Algunos creen que somos capaces de liarnos todos a tiros, otra vez, por defender los negocios de Trump, o los de Sánchez, o los suyos, que hay muchos montando su tenderete con gravedad y aspavientos de salvador, de héroe, de mártir o de chatarrero. Y no sabe uno si tendrán razón, porque los que han apostado por nuestra general estupidez han ido acertando y ganando, al menos hasta ahora. En la América de la bala y la Biblia, de la hoguera y la horca, cuando suena un disparo nunca se sabe si ha sido el bueno, el malo, el feo, el loco, el tonto, el enterrador, el tendero o un poco de todo. Pero en Utah, tan blanca de sal, de canillas y de ángeles, han asesinado a Charlie Kirk, activista MAGA, y antes de encontrar al asesino con peto ya quieren quemar medio país, o el país entero, como un campo de maíz. Trump acusa a la “izquierda radical”, y entre nuestros patriotas de morcón con clembuterol, Abascal culpa “al odio y la violencia de los de siempre”, que en realidad aquí han sido todos, rojos y azules. Yo creo que han asesinado a otro archiduque decorativo, y eso se nota enseguida porque importa más la guerra que el muerto.
Charlie Kirk era ario y chato como Sydney Sweeney, hablaba de las mujeres como de hornos para tartas de manzana y hablaba de los embriones como de querubines con alas, pero en realidad esto no significa nada a la hora de terminar de archiduque de la historia. En una tertulia de la Ser alguien lo ha llamado “fascista”, que ya no impresiona porque la izquierda ha devaluado tanto la palabra que casi funciona como absolución automática, pero esto tampoco significa nada a la hora de ser excusa revolucionaria. Kirk iba por ahí con carpa de mentalista, de sectario de ruló o de sofista con grecas, invitando a debatir a escolares casi tan dogmáticos como él, pero esto tampoco importa para quedar como pretexto de guerras nuevas o viejas. Uno sigue creyendo que las guerras pasan porque hay ganas de guerra, porque se quiere la guerra, y lo demás es excusa, sea Troya con Helena, la Gran Guerra con ese archiduque de mayólica, o Irak con las armas de destrucción masiva. Kirk podría ser todo esto, e incluso el incendio del Reichstag en las praderas de Utah. Todo depende de las ganas que haya, y yo creo que hay ganas.
Lo que se llama ahora polarización es lo que se ha llamado siempre “divide y vencerás” y “conmigo o contra mí”, lo que ocurre es que hacía tiempo que eso no era tan productivo
Aquí, además, yo diría que llamamos ahora polarización a lo que antes llamábamos, simplemente, España. Y es que creíamos que habíamos aprendido del horror y la simplificación de los totalitarismos y de los nacionalismos (los totalitarismos nacieron en el hervor de banderas, barbas y sangre de los nacionalismos), pero todo se olvida. Creíamos que habíamos aprendido de las guerras fratricidas, de nuestra guerra fratricida, pero todo se olvida. Nos vuelven a vender los totalitarismos, los nacionalismos, las dos Españas morrocotudas y garroteras, porque se nos han olvidado que eran una estafa o una bazofia. Nos están vendiendo toda la chatarra de los abuelos, y allí, en Estados Unidos, incluso la de los peregrinos con biblia repujada de bala y la de los colonos con mapache en la cabeza. La patria y la raza, los dioses y los santones, el dogma del cura gordo o del comisario político aún más gordo, las clases y sus guerras, los estamentos y sus guerras, el pueblo y sus enemigos, el pueblo y sus salvadores, toda esa basura mental, histórica y política nos la están vendiendo otra vez porque se nos ha olvidado no sólo que no vale nada, sino que lo destruye todo.
Kirk, con familia y perro, con asco y superioridad, con Dios y hoguera, con tarta y revólver, da igual lo que fuera porque sólo importa cómo se utilizará. Si a Trump le interesa el enfrentamiento civil, otro Capitolio en llamas como otro Reichstag que arde por su peluca, culpará a sus enemigos, que para eso están, y justificará cualquier medida, que para eso sirve el truco. Aquí no pocos se inflamarán con esa demostración centelleante de cómo se combate realmente el fascismo (Bildu podría dar grandes lecciones sobre esto); aquí Trump tendrá sus palmeros y sus rebañaollas, y Sánchez sus analogías, y la democracia sus evidentes enemigos y sus evidentes salvadores. Pero no es la patria, ni la salvación, ni la moral, ni Dios, ni la democracia, ni el pueblo, ni el progreso, sino el negocio pastelero o cacharrero alrededor de esto. Habría que añadir el odio, pero no el odio de los políticos, que ni se molestan en sentir esas cosas, sino el de la gente, que es con lo que trafican (como con la droga, es recomendable no consumir lo que uno vende).
Algunos creen que somos capaces de liarnos todos a tiros por defender los negocios de Trump, o los de Sánchez, o del que sea (incluso de Abascal, que parece que ha montado una tómbola trumpista como aquellas tómbolas con muñeca Chochona). Y yo no descarto que nos liemos, porque los que han apostado por la desmemoria y la estupidez van ganando. Nos hemos olvidado de que casi nada es blanco o negro, salvo que nos falle la vista; nos hemos olvidado de todo el siglo XX hasta no distinguir las fotocopias de discursos, bigotitos y manotazos que nos endilgan. Y nos hemos olvidado, sobre todo, de identificar a los sinvergüenzas y a los mentirosos, y eso que ya ni se molestan en ocultar que son sinvergüenzas y mentirosos. Por si aún tienen dudas, los descubrirán porque no les importan los muertos ni los vivos, sólo sus guerras. Unas guerras en las que ni siquiera pegan los tiros, que enseguida encuentran al bueno, al malo, al feo, al loco o al tonto que lo haga. Y, con suerte, encuentran hasta un archiduque orondo, esmaltado y frágil, como Humpty Dumpty, para la ocasión. Aunque tenga que venir de Utah a la Puerta del Alcalá.
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