Feijóo es el Grinch del verano, el señor Scrooge de agosto, el ogro de las vacaciones como un ogro de niños y rebaños playeros. Después de hacer su balance del año, nos ha soltado que “las vacaciones están sobrevaloradas”, con lo que su balance parecía talmente el del avaro dickensiano, hecho sobre un libro de polvo y con esa miopía de no gastar las velas ni las gafas. Lo soltó, además, con un esquema polarizador, que si los españoles ya están divididos aún se les puede dividir más, como en los coches litera, según el descanso. Sí, Feijóo también usa la polarización, aunque la use como un gorro de dormir de Scrooge o de Rajoy, al que también imagino con gorro de dormir y diciendo esta frase de capataz antiguo o abuelo de las montañas. El caso es que Feijóo, mientras se guardaba el bolígrafo como una llave de cofrecito secreto, dividió a los españoles así: los que podían descansar unas semanas, a los que felicitaba de manera dudosa, como tu suegra, y los que no podían, a los que motivaba para la esclavitud diciendo eso, que “las vacaciones están sobrevaloradas”. Supongo que Feijóo se iría luego a la mina, con pico o con látigo.

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Las frases motivadoras o consoladoras sobre el trabajo normalmente las suelta el que no trabaja o trabaja muy flojito, tanto que eso del palo al agua ya les parece un esfuerzo de leñador o de gigante. Además, las suele soltar para que trabajen otros, y trabajen más a ser posible, incluso después de haber admitido uno que no trabaja, o trabaja poco, o no se nota que trabaja o en qué trabaja. Cuando alguien dice que “las vacaciones están sobrevaloradas” no está proclamando su laboriosidad, sus ganas de trabajar o su responsabilidad de seguir trabajando, más bien está demostrando que no sabe lo que es trabajar, de otro modo apreciaría la necesidad del descanso. Más aún, demuestra el desconocimiento del propio concepto de trabajo, como si no entendiera que la gente pueda cansarse. Las palabras más majestuosa y desentendidamente aristocráticas que recuerdo las escuché en Downton Abbey, en boca de Maggie Smith, lenta y lejana como una luna de su clase, y eran sencillísimas: “¿Qué es un fin de semana?”. “¿Qué son vacaciones?”, parece preguntar Feijóo paseando un final de época como una sombrillita de encaje.

Yo no sé si Feijóo se ha dado cuenta de lo que ha dicho, que quizá lo que ha soltado ha sido una de Rajoy, del que ha heredado la pachorra, el duermevelismo político, el gorro de dormir aún más carismático que el de Maggie Smith o el de Scrooge. A lo mejor Feijóo no quería referirse a las vacaciones sino al veraneo, que es otra cosa. El veraneo puede ser como otro turno del currante, al que le toca trabajar de veraneante como de hamaquero. El veraneo es trabajoso y peligroso, es como ser porteador de toda la familia, al borde del precipicio de la tragedia, como si llevaras la neverita hasta la montaña de Tarzán. El veraneo es pringoso y asqueroso, es tener los pies metidos en una sandía más que en la orillita, es comer arena cámbrica más que crustáceos cámbricos, es chocar con culos y barrigas aún peor que con fotocopiadoras u hormigoneras. El veraneo puede ser trabajoso, peligroso, pringoso y asqueroso, y no sé si Feijóo lo que quería es desmarcarse de los veraneos de Los Morancos en vez de despreciar el descanso de los currantes. Pero yo creo que es otra cosa.

Creo que no sabía cómo anunciarnos que por fin se va a poner a trabajar, a meterle mano a un proyecto de partido y de país, porque hasta ahora estaba entre melancólico y a la deriva, como una barquita

Feijóo yo creo que no sabía cómo anunciarnos que por fin se va a poner a trabajar, a meterle mano a un proyecto de partido y de país, porque hasta ahora estaba entre melancólico y a la deriva, como una barquita. Pero Feijóo ya ha tenido su Congreso, ya va teniendo gente, ya va teniendo alguna idea, ya se va dando cuenta de que hay que derogar o cambiar leyes. Lo que pasa es que todo este despertar le ha pillado en el verano, como te pilla la pubertad. No se trata sólo de trabajar en verano, ni de convertir el verano en trabajo, como el chiringuitero, sino de vivir este verano como el primero de la vida adulta (Feijóo venía a hacer política adulta pero ha tenido que esperar al Sánchez crepuscular o a la Leire Díaz vivaracha, como si fueran Chanquete o Bea, para ese paso iniciático). Estas cosas pasan cuando pasan, y son tan importantes que todo el mundo debe enterarse, como de que Bea ya es mujer. Yo creo que Feijóo, o alguien en ese nuevo equipo que ha estado poniendo por fin las bombillas y el tóner en Génova, ha pensado que, para remarcar este momento de ponerse a trabajar, más impactante que renegar de las vacaciones por patriotismo sería invitar a toda España a renegar de las vacaciones por patriotismo.

Feijóo anuncia que se pone a trabajar igual que el que anuncia que se va a poner a dieta y pretende que toda la familia se ponga a dieta también, para que nadie olvide su sacrificio excepcional. A mí esta frase sobre las vacaciones no me parece clasismo, que aún le falta mucho a Feijóo para llegar a Maggie Smith, sino torpeza, algo de lo que no se va a desembarazar tan fácilmente como de las gafas. Feijóo no es que sea el Grinch del verano, despotricando desde el torreón de Génova como desde su cueva decorada como un museo de resentimiento. A mí me parece que sólo es alguien que aún busca o reclama su sitio y no sabe del todo cómo hacerlo. Por ahí he leído la aguda maldad de que el buen trabajador será recompensado sólo con más trabajo, que es como la otra cara del Principio de Peter, así que quizá no conviene ser tan laborioso ni tan ingenuo. Lo mismo ser mal trabajador, como mal político, sale más a cuenta, según vamos aprendiendo de la actualidad. De momento, ya ven, aquí estamos, hablando de las vacaciones de Feijóo, que son trabajo, o del trabajo de Feijóo, indistinguible de las vacaciones. A lo mejor tampoco ha cambiado tanto la cosa en el PP como para hacer un cuento de Navidad ni otro Verano azul.

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