Supongamos que el acuerdo que ha alcanzado Pablo Iglesias con el régimen chino para emitir su propaganda en España es desinteresado. El periódico del exlíder de Podemos no ha especificado que vaya a recibir contraprestación alguna por ofrecer los programas del canal CGTN a través de Canal Red, por lo que, a falta de datos, no se puede afirmar que vaya a recibir dinero asiático. Lo que parece más claro es el tipo de interés tiene ese país para difundir sus argumentos en esta zona del mundo. También parece evidente el porqué ha elegido el medio de Iglesias para hacerlo.
CGTN es una vieja conocida de la desinformación y la propaganda. De hecho, se ha enfrentado a algunos problemas en territorio OTAN durante los últimos años. El regulador británico, Ofcom, le retiró su licencia de emisión en 2021 después de probar que los contenidos que ofrecía no se elaboraban en Reino Unido, sino que se limitaba a reproducir las noticias que se elaboraban en China, donde tiene una relación directa con el Partido Comunista.
Esto le convierte en un medio de propaganda que está sometido a lo que decidan sus accionistas, que son los dirigentes, algo que debería preocupar a Iglesias, quien ha reclamado por activa y por pasiva la necesidad de disponer en España de un periodismo libre y comprometido. Por lo que sea, en este caso no parece importarle que los periodistas de este medio de comunicación sean meros reproductores de consignas.
Quinta columna
Dentro de un mundo en el que la tensión es un valor en aumento, la información es un bien cada vez más valioso, ante el riesgo creciente de los ciudadanos de ahogarse en la propaganda que generan los países en los que residen, también contendientes de la batalla geopolítica. Canal Red considera que con su acuerdo con CGTN ofrecerá a su audiencia “un punto de vista diferente al habitual en los medios occidentales”. ¿Les será de utilidad? Sirva recordar que, también en 2021, Reino Unido impuso una multa de 250.000 libras a este medio por su obscena parcialidad a la hora de cubrir las protestas de Hong Kong, que incluyó la emisión de una confesión forzada, bajo coacción, que, por supuesto, era favorable a los intereses del Gobierno chino, en un momento en el que los hongkoneses reclamaban libertad y autonomía.
Durante aquellas manifestaciones, el régimen chino se empleó a fondo para intentar reprimirlas y estableció una censura férrea sobre WeChat o Weibo, así como para imponer sus argumentos, no sólo en CGTN, sino también en medios privados que controla indirectamente, como TBV. En aquellos días, Facebook o Twitter detectaron y eliminaron campañas de desinformación, que atribuyeron a China, en las que se pretendía desacreditar las protestas.
Los comunistas del gigante asiático intentan transmitir una imagen moderna de cara al mundo y, ciertamente, su avance económico y tecnológico -de la mano del capitalismo de Estado- es admirable. Lo que sucede es que su respeto a la libertad de expresión y a la de prensa es cuestionable. Pese a todo, una delegación de Podemos, conformada por las eurodiputadas Irene Montero y Ione Belarra, visitó hace unos días Pekín para mantener una reunión y charlar sobre los medios de comunicación con representantes del PCCh.
Podría señalarse a continuación la contradicción en la que incurre siempre esta izquierda; especialista en denunciar las vulneraciones de los derechos humanos en determinados puntos del planeta, pero ciega en otros, cuando la lógica invita a pensar que es igual de grave un crimen de guerra en Gaza que la venganza de Stalin contra Ucrania con el Holodomor, los vuelos de la muerte de la dictadura argentina o las torturas y asesinatos de la Revolución Cultural de Mao.
La figura del tonto útil
Cualquier persona debería perder el respeto y el crédito cuando defiende la vida y la libertad frente a la barbarie, pero, a la vez, se presta a hacer tonto útil para el régimen de los clérigos iraníes y a presentar el programa Fort Apache en su televisión propagandística HispanTV. Cuando alguien respeta de verdad los derechos humanos, y no es un mero soldado de una ideología, con aspiraciones de líder espiritual, no se ofrece vector para que el régimen que persigue a los uigures y aísla a profesores por saltarse un renglón pueda promocionarse en España.
Es curioso porque esa persona de la que yo les hablo, que es Pablo Iglesias, intervenía hace unos días en un programa de televisión y la emprendía contra “la derecha mediática” y contra los jueces. También contra el Gobierno por no emplearse con una mayor contundencia para frenarlos, en cuanto a que tienen dudosos valores democráticas.
Una semana después, con una total ausencia de vergüenza, esa misma persona ha anunciado un acuerdo con una dictadura, donde sí se tortura, reprime, censura y ajusticia, para prestarse a difundir su propaganda por estos lares.
Todavía hay quien se toma en serio a este tipo de personajes. Incluso les atribuyen ciertos principios.
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