El presidente del Gobierno compareció en la tarde del domingo en televisión para anunciar que había llegado a un acuerdo con la OTAN. La sala de prensa del Palacio de la Moncloa en la que se produjo la alocución estaba vacía, pero Pedro Sánchez, en lugar de mirar directamente a cámara, movía la cabeza como si hubiera un auditorio al que dirigirse. Si la señal de Moncloa no nos hubiera mostrado su imagen apareciendo en el local vacío (a excepción de una empleada del complejo presidencial), hubiéramos pensado que la sala estaba llena de periodistas escuchándole.
Sánchez teatralizó su comparecencia, como ya hemos comprobado que hace habitualmente, para anunciar la culminación de una negociación "discreta y eficaz" que consiste, según sus palabras, en que España no tendrá que aumentar su gasto en defensa hasta el 5% del PIB, como sí harán el resto de los 32 miembros de la Alianza. Argumentó que, de hacerlo, habría que recortar el Estado de Bienestar o aumentar impuestos (medida que evaluó en 3.000 euros al año por contribuyente).
El Gobierno ya aprobó en abril un Plan de Seguridad y Defensa que prevé el aumento del gasto miliar en 10.471 millones de euros este año, hasta alcanzar el 2% del PIB, compromiso al que se había llegado en 2014. Para Sánchez, con eso ya es suficiente.
El presidente de Estados Unidos dijo la semana pasada que España gasta poco en defensa y que esa situación no se podía mantener, justo el mismo día en el que el presidente Sánchez había anunciado su intención de no sobrepasar el 2%. Era un pulso directo con Donald Trump. ¡Ahí es nada! Pero, ¿qué ha cambiado para que ahora sí sea posible mantener esa cifra sin que el secretario general de la OTAN, ni el resto de los socios de la Alianza, pongan el grito en el cielo? ¿Es que a los demás les sobra el dinero? ¿Acaso España es el único país de la Alianza al que le importa recortar gastos sociales o aumentar impuestos?
El presidente Sánchez dará luz verde al aumento del gasto en la OTAN hasta el 5% a cambio de lograr flexibilidad para alcanzar ese objetivo
Lo que Mark Rutte -al que Sánchez llamó "mi amigo"- quería evitar era el fracaso de la cumbre que se desarrollará los días 24 y 25 de este mes en La Haya. Cada uno de los miembros de la Alianza tiene derecho de veto. Es decir, que una negativa de España a suscribir el aumento hasta el 5% hubiera hecho naufragar la reunión más importante de la OTAN desde que se produjo la caída del Muro de Berlín.
No olvidemos el contexto: a la guerra en Ucrania -que ahora parece quedar en segundo término-, se suma la situación en Oriente Medio, agravada tras el bombardeo de Estados Unidos a tres complejos atómicos en Irán en la madrugada del domingo y la presumible respuesta del régimen de los ayatolás.
El pacto alcanzado este fin de semana entre España y la OTAN consiste en que España votará a favor del aumento del gasto hasta el 5% pero, a cambio, consigue que la OTAN le dé flexibilidad a la hora de cumplir ese compromiso. Se modifica una frase del comunicado que suscribirán los miembros de la Alianza: del "nos comprometemos" inicial, se pasa a "los aliados se comprometen". Una sutileza que deja contentas a las dos partes.
Sánchez sólo dijo la verdad a medias. Y Rutte se ha encargado de reafirmar que "no hay excepciones". España no se verá obligada a elevar el gasto de manera inmediata -entre otras cosas, no podría, ya que no tiene presupuestos- pero no queda exenta de llegar al 5% de gasto en defensa (3,5% en armas y tropas; 1,5% en ciberseguridad e infraestructuras) en el horizonte de 2035. En 2029 se revisará cómo está el cumplimiento del compromiso en todos los estados miembros de la Alianza.
En resumen, Sánchez no sólo teatralizó su comparecencia, sino también el acuerdo al que llegó con Mark Rutte. España tendrá que cumplir con sus compromisos, como el resto de los socios de la Alianza. Lo único que ha logrado el presidente es que ahora no tenga que presentar un calendario de cómo va a llegar a la cifra del 5%.
En medio del lodazal del caso Koldo, ese pequeño éxito retórico es un balón de oxígeno para Sánchez. Sus socios le han aplaudido. Pero, ¿de verdad se han tragado el anzuelo? ¿O es sólo la manera de vender a su electorado que, a pesar de la corrupción, sigue valiendo la pena mantener la legislatura?
Veremos qué dicen los miembros de la OTAN en la cumbre de La Haya cuando les pregunten qué opinan de la "excepción española".
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