Se ha descolgado el Partido Popular en las últimas horas con dos medidas que hacen perder la esperanza -casi definitivamente- en que este país ponga rumbo hacia la madurez y encuentre una vía alternativa a la actual, que conduce a un lugar que obliga a llevar linterna y abrigo, dado que es oscuro y frío. Anunciaba la Xunta de Galicia este lunes un nuevo plan por el que concederá hasta 16.000 euros de ayudas a los propietarios de una vivienda para pagar rehabilitaciones, seguros de impagos y seguros de multirriesgo, a condición de que la pongan en alquiler. Unas horas después, el propio Alberto Núñez Feijóo presentaba una iniciativa para pagar 600 euros a los 500.000 celíacos españoles, con el objetivo de ayudarles con la cesta de la compra. "Es una cifra equivalente a toda la población de Málaga", añadía.

Entiendo que los grandes estrategas que trabajan para Génova 13 han deducido que la mejor forma de alcanzar el Gobierno es la de adoptar un discurso moderado, quizás no tanto con la esperanza de encontrar conversos del perfil de Joaquín Leguina en cada esquina como de conseguir que los sanchistas descontentos no participen en los próximos comicios. Lo que sucede es que la estrategia tiene cierto riesgo, dado que a lo mejor hay quien, pese a su indignación con el rumbo del país, considera que jamás apoyaría a un partido que demuestra una filosofía tan similar a la del PSOE y que es capaz de abrirse un día a negociar la jornada laboral de cuatro días y, al siguiente, conformar una brigada anti gluten. En absoluto es criticable la moderación, pero sí el método, que es… indescriptible.

La tómbola de lo público tiene cierta gracia cuando marca tu número. Cuando sabes que una Administración va a concederte una paga extraordinaria por tu genética, tu situación, tu edad o tus problemas. España cerró 2024 con el 19,7% de su población en riesgo de pobreza, así que esos mensajes pueden llegar a ser considerados como salvavidas por el ciudadano en problemas, que es quien observa que con los alquileres cada vez más costosos, los coches por las nubes, la docena de huevos a 2,60 euros y el kilo de plátanos a 1,50, cada vez tiene menos margen para sentirse esperanzado.

Un país de tiesos

Este país está lleno de gente preocupada por su economía y, en esas circunstancias, se puede deducir que los gobernantes se ven cada vez más tentados a recurrir al tipo de demagogia más cara para los contribuyentes, como es la de las subvenciones.

Todavía hay quien piensa que su idea es benefactora. Que subvencionar a los celiacos ayuda a igualar a todos los ciudadanos y a dar un impulso a los débiles. Pero estos cheques son una estafa ética y económica a los contribuyentes, que son los que cada vez tienen una mayor percepción de que, para mantener sus condiciones de vida, deben trabajar más horas. Como escribió Lewis Carroll en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, "aquí, como ves, necesitas correr todo lo que puedas para mantenerte en el mismo lugar. Y si quieres llegar a otro lado, ¡tendrás que correr al menos el doble de rápido!".

Estaría bien que Núñez Feijóo hubiera anunciado esta medida el próximo 20 de julio, que es cuando a los autónomos les llegará el recibo de su declaración trimestral de IVA. Podría explicar el líder del PP a los pagadores que quiere destinar una parte de esos impuestos a entregar 600 euros a los que no pueden comer gluten. Debería mirarles a la cara y comentarles que el PP propone gastar en este fin 500 millones de euros mientras sus cotizaciones se han disparado y eso ha provocado un alza del precio que pagan a sus proveedores, pero, a la vez, un ajuste en lo que cobran a sus clientes, a la par que su cesta de la compra también ha subido, y todos sus consumos.

Esos trabajadores -al igual que los de cuenta ajena- observan cómo sus impuestos son elevados, lo que dificulta el ahorro, o sea, el margen, el desahogo, el poder afrontar con mayores garantías una urgencia en el dentista o la factura de un electrodoméstico. Todo, pese a trabajar de la mañana a la noche. En el caso de que esos curritos hayan leído este martes la prensa digital, habrán comprobado que el candidato alternativo a Pedro Sánchez ha presentado una proposición parlamentaria para ayudar a los alérgicos al gluten. Quizás un rato antes hayan escuchado a algún amigo que el cheque cultural para los jóvenes cuesta otros 500 millones. O que España gasta 4.500 millones de euros anuales en un Ingreso Mínimo Vital, es decir, en un gasto que busca aliviar -en absoluto para solucionar- las urgencias de los pobres a costa de las rentas de unos trabajadores empobrecidos y cada vez más alejados de las comodidades de la clase media.

