Qué habrán encontrado en la casa de Ábalos, mondas y torreznos, juanolas y viagra, un botellero de globo terráqueo, Playboys de los 80, ceniceros de Cinzano, una agenda con teléfonos en plan “Manolo mesón” y “Maribel tetona Segovia”… La UCO buscaba pruebas de comisiones ilegales, pero yo no sé si eso es algo que se guarda o colecciona así, como los puros de las bodas, como los posavasos de los clubes o puticlubes, como aquel porno vintage con mucha peletería falsa y también natural, esos pósteres que colgaban en las taquillas como animales medio despellejados o esas revistas que quedaban bajo la cama como mapaches muertos. Qué habrán encontrado en la casa de Ábalos, caviar y altramuces, txangurro y vaselina, coñacs levemente zaristas o cardenalicios, pelucos de estafador, braguitas de serpiente… La verdad es que no sé si habrán encontrado algo, que eso de borrar el móvil y los malos recuerdos entra ya incluso en el protocolo de los inocentes servidores públicos (imagino ceremonias en los ministerios como fiestas playeras de San Juan, con hogueras y queimadas y Bolaños con gafa y conjuro de Rappel).
Qué habrán encontrado en la casa de Ábalos, recuerdos de Mallorca, cocodrilo de Ceuta, camisetas de Naranjito, noches de Bagdad, mises de Asturias o de Cuenca como primas del pueblo, entre la fantasía y la vulgaridad… A mí, la verdad, me gustaría que descubrieran las cartas de amor de la Jesi, como cartas de una doña Inés de congelados (a la Jesi yo la veo como la sirena mitológica de los congelados de ese nombre, como la empleada o cenicienta de congelados que deviene o emerge en diosa de lo suyo). Las cartas de amor de la Jesi y, claro, las cartas de amor a la Jesi, las cartas de Ábalos como un abad enamorado, o quizá como un Cyrano sin talento, todo fealdad, libertinaje y bravuconada. Igual que a Sánchez le podemos entender todo a través de su amor tragicómico con Begoña, que lo desmaya y lo subyuga hasta empujarlo a desmantelar toda nuestra democracia, yo creo que a Ábalos le podríamos entender todo a través de su amor tragicómico con la Jesi, que es como el amor de un gordito por la animadora, o el de un Sansón de parador por una Dalila de depilación brasileña. Toda la moral y todo el Estado pereciendo no por ambición, vanidad o vicio, sino por amor…
Qué habrán encontrado en la casa de Ábalos, un chándal de la mili, unos lujos de Portugal o de Talavera, esos botes de colonia o esas botellas de whisky como con pomo de palacio, un ordenador con WordPerfect en perfecto estado, unos habanos a la vez sequizos y mojados, como antiguos barcos de faraón… Yo creo que la UCO habrá buscado bien, en las cajas de galletas, en las losetas flojas, en los bolsillos de dentro, donde se pierden monedas y se encuentran pelos. Aunque no sé quién guardaría en casa, al lado de la foto de comunión, de marco grueso y como hojaldrado, con plata pastelera, con confitería platera; o en el cuarto de la lavadora, que es como el cuarto de banderas de las fregonas o el sagrario del detergente; o en esos cajones en los que, con los años, sólo hay ya cables, pilas y tornillos; no sé quién guardaría ahí, en fin, nada comprometedor ni valioso, ni papeles ni datos sobre mordidas y mordedores, corruptos y corruptores. Y quién, claro, las seguiría guardando ahí después de tanto tiempo, que yo creo que ya le hemos cogido a la Jesi el mismo cariño que a Melody, que casi las hemos visto crecer, igual que a Marisol.
Lo mismo encuentran el rastro de Santos Cerdán, que con Ábalos y Koldo completarían la historia de los tres mosqueteros del Peugeot, que son cuatro
Qué habrán encontrado en la casa de Ábalos, panoplias de posada, mantas de abuelo, cuchillas de depilar, piruletas de pervertido, cartones de bingo, billetes de tanga… Lo mismo, quién sabe, encuentran más wasaps con Sánchez, de cuando tenía a Ábalos como confesor de alcoba, o secretario de alcoba, o asesor literario de alcoba, con hisopo, toalla, aguamanil y cita a la mano, todo a la vez. Lo mismo encuentran el rastro de Santos Cerdán, que con Ábalos y Koldo completarían la historia de los tres mosqueteros del Peugeot, que son cuatro. Qué habrán encontrado en la casa de Ábalos, corbatas de falso tío y lencería de falsas sobrinas, mecheros de propaganda o condones de propaganda, delantales chistosos o delantales porno, trajes de ministro como trajes de labriego y propiedades de ministro como propiedades de labriego… Lo mismo encuentran sólo una cuchara, sospechosa igual que una daga, como ocurría en aquel registro inverosímil de La vida de Brian. O lo mismo no encuentran nada, que ya saben que hasta los inocentes borran las pruebas para que al menos quede la sospecha de su inocencia.
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