escoció la decisión fue en Sant Cugat del Vallés, desde donde se consideran discriminados en esta cobertura.

Críticas constantes

Todos estos detalles son internos y no tienen una mucha mayor trascendencia fuera de RTVE. Ahora bien, las críticas a los narradores son muy frecuentes en este campeonato. Nada nuevo, como sabrán Manu Carreño, Kiko Narváez y José Antonio Camacho. Pero lo cierto es que hay comparaciones que son odiosas.

Sin ir más lejos, una de las revelaciones en la cobertura de la Eurocopa en Reino Unido es Cesc Fábregas, quien ha mantenido debates de elevado nivel futbolístico junto a otras exestrellas que siempre dan juego en las islas. ¿Su nivel técnico es igual que el de Mario Suárez, Carlos Marchena, Vero Boquete o Albert Ferrer? Todos comparten algo: su nacionalidad y su pasado en la selección. La impresión es que se ha dejado escapar al mejor comentarista.

Estas cosas pasan, no siempre se puede convencer o pagar lo que piden los mejores. Pero hoy Cesc colabora con la BBC y se sienta a debatir con Gary Lineker y Rio Ferdinand. Mucho nivel. ¿Por qué en RTVE no es el mismo? Quizás, en lugar de responder en entrevistas a las críticas que proceden del exterior, deberían iniciar, en Prado del Rey, un debate sobre cómo mejorar. No hace falta inventar la pólvora. Tan sólo, muchas veces, imitar a los buenos.