El hermanísimo de Pedro Sánchez, David Sánchez o mejor David Azagra, su nombre de artista o de hipnotizador, se va a sentar en el banquillo y uno no lo siente por la música sino por España. La música (el arte en general) es insalvable y ya lo vamos asumiendo, pero si seguimos quitando arrimados y enchufados de su sitio arquitectónico, monumental y estructural, España se va a venir abajo. Uno puede quitar un director de orquesta, un director de artes escénicas o un coordinador de conservatorios, y nada va a cambiar en la música eterna ni nada va a morir en la música de muertos. Más si se trata de un director sin orquesta, sin arte y sin escena, y un coordinador sin conservatorio, sin despacho y sin clavicordio. Pero este mismo director de orquesta sin orquesta etc. lo quita uno del andamiaje del país, del diseño político, y se cae todo. Empiezan a moverse y a tropezarse presidentes y carguitos de una diputación, diputados autonómicos en una lista como de hospicianos, y así puede llegar a caer, no sé, todo el Gobierno. Un músico es nada, pero un enchufado puede hacer que todo el país se derrumbe majestuosa y bellamente como una pagoda.

Tenemos un país encofrado de enchufados y arrimados, un país que se rompe crujiendo como un arbotante cuando se le quita no ya un director de ópera (ópera de verdad o de tres peniques), sino incluso una leve secretaria o musa con uñas de color chicle o chicles de color uña, como las chatis de Ábalos. Lo de que David Sánchez sea un enchufado y no un genio excéntrico, despistado e hipersensible, siempre con su resfriado romántico y su viola tatuada de rosas; alguien que cambió el frío San Petersburgo por la cálida Extremadura y la Segunda Escuela de Viena por la Primera Escuela de Badajoz; eso, en fin, habrá que demostrarlo ante el tribunal, claro. Pero es que los músicos no mueven nada en el mundo, apenas mueven sus pianos como buques, sus contrabajos como hombres muertos, sus partituras casi de piedra egipcia, sus colas de frac como alas enfangadas de ángel pobre, de ángel camarero… Cómo van a mover partidos políticos, diputaciones y parlamentos autonómicos, y hasta hacer tintinear presidencias de gobierno. Si no fuera uno un romántico, diría que sólo los enchufados, que son subsuelo, cimiento, pueden mover cosas así, tectónicamente, partiendo de un chasquido o un temblorcillo.

Si seguimos quitando arrimados y enchufados de su sitio arquitectónico, monumental y estructural, España se va a venir abajo

Quitas a un director de ópera con candelabros de lamparones, como si quitaras el piano familiar abuhardillado y apolillado (te lo quita un juez, en realidad) y resulta que, por ejemplo, eso desplaza al líder del PSOE de Extremadura, el también imputado Miguel Ángel Gallardo. Pero a lo mejor es verdad que es posible, aunque a uno le parece algo mágico y hermoso, como si la música parara a los tanques. Supongo que fue la visión musical de este político, presidente de la Diputación de Badajoz hasta hace nada, la que nos trajo al genio enigmático de Azagra, que yo creo que no tenía despacho porque él iba, igual que Glenn Gould, con su propia sillita a todos lados. Quizá no se trata de ese lazo inextinguible entre el enchufado y el enchufador, sino entre el artista y el mecenas. Quizá Gallardo decidió hace mucho unir su destino con el de David Sánchez, algo así como Flavia Tosca y Mario Cavaradossi, así que si el genio triste dejaba su puesto en la Diputación, también lo dejaba el político. Lo de irse a la Asamblea de Extremadura, donde hay mejores vistas y además aforamiento, yo creo que puede ser una manera de compatibilizar la lealtad con el pragmatismo.

Quitas a un director de ópera con humedades y pleuresías de La bohème, o a un compositor unigenial (la única obra del hermanísimo, La danza de las chirimoyas, pese al nombre cómico no es ninguna obra tonta, es hasta una obra de cierto nivel, tanto que se duda de su autoría, y yo apuntaría a Irene Lozano); quitas a un músico aterido de su música como casi todos los músicos, en fin, y resulta que no sólo hay que desplazar a Gallardo sino a varios de los que esperaban, así como piando, en la lista del PSOE para el parlamento autonómico, y eso lleva a más ceses, mudanzas y convulsiones. Pero uno, romántico hasta el estornudo mortal, quiere pensar que esto sólo es una prueba de la fuerza que tienen la vocación y la inspiración parlamentarias de Gallardo. Aún más fuerza que la vocación y la inspiración musical de David Sánchez, el genio ensimismado y quizá atormentado que se retiraba a Portugal como Mahler se retiraba a su cabaña. Sólo está a la par la fuerza que tiene el compromiso del PSOE con estas lealtades que llegan hasta el desmayo o la defenestración puccinianos.

Quitas a un músico con sus alitas de papel y su violín como un nido y se mueve o se descompone todo el PSOE extremeño, ya ven. Aunque no todos aceptan esta mecánica del arte o de la política, ya hay tensiones y malestar en el partido y a uno casi le parece otra vez hermoso, esperanzador, como cuando la gente aún se peleaba por las óperas, como en aquel escándalo del estreno de Tannhäuser en París. Pero no. Para que alguien que toca el piano con la moquita en la nariz como una corchea, para que alguien que compone y suspira, o sólo suspira, frente al palomar de su pentagrama, para que alguien que corta siempre su calderón con un pellizquito de corazón, para que alguien así mueva tanto, tenemos que ser todos románticos o fanáticos hasta la estupidez, o el genio tiene que ser un vulgar enchufado.

David Sánchez, o David Azagra en su nombre de bolerista o de El Zorro, se sentará en el banquillo tópica y lúgubremente, como para tocar la Tocata y fuga de Bach en un órgano de fuelle. Junto a él, o donde toque, pero con él, se van a sentar muchos más de la diputación y del PSOE. Sí, he recordado que la música seria, o clásica, o exacta, que creo que así la llamaba Bernstein, está tan condenada como el resto de las artes. El arte es insalvable, como quizá la política, y los músicos no mueven ni las arpas del cielo cuando mueren. Si quitamos un músico y se cae un partido o un país no es por la música. Lo mismo la Jesi tocaba también el virginal o la flauta, que para el caso es igual.