Pedro Sánchez te coloca traductores arios en una Barcelona como suiza, como si le colocara hilo musical de embajada a ese nacionalismo un poco lácteo, de quesos y vacas, que siguen teniendo por Cataluña. La conferencia de presidentes autonómicos siempre ha sido una torre de Babel, no por las lenguas sino por los idiomas partidistas, pero Sánchez le ha colocado otra capa de inteligibilidad o de confusión con eso del pinganillo (“traduttore, traditore”, ya saben). Ayuso ya ha cogido el pinganillo de latiguillo o de látigo, con esa cosa de señorita de lanzacuchillos que tiene ella, y viene a decir que la española cuando habla es que habla de verdad, o sea habla a pelo y habla para que se le entienda todo, no para fingir que uno es un guiri de Los Morancos o un marciano de La Roca del Vallés (¿se pondrá Illa el pinganillo como un crucifijo indepe o como un sonotone político?). Pero no sé si tanta confusión comunicativa es por el catalanismo o por el sanchismo, que no quiere ni hablar ni que se le pregunte.
Sánchez ha cableado esta conferencia de una manera complicada y antigua, como la centralita de un hotel de Poirot, pero no creo que sea por cosmopolitismo de Ritz, ni por la plurinacionalidad multicolor, ni por hacerles a los catalanistas su falso paisito en un hotel, como se hace un falso nido de amor en un hotel. No, yo creo que es por el propio Sánchez, que es el que quiere que no se le entienda, que no se le pregunte, que el personal se líe con el pinganillo como con una mosquitera antigua y él pueda escaparse de allí sin decir nada o diciéndolo en esloveno, que yo creo que lo último que dijo fue por lo menos en esloveno. Sánchez tendría que haber puesto mejor la conferencia en el espacio, donde nadie puede oír tus gritos (eso, recuerden, decía la promo de Alien), sean los gritos iracundos de Sánchez, los gritos poligoneros de la fontanera, los gritos castizos y balconeros de Ayuso o los grititos inaudibles de Illa (Illa es algo así como el político inaudible, el president al que nadie escucha porque en realidad no tiene nada que decir, todo lo dicen por él Sánchez y los indepes).
El pinganillo, la pecera de traductores, el ambiente de senado galáctico que Sánchez quiere montar en el Palacio de Pedralbes, botánico y alfonsino, señoritón y franquista, no sabe uno bien para quién se monta. Poner el pinganillo para Illa me parecería cachondeo, como si le pusieran ruedines. La verdad es que el electorado del PSOE en Cataluña no es del que habla en catalán como el que habla en klingon, para fastidiar o por orgullo friki. O sea, que hasta el votante socialista en Cataluña creería que Illa, simplemente, habla sólo a través de la mano indepe, enguantada en su saquillo de marioneta de calcetín. Claro que seguramente es de lo que se van dando cuenta ya, sin necesidad de que Sánchez les monte esta conferencia que tiene algo de karaoke. A lo mejor el pinganillo es por Imanol Pradales, que habla euskera aunque no tenga ocho apellidos vascos, o al menos de ciclista. Pero, a diferencia de Illa, que va a hacer coros, Pradales irá a quejarse y a pedir, y nadie que vaya a quejarse y a pedir quiere sonar a discurso en alemán, entre indistinguible y odioso, que es a lo que suena no ya el euskera sino cualquier idioma cuando no se entiende.
Sí, yo creo que todo esto del pinganillo y del internacionalismo allende el Ensanche tiene que ser por Sánchez. A lo mejor es Sánchez el único que hace trabajar a los traductores, aunque sean los traductores de sanchistaní. O ni siquiera eso, que él tiene simplemente a los traductores allí como se tienen banderas de muchos países en los hoteles, incluso los hoteles de pueblo, sólo con internacionalidad de viandas y vinos. Lo mismo Sánchez se presenta con afonía, o con afasia, o se presenta con collarín sólo para enseñar la baja médica y dejar al cargo de esa Babel de embutidos regionales a su vicepresidenta de embutidos regionales, María Jesús Montero. Sea como sea, seguro que Sánchez no hablará de la fontanera, ni en el italianini macabro de la fontanera. Y lo demás, como todo lo que se habla entre jardines y chorritos, en esos palacios de jugar a la gallinita ciega por laberintos vegetales y galantes, tampoco será muy importante.
Sánchez quería que la conferencia fueran sólo abanicazos a su persona. Hasta las polémicas por el orden del día parecen una manera de no hablar, o de hablar en chino
Sí, yo creo que todo esto es por Sánchez, y lo demás es paripé o coreografía. Hasta las polémicas por el orden del día parecen una manera de no hablar, o de hablar en chino. Sánchez quería que la conferencia fueran sólo abanicazos a su persona, como abanicazos al babilonio que marea, y al final parece que también se hablará de financiación y hasta de okupación, que el PP está ahora como tatuándose en el cuello arañas y calaveras con esto de la okupación. A mí, sin embargo, me sigue pareciendo que todo esto es para nada, que Sánchez sólo ve estas cosas como teatrillo cortesano, que Sánchez no está para hablar de nada después de ese resfriado que ha cogido por la inundación fontanera, y que al final la única conversación interesante o morbosa que esperamos es la de Moreno Bonilla y Page.
Todo es por Sánchez, y seguramente un poco por Ayuso. O sea, que Sánchez también pone el pinganillo para que Ayuso hable del pinganillo como una cupletera, porque pinganillo (guiño y muslo) es palabra de cuplé. Todo lo que se hable del pinganillo (guiño y muslo) no se hablará de la fontanería del PSOE. Ayuso, que no puede resistirse a lo del pinganillo (guiño y muslo) también colabora un poco con Sánchez, que eso le pasa a ella mucho, que cuando Sánchez la convoca como a una bruja, ella aparece en escoba. Ya está diciendo que si hay que coger el pinganillo (guiño y muslo), ella se irá, aunque quizá lo más efectivo sería cogerlo para reírse de él (guiño y muslo). Yo creo que la conferencia va a ser un éxito de Sánchez, porque el presidente no dirá nada, los barones del PP no conseguirán nada, nadie entenderá nada y Ayuso va a estar entretenida con el pinganillo (guiño y muslo) al menos por unos días bucólicos, pícaros y ambiguos como los del Decamerón. Mientras España sigue con sus quesos regionales, los fontaneros seguirán con su fontanería global.
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