Feijóo ha hecho lo único que él ha visto que podía hacer, sacar a la gente al sol cervantino y encalado de la Plaza de España, en un galope lento, perezoso, de domingo sin mucho que hacer ni muchas ganas tampoco de hacer nada. Ponerles banderas españolas a las estatuas de don Quijote y Sancho Panza, que se han quedado allí como a la sombra de una higuera de mármol, es un poco como ponerle bandera o banderilla a la tortilla de patatas, una sobrecarga de suvenires, como las neveras recargadas de suvenires. Claro que enseguida caí en que la simbología, sin duda, no venía del nombre patriótico, ni del homenaje cervantino, ni siquiera de esa cosa de cascada espumosa de edificios al final de la Gran Vía que tiene la plaza, y que te hace caer por allí seas turista o aborigen. Me di cuenta de que allí, en la Torre de Madrid, está o estuvo el pisito de la Jesi, así que el PP se había ido no al centro simbólico de España sino al centro simbólico del sanchismo. Sí, el centro del sanchismo no es tanto el búnker de la Moncloa sino ese lugar en el que una moza sin más talento que su carnosidad se hizo historia, literatura, diosa y amor de España, como Dulcinea.
Las manifestaciones sólo demuestran lo que puedan transmitir después los aparatos de propaganda, que en el caso del PP es nada porque no tiene de eso
Feijóo no quiere o no puede presentar la moción de censura, pero puede cantarle la serenata a la Jesi en el balcón, o al pájaro que se ha quedado allí como se quedan los pájaros en la cabeza de pájaros de don Quijote, haciéndole heráldica. Explicaba hace poco Borja Sémper que no se puede malgastar así como así una moción de censura, que sólo te dejan una al año y hay que aprovecharla, como la Nochevieja. En el PP aún creen no ya que pueden salir escándalos más graves o sangrantes, que seguro que sí, sino que, cuando salgan, los socios de Sánchez dejarán de apoyarlo, espantados y escandalizados. Pero uno cree que ya no hay nada que pueda espantar o escandalizar a sus socios, ni a nadie ya. Lo que se ha tragado con Sánchez hasta la fecha ya requería todo el estómago, toda la ceguera y todo el cinismo de la política, así que lo que pueda venir sólo será cuestión de matiz o de grado. De todas formas, cualquier cosa que venga se podrá justificar con los mismos argumentos con los que se ha justificado todo lo demás. O sea, que Sánchez con extorsión y manguerazo no requeriría nada sustancialmente diferente a lo que está necesitando Leire con extorsión y manguerazo.
Algo había que hacer, en fin, y ya que Feijóo no quiere explicarnos su proyecto de país (si lo tiene) en una moción de censura, que lo estresará a él seguramente más de lo que ilusionará o motivará a los votantes; o no quiere, al menos, hasta que los nacionalistas, indepes y posmarxistas aprecien la razón de Estado, el bien común, la salud democrática o simplemente la democracia sin más; ya que Feijóo no encontró otra cosa, en fin, está bien ir a cantarle la serenata a la Jesi con la tuna de banderas, con esos barones un poco de estudiantina que tiene el PP, y hasta con Aznar como un dómine antiguo y rugoso. Podrá alguien decir que es más o menos lo mismo que no hacer nada, o incluso que es peor que no hacer nada, y a lo mejor tendrían razón. Quiero decir que en la manifa te sale una calva de señoras con poca laca (la derecha quizá divide demasiado sus domingos y su laca para triunfar en las manifas); te sale una calva, decía, y ya está el sanchismo calculando cuánta gente cabe en la plaza descontando los parterres, los rosales y los poyetes. El sanchismo, que no se atreve a poner urnas, hace sin embargo la democracia de las losetas, que quizá les pega más con el fontanero. Y así, hacen otra manifa sustractiva que les vale casi más que la manifa aditiva del PP.
Las manifestaciones en realidad no demuestran nada, sólo demuestran lo que puedan transmitir después los aparatos de propaganda, que en el caso del PP es nada porque no tiene de eso. Lo que pasa con las manifestaciones, que son siempre folclóricas, es que se pueden echar por tierra también folclóricamente. Por eso es mejor enfrentarse al sanchismo con ideas, con hechos, con propuestas, con discurso, que sacando señoras de sus domingos de cura, de peluquería o de periquito. Feijóo no sabía muy bien qué hacer, así que llevó flores a la Dulcinea de Ábalos o de toda España, que seguramente no sirve de nada. Quizá es que no se puede hacer nada, que Sánchez lo aguantará todo, que no lo sacarían de la Moncloa ni los geos. Quizá no se puede hacer nada, salvo pedagogía. Explicar una y otra vez por qué Sánchez está destrozando todo, que es algo que no tiene que ver con las ideologías sino con la esencia de la democracia. Seguir intentando explicar y convencer, y a quienes corresponda, tanto en la oposición como en el propio PSOE, ir preparando la alternativa. O sea que no se puede hacer nada, salvo insistir, no darse por vencido. Lo mismo un día el PP, o toda España, incluso la estatuada en rojos y azules o en quijotes y sanchos, tiene más que ofrecer ante el sanchismo que un domingo de desgana, de rondalla, de calvas o de molinos de viento.
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