Hemos visto con indignación cómo la cuenta oficial de RTVE en redes sociales publicó un mensaje conmemorando "un año del triunfo electoral de Nicolás Maduro en Venezuela". Una frase corta, aparentemente inofensiva, pero que encierra una profunda irresponsabilidad periodística y un gesto político tan preocupante como revelador.

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Llamar "triunfo" a lo que ocurrió en Venezuela no solo es un error: es una falta de ética. Nicolás Maduro ha mantenido el poder mediante fraudes sistemáticos, elecciones sin garantías, la anulación de la oposición, la persecución a disidentes, la censura a medios independientes y el uso del aparato estatal para reprimir cualquier forma de protesta. Nada de esto es una opinión. Está documentado por la ONU, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y decenas de organismos internacionales que han denunciado violaciones masivas de derechos humanos bajo su régimen, así como por el Senado y el Congreso de los diputados de España y decenas de ayuntamientos y gobiernos regionales que lo han dejado patente con diversas Mociones.

La elección de 2024, como tantas anteriores, careció de las condiciones mínimas para considerarse legítima. No se permitieron observadores internacionales creíbles, los principales líderes opositores estaban presos, inhabilitados o exiliados, y no se presentaron actas públicas de votación. Todo el proceso fue orquestado para simular democracia en un país donde ya no existe separación de poderes, ni libertad de prensa, ni justicia independiente.

Que RTVE celebre un fraude electoral como si fuera una elección legítima es exactamente eso: normalizar lo inaceptable"

Que un medio público europeo —financiado por los ciudadanos— difunda esta narrativa sin contexto ni crítica, equivale a una forma de blanqueamiento del autoritarismo. RTVE no solo omite los crímenes y abusos del régimen de Maduro, sino que al hablar de "triunfo" legitima su permanencia en el poder. En la práctica, hace propaganda involuntaria (o no tanto) de una dictadura.

El periodismo tiene una función clave en las democracias: informar con rigor, denunciar los abusos, confrontar el poder, y dar voz a quienes no la tienen. Cuando un medio público adopta el lenguaje del régimen y presenta una dictadura como una democracia funcional, no está cumpliendo su deber. Está fallando a la verdad y traicionando a quienes sufren las consecuencias del autoritarismo.

La banalización del mal, decía Hannah Arendt, empieza cuando lo intolerable se normaliza. . Y en tiempos donde la desinformación es moneda corriente, el periodismo público debe ser un faro de integridad, no un altavoz del cinismo.


Manuel Rodríguez es coordinador de la Plataforma Ayuda Venezuela.

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