Una de las cuestiones más importantes del Papado de Francisco I ha sido la renovación del espíritu pastoral del Concilio Vaticano II, de abrir la iglesia hacia fuera, de ser pastores entre ovejas, y al mismo tiempo ser completamente humildes. Esto ha llevado a confusiones entre algunos sectores, pues rápidamente sus gestos fueron interpretados como progresistas o reformistas. Es normal que cierta parte de la izquierda se haya adueñado de su discurso, o considere que el papa Francisco -fallecido este lunes en El Vaticano a los 88 años de edad- es de los suyos, cuando se ha preocupado sobre la migración, sobre el ecologismo, sobre los valores de la tolerancia y la libertad. Incluso ha hecho bandera de la tolerancia religiosa y los derechos y la dignidad humana.

Y ahí está la confusión de mucha gente, esto no son valores de derechas o de izquierdas según la tradición eclesiástica. Son valores fundamentales que guían la vida cristiana, y que deben servir de guía para construir una sociedad justa, que dignifique a sus conciudadanos. Además, todo el áurea que se ha creado alrededor del Papa, tampoco ha ayudado a difundir su mensaje, y de ahí que muchas veces haya criticado que se prestan más atención a detalles sin importancia que a aquello importante. Incluso hay cuestiones que alteran la realidad vaticana, cuando se ha buscado cierta tensión entre Benedicto XVI y Francisco. Es una tensión que ayudó a vender titulares, generar visitas, pero que no se ajusta con la realidad pues en abril del año pasado Francisco dijo que Benedicto XVI tenía categoría para ser doctor de la Iglesia, reconociendo así su gran tarea doctrinal.

Y es que muchas veces se ha informado sobre las obras de Francisco sin entender la cuestión fundamental alrededor de la reflexión eclesiástica, que es su bagaje histórico. Se acusó a Francisco de ser poco conservador en cuanto a su discurso sobre ecología, cuando provenía de las reflexiones de diferentes santos medievales, como San Francisco de Asís. Se le acusó de tener un discurso de apología de la pobreza, anticapitalista, e incluso socialista, cuando tenemos una tradición papal de discursos y reflexiones sobre la pobreza y defendiendo un fuerte papel del Estado para ayudar a quien lo necesitara a partir de León XIII. Incluso Benedicto XVI nos advirtió sobre los riesgos del capitalismo en diferentes escritos y discursos. Pero parece ser que en esto hay una mala memoria interesada.

Se acusó a Francisco de ser poco conservador en cuanto a su discurso sobre ecología, cuando provenía de las reflexiones de diferentes santos medievales, como San Francisco de Asís"

Francisco vio una cuestión importante, y es que la Iglesia no daba respuesta a los problemas actuales de los fieles. Y consideró que en muchos aspectos se había perdido la cercanía con la comunidad. Y allí recuperó el espíritu de Juan XXIII y Pablo VI, como también del Concilio Vaticano II, en que no se debe estar de espaldas a la comunidad, ni tener los brazos cansados para ayudarla a prosperar. Hay quien lo consideró revolucionario, escandaloso, pero también hay quien consideró que se hacía lo que se tenía que hacer. Y en muchos sitios ha habido una recuperación del papel de la iglesia militante, con una actividad viva y pastoral. Y es que si tenemos que defender el discurso de Francisco es el mismo que definió aquel espíritu renovador en 1959.

No debemos dejar en el tintero una cuestión importante, y es que mucha gente ha aprovechado cualquier gesto, declaración, comunicado y escrito del romano pontífice para atizar contra cuestiones que trataba o abordaba. Hay una creciente ola reaccionaria que debería reflexionar sobre cuestiones básicas de la espiritualidad y la doctrina católica, como también sobre la tradición.

La Iglesia siempre ha tenido un discurso a favor de los refugiados, de los movimientos de gente, de escuchar, de predicar en tierra hostil para los creyentes, como Juan Pablo II en la Polonia socialista, incluso de ser perenne en diferentes cuestiones como la dignidad humana y los derechos y libertades fundamentales. Incluso con escándalos y delitos que le afectaban, y aquí es donde podemos entrar a valorar conductas humanas, pues no debemos olvidar que el sacerdote pasa a ser una persona más cuando baja del altar. 

En conclusión, el legado del papa Francisco se tiene que valorar como un rehabilitador del espíritu doctrinal del Concilio Vaticano II, de los diferentes papas que lo precedieron, como también un retorno a la Iglesia misionera y a los santos predicadores. Habrá quien no le gusten los gestos, y quien, sin entender exactamente que decía esperaba que se vistiera con una camiseta del Che Guevara en algún momento. Pero realmente, si valoramos la obra y aquello que nos deja, es el retorno de una vocación misionera y de escucha importante. Puso el foco en aquello que consideró importante, desplazándose él donde fuera necesario para que el problema en cuestión se convirtiera en foco de la noticia. Seguramente, dentro de veinte años podamos valorar más su huella en la larga historia vaticana.


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.