Los políticos han descubierto el fuego ahora, después de que los primeros dioses se hayan aparecido otra vez en la montaña con martillo o jabalina, reclamando sus derechos sobre lo que ha abandonado el Estado. Lo ha descubierto hasta Feijóo, que tarda en descubrir las cosas. Pero cada uno, la verdad, lo lleva a su manera, con susto, reverencia, pebetero o parrillada. Sánchez, que yo creo que mira todo el país como su invernadero de orquídeas, ha descubierto el fuego sólo cuando se le incendiaba su jardín monclovita o su colchón monclovita, como en un incendio impresionista de nenúfares o espejos. Ante eso, ha reaccionado igual que ante todo, inventando una rima, un conjuro, un himno o un aplazamiento, que todo eso es su pacto de Estado. Feijóo, por su parte, ha descubierto la magia y el terror del fuego después de descubrir la magia y el terror de tomar vacaciones o de tomar decisiones. Ante eso, ha propuesto un plan integral contra los incendios, que uno se sorprende de que no existiera ya. A lo mejor es que Feijóo no sabe inventarse nada que no esté ya inventado. Hasta ha inventado las listas negras, con sus pirómanos como galeotes. 

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Feijóo tiene prisa por primera vez, o tiene ideas por primera vez, o tiene vacaciones por primera vez, o tiene miedo por primera vez, y son muchas sorpresas o sustos ya. Es sorprendente, o más bien terrorífico, que no tuviéramos todavía ese plan integral contra incendios. Quizá teníamos planes pero eran de pan blanco, ingenuos imagina uno, como panecillos de Heidi. O teníamos planes pero eran parciales, aproximados y puramente numéricos, hechos a base de sumar áreas de rectángulos, como si nuestros políticos no hubieran llegado a las integrales en el bachiller. Pero resulta que había nada menos que 50 cosas, esos cincuenta puntos que nos ha sacado ahora Feijóo, que ha descubierto ahora Feijóo como un nuevo sólido pitagórico (en realidad no se pueden descubrir más de los 5 que hay), 50 ideas como 50 soles que nadie había pensado o que nadie había implementado. Ni siquiera los del PP, quiero decir. Ni cuando las mayorías absolutas de Aznar o de Rajoy, ni ahora con sus barones tan bien asentados en la tierra, como olivos u alcornoques.

Yo no sé si Feijóo empieza a funcionar como Sánchez, añadiendo palabras a las palabras, latiguillos a los latiguillos, siglas a las siglas

Yo no sé si Feijóo empieza a funcionar como Sánchez, añadiendo palabras a las palabras, latiguillos a los latiguillos, siglas a las siglas. En este caso, añadiendo eso de “integral” al invento como si añadiera una constante cósmica a una ecuación, que lo resuelve todo al menos en los papeles y a falta de algo mejor. “Plan Integral de Ayuda, Recuperación y Prevención” suena a esos churros sanchistas que llenan el papel y los telediarios sin llenar nada más. Resulta que hay 50 cosas que no se hacen, o no se hacen bien, y eso que estamos hablando de fuego, tierra, viento y agua, los cuatro elementos a los que ya les daban vueltas en la barba los presocráticos. Imaginen cómo llevaremos aquí otras materias, sutilezas y modernidades, como la electricidad o la misma democracia liberal, que así se nos están fundiendo casi a la vez.

No hemos caído hasta ahora en lo que prende, en lo que moja, en lo que previene. No hemos caído hasta ahora en pillar a los pirómanos, y aunque se proponga ponerles grillete electrónico o de mazmorra, yo me pregunto si irían con extintor incluido, para que cuando vaya a prender el monte o el cigarro les salga del pie como un zapatófono. La cosa, en fin, está entre la ocurrencia, la repetición, la propaganda y esa aceptación de la incompetencia pasada que destroza las airosas promesas de competencia futura. El PP no había pensado hasta ahora en la importancia de 50 medidas urgentes e imprescindibles, como tampoco pensó hasta hace poco en la importancia y la urgencia de que los partidos no controlen a los jueces, ni a la fiscalía, ni a los medios de comunicación. No sabemos si estamos ante un Feijóo revolucionario, que acaba de echar a volar la máquina de pensar como un globo aerostático, y a andar la máquina de hacer como un carricoche, o ante el Feijóo que ya está también sólo inventándose himnos y ceremonias porque ha llegado a la conclusión de que tampoco se puede inventar demasiado en la política, o no merece la pena teniendo en cuenta lo que triunfa en política.

El fuego es sólo un caso particular de esa emergencia para la civilización y la supervivencia que es volver al interés general en la gestión de lo público

Todas estas cosas que dan para listas y comparecencias desde las alturas, desde la urgencia y desde la perogrullada tampoco las pensó el PSOE, claro. Menos que nadie Sánchez, que ni siquiera ha hecho la lista de perogrulladas, ni ha copiado la ristra de los reyes godos en un rollo de papiro, por presentar al menos algo visible. Sólo ha propuesto, con su pacto, el nombre de un proyecto pomposo o ridículo, o pomposo y ridículo, entre el proyecto de un Mundial de fútbol y el de un chiquipark. Nuestra política es reactiva, cortoplacista, camastrona, vaga, no se mueve si no hace falta, no gasta si no es para ella misma, sólo atiende a lo que va dar rédito en el telediario del día o en las tertulias del día, que son como partidas de ping-pong. Y, para colmo, se da cuenta de que vende más el relato que la gobernanza y un culpable que un salvador.

Todos han descubierto el fuego ahora, aunque unos andan más impresionados, asustados o concernidos que otros ante estos alardes de primitivismo del planeta y ante el cabreo del españolito por el abandono del Estado, que se limita a jugar al ping-pong exactamente igual que esos tertulianos con dorsal. Todos han descubierto el fuego y hasta ha salido Feijóo, un poco así como con palitroques o huesecillos ante los dioses o ante el ciudadano, volviendo a lo primitivo o a lo primigenio, a lo sabido o a lo olvidado. Ya si viene con intención de retomar la cordura o sólo de distraernos, eso no lo sé. A uno, el plan más urgente le sigue pareciendo la auditoría general del Estado. El fuego es sólo un caso particular de esa emergencia para la civilización y la supervivencia que es volver al interés general en la gestión de lo público. Lo mismo alguien descubre otra vez la gobernanza, o la misma democracia, y nos la trae en una tea, como un salvaje.

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