Los wasaps del presidente y Ábalos –una exclusiva por la que hay que felicitar a El Mundo– revelan con precisión descarnada la opinión que tenía Sánchez de sus ministros, colaboradores y altos cargos del Partido Socialista. Tienen un interés informativo evidente, porque, más allá de los rumores o las suposiciones, en las conversaciones aflora el carácter del líder del PSOE, una mezcla de falta de escrúpulos e instinto asesino. Algo que, dicen, es condición sine qua non para llegar alto en política. Lo que no se ve por ningún lado son los principios, algo que sí debería ser fundamental para ocupar un cargo público.

Ayer, el ministro Bolaños, titular de Justicia, no lo olvidemos, amenazó con llevar a los tribunales las filtraciones que se están publicando. Amenaza sin fundamento. Porque, ¿dónde está el delito? Para que un juez admitiera la denuncia debería haber una vulneración flagrante de la intimidad, cosa que no existe en los diálogos que conocemos hasta ahora. Se trata, sí, de conversaciones privadas, pero que no revelan ningún aspecto relacionado con la intimidad. Sobre el interés informativo de las mismas, no hay más que ver lo que ha ocurrido en este país desde el pasado domingo. No hay tertulia o medio que se precie que no le preste atención a lo que comentaba el presidente con su ministro más cercano, secretario de Organización del PSOE a la postre.

Lo que teme el presidente es que se conozca su intervención en la salvación de Air Europa

Por eso, creo yo, la amenaza se quedará en nada. La única defensa del entorno del presidente ante lo publicado es que se trata de "conversaciones privadas". Bien. Pero eso no es delito. Pueden gustar o no. Y está claro que al presidente no le gusta nada verse retratado en sus wasaps con Ábalos.

La pregunta que se hacen en el Gobierno, y lo que más preocupa a Pedro Sánchez es hasta dónde va a llegar la ristra de filtraciones. El presidente sabe mejor que nadie lo que habló con Ábalos. De hecho, debe tener los mismos wasaps en su móvil, si no los ha borrado ya como hizo el fiscal general del Estado.

Me temo que una de las cosas que más teme el presidente es que se vea su mano en alguno de los negocios en los que Ábalos estaba metido con Aldama, que, por cierto, recurrió también a Begoña Gómez en un asunto muy concreto. Me refiero a la salvación de Air Europa, operación polémica donde las haya, no sólo por la cantidad de dinero público que se empleó, sino por la velocidad con la que se llevó a cabo y por la intervención de personas del entorno del presidente en las deliberaciones para conceder las ayudas. Aldama pagaba una retribución mensual a Koldo para que éste le hiciera de puente con el ministro de Fomento. Ábalos participó personalmente en reuniones en las que se habló del futuro de la compañía aérea, propiedad de la familia Hidalgo. Para mí que lo que está a punto de estallar es esa bomba: la que afecta al presidente en relación a Air Europa.