Si todo esto sirviera de algo se podría defender. El problema es que este gasto público es una forma de desviar recursos de unos para distraer a otros de sus problemas o de su pobreza, sin ofrecerles ninguna solución al respecto. Es una forma de persuadir a incautos, ignorantes y malintencionados. Es sencillamente desleal con los trabajadores. Es una forma de incrementar el malestar de los que cada vez tienen más sensación de deslomarse de sol a sol, entre carreras y dificultades para conciliar… para que otros lo disfruten.

El votante radical

He consultado en las últimas horas dos datos que me resultan interesantes en este sentido. El primero es el relativo a los votantes de la fuerza de extrema derecha portuguesa Chega. Su perfil es el de hombres de entre 25 y 54 años, de estudios primarios (aunque también una pequeña parte posee superiores) y dedicados al trabajo por cuenta propia o al sector privado. El otro dato interesante lo publicó el CIS en su barómetro previo a las pasadas elecciones europeas. Tiene que ver con el motivo por el cual los votantes estaban dispuestos a apoyar a Alvise Pérez. Pues bien, el 31,9% respondió que pretendía hacerlo porque "estaba asqueado".

Quienes votan a radicales o a vendedores de crecepelo no son necesariamente extremistas, por mucho que el Gobierno emplee ese término para referirse a ellos. Son gente enfadada. Personas que han adoptado un discurso antisistema porque los partidos tradicionales no han sido capaces de garantizarles prosperidad o porque alguien ha exagerado sus puntos débiles. Ésa es la clave; y no la ideología. Las revoluciones siempre son posteriores a las crisis. Comer es más prioritario que defender una causa. El orden de los factores sí que altera el producto en este caso.

Diría que la alternativa al Gobierno más demagógico de la historia reciente de España, -salpicado por varias corruptelas y bajo la sospecha del nepotismo por su forma particularmente agresiva de atacar a los contrapoderes y a quienes disienten- no puede ser la de proponer fórmulas similares, timoratas y calculadoras, para aliviar el malestar de una porción de los ciudadanos a costa del esfuerzo de otros. Causa sonrojo observar al líder de un partido dizque liberal, de centro-derecha, defender el incremento del gasto público por la vía de los cheques y del sablazo a los ciudadanos, que tampoco cuestiona. ¿Qué espera Núñez Feijóo? ¿Ser el enésimo político que gana unas elecciones a costa de traicionar a un país e hipotecar todavía más su futuro?

Un país debilitado

Este país necesita abrir las ventanas y oxigenarse. Requiere de líderes con altura de miras que asuman que una parte de la prosperidad que todavía conserva España -que es un gran lugar- corre el riesgo de esfumarse; y que tengan claro que hay una parte del país, joven y no tan joven, en cuyo cerebro ha ido fijándose la idea de que su vida será mucho más complicada que la de sus padres. Es una generación que o bien espera heredar o bien aguarda un camino lleno de dificultades. Esa población merece cierto respeto. Que no le hablen de nuevas subvenciones ni de impuestos intergeneracionales crecientes mientras trabaja duro y sus condiciones de vida empeoran. De lo contrario, una parte de los individuos se entregarán a los antisistema. A extremistas como en Francia, Alemania o Portugal. Radicales a la izquierda y a la derecha.

Esto es un error, pero a esto se expone el PP, y el país, si propone medidas tan vergonzosas como los de los dos últimos días. El PSOE se ha escorado poco a poco como parte de una estrategia infame de supervivencia de su nuevo líder. Si la estrategia de los populares es adoptar políticas irresponsables y caras, España está sentenciada y en el tiempo de descuento para que aparezca un oportunista y la termine de destrozar.

Este país no necesita 16.000 euros para los propietarios. Necesita más vivienda. Y los celíacos no requieren de paguitas de 600 euros. Serían más felices si ganaran más dinero y Hacienda les pusiera más facilidades.